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Nao

Estaba terminando con el chequeo matutino a los pacientes hasta que me avisaron de un cambio de pacientes. Iba a intercambiar con otro pasante. 

Me dirigí a la celda de mi paciente y, al fijarme en el número escrito en la etiqueta junto a la puerta, sonreí. Era Springtrap.

—Con permiso— Entré al cuarto de Springtrap y lo miré con una sonrisa. Él estaba leyendo un libro que le trajo su enfermera mientras jugaba con el palito de plástico de una piruleta. 

—Buenod díad, Naovo— Susurró con el palito aún en la boca. Reí y tomé el palito para luego sacárselo de la boca y tirarlo en el cesto de basura. 

—Sabes que es de mala educación saludar con la boca llena. Si quieres masticar algo, pide algo de goma de mascar o un dulce masticable, yo qué sé. No mastiques plástico. 

—Lo siento... Estoy demasiado concentrado en este libro. No puedo creer que me dejaran quedarme con él, ¿Está bien que lo tenga yo aquí? 

—Claro que está bien. Siempre y cuando tú te hagas responsable de tus cosas. 

Escuché un suspiro de su parte y cerró el libro, cuidando marcar la página en la que se había quedado. Me miró —Nao...

—¿Qué ocurre?

—Tú amigo... ¿Él está aquí?...

Suspiré y miré a Springtrap para luego negar con la cabeza con una sonrisa leve —No. Él está del otro lado del mundo. A miles de millones de kilómetros de aquí. 

—¿No lo extrañas?...— Susurró con una vocecita apagada. 

—Claro que lo extraño. No pasa un día en qué no piense en él y en cómo se encuentra. Pero prefiero enfocarme en ustedes. A él no pude ayudarlo cuando le diagnosticaron su enfermedad. Pero a ustedes si puedo ayudarlos. Y juro que haré todo en mi poder para que ustedes puedan reintegrarse en la sociedad. Será difícil, las enfermedades como la tuya no tienen cura, pero con medicamentos y tratamientos especiales, puedes volver a convivir con otras personas sin necesidad de un bozal o camisa de fuerza... Solo se necesita harta fuerza de voluntad para conseguirlo...— Sonreí —¿No lo crees?

Springtrap sonrió, asintió con la cabeza y me abrazó con fuerza. Correspondí el abrazo, le di su medicamento y, luego de darle un dulce masticable por buen comportamiento, fui a atender a demás pacientes.

[...]

Me tocaba ayudar al doctor Alexander con las gemelas, a pasos apresurados llegué al cuarto de las hermanas y encontré al doctor halando de las ropas de la gemela menor, Mai.

—Ah, Naoko. Gracias al cielo estás aquí. Necesito tú ayuda. ¿Podrías asistirme?

—Seguro, ¿Qué necesita que haga? 

—Necesito que le vendes los ojos a Puppet y me extiendas ese contenedor de plástico lleno de caramelos de allá. 

—Claro— Luego de colocarle la venda a la gemela mayor con algo de dificultad e inyectarle el cedante, tomé el frasco de caramelos que me pidió el mayor y se lo extendí. Mai fijó su mirada en mi. 

—Bien hecho. No sueltes el frasco. Los dulces llaman su atención. 

—¿Qué es esto? ¿Estamos jugando a mirarnos?

—No, a Mai le atraen los colores brillantes. Llaman su atención y la mantienen en calma. 

—¿Algo así como si tuviese esquizofrenia?

—No. Es más un fenómeno mismo de la locura. Pierde la razón al no ver algo con lo que se sienta a gusto. Tiende a balbucear algo que recuerde y le transmita paz para no sufrir ataques violentos.

—Interesante...

—Bien. Sigamos con esto.— Luego de inyectarle el cedante a Mai y darle un dulce por buen comportamiento para que lo comiera después, las dejamos a ambas en cama para que durmieran y ambos salimos del cuarto. 

—Naoko...

—¿Sí?— Miré de reojo al doctor y este suspiró.

—¿Sabes algo sobre Calalini?

—Sé que es una canción japonesa creada hace un tiempo y basada en la historia de una pequeña diagnosticada con esquizofrenia. ¿Porqué?

—Últimamente Bonnie habla mucho de ella. Dice que Calalini es el mundo del que salieron Cosa Roja y Gato. Y que si encuentra la manera de regresárlos allá, él podrá jugar con otros chicos y no tendrá más alucinaciones.

Sonreí levemente y miré a otro lado, enternecida —Calalini es un mundo que esa pequeña inventó. No existe en realidad. Las alucinaciones son producto del cerebro, no pueden desaparecer. Pero... me alegra que aunque sea, Bonnie tenga la esperanza en que se puede curar. 

—¿Es normal querer decirle que todo aquello es una mentira?— Susurró Alex, volví la mirada a él —Es que... Es ridículo. La esquizofrenia no tiene cura. 

—Él quiere creer que puede curarse. No le digas nada. Eso solo empeorará todo.— Escuchamos un estruendo en el cuarto de las gemelas. Nos miramos a la par. 

—¿Crees que...?

—Imposible...— Corrimos de vuelta al cuarto de las gemelas y ahí encontramos a Mai pataleando y lanzando golpes al aire mientras lloraba. 

—El cedante y los fármacos. Prepáralos mientras tranquilizo a Mai.— Me susurró Alex mientras me miraba. Así lo hice. Del frasquito en mi bolsillo saqué 5ml de anestesia y golpeé la jeringa para sacar el aire de esta. 

—Mai, tranquilízate.— Alexander la sujetaba por detrás mientras la levantaba en el aire, intentando que dejara de poner resistencia. 

Una risa descontrolada se escuchó en todo el cuarto, Mai seguía pataleando y forcejeando mientras reía a carcajadas y a la vez amargas lágrimas escapaban de sus ojitos. 

—¡No estoy loca! ¡Los locos son ustedes! ¡Déjenme sola!

—Mai, cálmate. No hagas nada drástico ni de lo que después te arrepentirás. 

—¡No quiero que me den esas cositas chiquitas ni que me den pinchazos! ¡Déjenme en paz!

Alexander logró retenerla y me miró —Inyéctale el cedante y pásame los medicamentos.

Asentí y clavé la aguja suavemente en su brazo derecho. La miré tranquilizarse y le pasé las pastillas a Alexander, quien se las metió a la boca de una. Con ayuda de una botella de agua, logramos que se las pasara y minutos después volvió a dormir. 

—Listo. Gracias por tú cooperación. 

—No es nada, doctor. Me alegra ser de ayuda. 

Alexander asintió y luego de alborotar mi cabello con una sonrisa, tomó mi hoja de informes, la llenó y me la extendió sin decirme una sola palabra. Sonreí y salí del cuarto de las gemelas para luego cerrar la puerta tras de mi. 

Suspiré por el esfuerzo y me encaminé al cuarto de mi siguiente paciente, sin poder sacar de mi mente aquello que dijo Alexander...

¿Es normal querer decirle que todo aquello es una mentira?

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Si os habéis dado cuenta, se trata el tema de Calalini más abiertamente y no hay mención importante sobre esto. 

No os prometo publicar continuamente, pero daré lo mejor de mi para satisfacéros. 

Os leo luego. 



Sick FNAFHSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora