Lindo Daniel...

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Eran las dos de la madrugada cuando por fin termino el turno de Daniel como mesero en el hotel. Estaba cansado pero era lo que tenía que hacer para ahorrar lo suficiente este verano. Se había quedado sin dinero este semestre y no quería sobrecargar a sus padres. Suficiente tenían pagándole la universidad y la renta. Si no quería morir de hambre tenía que poner su trasero a trabajar.

Camino hacia su casillero para quitarse el uniforme. Sentía sus músculos tensos, necesitaría una larga ducha antes de dormir. Aunque la paga bien lo merecía. Escucho a alguien más entrar pero no se tomó la molestia de voltear.

      - ¿También te vas? – el chico que entro hizo lo mismo que Daniel.

      - Sí.

      - Este turno de 8 horas me está matando. – se quejó sacándose la camisa.

      - Pagan bien.

      - Seh, como me gustaría ir a la piscina.

      - ¿está permitido a empleados? – pregunto Daniel asombrado.

      - Claro. Siempre y cuando sea fuera de tu turno. Si no fuera porque tengo turno temprano me habría lanzado con todo y ropa.

      - ...genial.

A Daniel no le tomo mucho tiempo el decidirse. Rápidamente se quedó en bóxer y se fue hacia la piscina del hotel. Gracias a Dios se encontraba desolada. Dejo su mochila en una de las mesas y con una sonrisa se lanzó hacia ella.

Siempre le había encantado la piscina del hotel. Era enorme y se conectaba con otra aún más grande. La conexión entre ellas es estrecha, como un levadizo con un puente encima. A los clientes les gustaba pasar por aquel levadizo y ocultarse allí.

Para su sorpresa el agua no estaba fría, más bien tibia. Era relajante. Si tan solo pudiera respirar bajo el agua, jamás saldría de nuevo. Se deslizo por el agua dejando que la tibieza relajara sus músculos. Era delicioso. Casi podía sentir su cuerpo derretirse allí.

Se sumergió, nado y se dejó ir deslizándose en las profundidades.

Mucho tiempo después, no supo cuánto tiempo en realidad. Sintió una extraña perturbación en el agua. Subió a la superficie para ver de qué se trataba. Respiro profundamente al salir, se pasó la mano por el rostro y trato de ver a su alrededor. Veía un poco borroso pero a primera vista no logro ver a nadie. Unos instantes después vio a un hombre con un traje flotando a la orilla de la piscina. Sin pensarlo fue hacia él, lo tomo de los hombros e intento arrastrarlo hacia los escalones para sacarlo con más facilidad, pero el hombre rápidamente se removió de su agarre y se alejó sobresaltado. Ambos se vieron con ojos sorprendidos.

       - ¿Qué...- quiso preguntar el hombre de traje pero Daniel le interrumpió antes de terminar.

       - ¿Estás bien?

       - Sí, yo solo... -dudo un instante. – estoy bien. Solo me refrescaba un poco. – balbuceo esquivando su mirada. Daniel inclino su rostro con una expresión divertida.

       - ¿Con el traje puesto? – dijo riendo. El hombre lo fulmino con la mirada y Daniel subió sus manos en rendición. – no he dicho nada.

Daniel se alejó del hombre y se deslizo a las profundidades otra vez. El extraño probablemente era un cliente borracho del hotel. Estaba fuera de su turno, así que no era su problema. Decidió ignorarlo y perderse en las sensaciones que le producía estar bajo el agua. Sin la gravedad se sentía como si flotara entre nubes. Desde muy pequeño siempre le había gustado estar bajo el agua. Se quedó quieto unos instantes, como si estuviera congelado y suspendido en el aire. La opresión del agua le hacía sentir como si fuera parte de ella. Parte de un todo.

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