PRÓLOGO

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       El 23 de noviembre a las 00:15 se produjo el eclipse lunar más espectacular que nadie jamás habían presenciado y fue un fenómeno que nunca olvidarían.
       Cuando la luna quedó totalmente oculta y el cielo solamente iluminado por la tenue luz de las estrellas, un estridente sonido rompió el silencio nocturno mientras un centenar de espectros sumieron la ciudad en una terrible oscuridad.

        Las farolas y los semáforos explotaron y la música dejó de sonar. Sólo eran audibles los espantosos alaridos que provenían de aquellas siniestras figuras que surcaban el firmamento y destruían todo a su alrededor.
          Durante  unos segundos que parecieron eternos se hizo el caos en la Gran Manzana. Las ventanas de los rascacielosestallaron creando una lluvia de trocitos de cristal. La gente quepaseaba por las calles corrió a protegerse en los edificios máscercanos.

Las antenas parabólicas empezaron a vacilar y más de una cayósobre los coches que circulaban por la carretera, lo que produjo quese chocasen entre sí y las desagradables alarmas de los automóvilesse unieran a todo el ruido que predominaba en la ciudad, creando unhorrible sonido que sugería el Apocalipsis.

De repente, todas las fantasmales siluetas que cubrían las estrellasse dispersaron y se hizo la tranquilidad en el ambiente, como elaterrador silencio que se hace tras la tormenta.


Al ver que, fuese lo que fuese aquello, había amainado, seincorporaron poco a poco; todo parecía haberse detenido de repente.El cielo estaba completamente despejado. No quedaba ni rastro de lassombras, sólo el desastre que habían dejado a su paso.

      -¿Qué es lo que ha pasado...?- preguntó Alanna.

       -¿Estás bien? – la interrumpió Justin.

        -Creo que sí...

Los dos miraron a su alrededor. En el suelo descansaban un montón deramas arrastradas por el viento. Más allá se veía la carretera yel Plaza, o lo que quedaba de él.

        -Tú espera aquí – le dijo Justin– tengo que descubrir que es lo que ha ocurrido exactamente.

          -Voy contigo...

           -No. – se detuvo y se giró hacia ella bruscamente – Esta vez voy yo solo.

Antes de que Alanna pudiese replicar, el joven le dio la espalda yechó a correr por las escaleras. Se detuvo ante la puerta de suhabitación. Estaba abierta, pero eso no era ninguna sorpresa; másbien reafirmaba sus terribles sospechas.

Intentando hacer el mínimo ruido, se deslizó por la estancia pegadoa la pared. Entonces oyó un gemido de dolor. Provenía claramentedel vestidor. Se dirigió hacia allí justo a tiempo de ver a Rosstumbado en el suelo con una extensa mancha roja dibujada en lacamisa, prenda que Justin reconoció enseguida como suya.

         -Ross, ¿qué ha ocurrido? ¿Quién te ha hecho esto? – se inclinó a su lado intentado examinarle la                        herida. Tenía un corte en el vientre que no parecía muy profundo, pero estaba perdiendo mucha                          sangre.

           - Grant... el libro... – era evidente que le costaba respirar – se... lo ha... llevado

            - ¿Quién se lo ha llevado? – aunque se hacía a la idea de la respuesta, quería asegurarse.

             - La... señorita Crowfoot.

Esas fueron sus últimas palabras antes de perder el conocimiento. Loprimero que hizo Justin fue llamar a una ambulancia. Después revisóla habitación en busca de algún indicio, una pista, algo, cualquiercosa que pudiese llevarles hasta Bárbara. Era inútil. La ambulanciaestaba a punto de llegar y seguramente la policía también. Si sequedaba allí tendría que responder a un montón de preguntas paralas cuales, de momento, no tenía respuesta.

A sabiendas de que su presencia allí no iba a ayudar en nada a Ross,recogió sus cosas y salió de la suite. Antes, sin embargo, sedetuvo en la puerta y se giro una última vez hacia el interior de laestancia. Había tumbado a Ross en la cama e intentado limpiarle lasangre; aun así su cara mostraba una palidez verdaderamentepreocupante. 

         - Lo siento – su voz era apenas un susurro que se perdía a la vez que cerraba la puerta tras de sí – lo                      siento mucho.


De camino al vestíbulo, se cruzó con dos hombres que subían lasescaleras de dos en dos portando una camilla. Pudo oír todo tipo desirenas sonando en el exterior. En la puerta del hotel había dospolicías intentando poner un poco de orden entre los huéspedes delPlaza. Uno de ellos se esforzaba por dialogar con un grupo de chicasque, totalmente histéricas, estaban quebrando la poca tranquilidadexistente en el lugar. Entre ellas Justin reconoció a Trace y aCamilla.

Un poco más allá, cerca de la recepción, vio a Alanna con suabuela, que parecía mucho más anciana de repente. La señora alzóla cabeza y miró al chico, que a su vez desvió los ojos hacia sunieta sólo para cerciorarse de que ella hacía lo mismo. Seobservaron el uno al otro durante unos instantes. El joven sintió elimpulso de acercarse a ella para estrecharla entre sus brazos ydecirle que nada había pasado, pero sabía que no sería más queotra mentira.

Intentando no llamar demasiado la atención y pasar desapercibido,salió del Plaza sin decirle nada a nadie, con la amarga seguridad deque nada volvería a ser lo mismo, de que el mundo en el que vivían,tal como lo conocían, cambiaría para siempre.

TRAS LAS SOMBRAS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora