Capítulo 7

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En media hora, aparece la chica en la puerta de mi casa. Es mi madre la que abre, aunque yo he ido casi corriendo para que no se me adelantara. Parece ser que no he sido todo lo rápida que podía.

La mujer abre los ojos de par en par y se gira para mirarme. Estos me dicen algo muy claro y obvio: ¿Qué hace aquí Patty? Yo no le contesto con palabras, simplemente muevo las cejas y me acerco allí, donde todavía se encuentra la chica de mi edad. Es entonces cuando Annette se vuelve y clava de nuevo sus claros iris en la visitante.

—¡Patricia! ¿Qué tal estás? ¿Qué te trae por aquí? —exclama—. Adelante, adelante. Como si fuera tu casa.

—Gracias, señora Lane —responde mientras pone un pie en el recibidor—. Sigue igual que siempre. ¿Acaso ha encontrado el Elixir de la Eterna Juventud?

Examino su gesto, y Patty está verdaderamente alegre de verla. Eso, o es muy buena actriz. Pero lo que realmente me resulta curioso es que a ella la trata con simpatía, halagos y educación mientras que, conmigo, ha sido cortante, fría y distante. Supongo que porque la señora que me dio la vida no la dejó tirada después del mal trago que pasó.

—Por favor, llámame Annette. Y no, no he encontrado tal cosa —contesta con una sonrisa—. Y, tus padres, ¿qué tal?

La chica tuerce el gesto, e inmediatamente sé la razón. Tengo que hacer que dejen de hablar lo antes posible, pero esa pregunta es principal que la responda.

—Después de lo que pasó, van a temporadas: unas veces bien, otras de pena... Ya sabe a lo que me refiero —dice.

—Lo siento muchísimo. Selene me comentó lo que ocurrió.

Noto la mirada de Patty sobre mí, observando todo aquello que expreso para llegar a la conclusión de si me importa realmente su vida. Pero es una suposición, una sensación, porque sigo sin atreverme a mirarla siquiera.

—Ha sido duro, pero se acaba asimilando. Créame cuando le digo que, aunque siga doliendo, se puede llegar a hacer vida normal.

Mi madre asiente con la cabeza y la invita de nuevo a pasar al darse cuenta de que todavía estamos en la entradilla. Nos propone ir al salón, pero le indico que sería mejor ir a mi cuarto. A ella sigue pareciéndole extraño que una Valentine venga a nuestra casa después de alrededor de un año. Y puede que también influya que sea después de lo que he vivido esta noche.

—Como prefiráis —sentencia, encogiéndose de hombros—. Si queréis algo, estaré en la sala de estar. Avisadme con lo que sea.

Hago un rápido movimiento de cabeza y mi acompañante le vuelve a dar las gracias, cosa que mi madre responde con una sonrisa. Entonces, se marcha a la habitación y le indico de ir a la mía, a lo que accede.

Camino delante de ella por el pasillo, en un silencio sepulcral e incómodo. Agradecería que habláramos de cualquier tema, por muy aleatorio que fuera, pero no quiero ser yo la que rompa el hielo con algo que pueda hasta ofenderla. Así que me decanto por continuar con los labios sellados.

Me adentro en el habitáculo un poco y veo todo desordenado: la cama sin hacer, con el ordenador y el móvil encima de esta, la silla del escritorio mirando hacia ella y una manta arrugada y abandonada a su suerte en el suelo. Decido comenzar a recogerlo, aunque sea un poco y a corre prisas.

—Siento tener esto así. Llevo una noche de perros y estoy siendo un desastre to...

Pero me callo cuando me giro y la veo sonreír, entre irónica y triste, mientras niega con unos simples movimientos de cuello. Entonces, frunzo el ceño, como si fuera de una forma inquisitiva. Me gustaría saber qué está pensando, para qué mentirnos. Puede que crea que esto es un caos sin arreglo.

SeleneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora