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27 de enero de 2003

338 días antes del accidente de William Traynor.

El sol se sentía de maravilla. Jamás pensé que tenía la piel tersa y color perla, pero tal vez quitarme algo de palidez no haría mal a nadie. Australia era fantásticamente perfecta. Cálida... Eso era lo que más amaba de ella.

No contaré las horas que estuve sentada en un estúpido sillón de avión, o cuanto tiempo estuve hablando de mis medias con un hombre al cual claramente no le interesaba el tema... Todo eso había valido la pena.

Estiré mis brazos en el aire en cuanto tuve mis maletas conmigo.

SI algo me había quedado claro al pisar por primera vez el aeropuerto... Es que no me harían falta medias por un largo tiempo. Demasiado largo tal vez.

¡Hacía tanto calor!

Mi celular empezó a vibrar dentro de mi bolsón. Palpé con torpeza los bolsillos tratando de encontrarlo, y luego de algunos segundos lo por fin lo había encontrado.

― ¡Hola!―contesté

―Louisa, Dios mío. ¿Te encuentras bien?

Era la voz de mi madre. Bastante preocupada... Otra vez.

―Mamá...

―Dios mío, tu padre está como loco.

―Lo sé...

― ¡Hemos gastado el dinero de la renta de tu hermana para pagarte una cobertura en el extranjero! ¡Estamos muertos del terror, Louisa Clark! ¡Qué se supone que debemos de hacer! ¡¿Pensaste en como volver?! ¿Dónde estarás hospedada? ¿Cuánto dinero lograste llevar? Tal vez pueda girarte algunas libras cuando tu padre cobre lo semanal...

Admito que no fue la manera indicada la que tuve para contarles a mis padres que me estaba yendo a Australia. Se lo había dicho un día antes de terminar de empacar.... Mamá se había puesto a llorar diciendo que me había vuelto loca, y mi padre afirmó que no volvería a la casa si me atrevía a subir a ese avión.

Pero... ¿Por qué no podían dejar que estirase las alas tan solo un poco?

Treena siempre tenía esa libertad... Tal vez yo no merecía ese beneficio a los ojos de mis padres, pero por ley, mi edad era más que suficiente para desquitarme un poco.

―Mamá―la interrumpí con una risa―óyeme, les agradezco lo de la cobertura. Te lo pagaré al regresar.

Oí algo parecido a un sollozo ahogado.

― ¿Cómo se supone que volverás si no tienes dinero? No tienes nada allí... Estás sola. Oh Dios. Debes estar asustada. ¡Mi niña!―gimoteó

Fruncí el seño.

―Mamá, no soy una niña.

Traté de sonar cortante, pero al instante sentí que el corazón se estrujaba en el pecho. Mi madre no estaba pasando un buen momento con todo esto. Ya estaba hecho, sin embargo le costaba asimilar tener a su hija a miles de kilómetros.

―Eres mi niña, Lou...

―Te amo, mamá. Confía en mí. Llegaré a casa, es lo que siempre hago―murmuré apegada al teléfono más de lo que debería. Como si de repente quisiera echarme a llorar por no poder abrazar a mi madre― Déjame ser libre, tan solo un poco. Sé que suena loco, pero sé que podré arreglármelas sola; no soy como Treena, pero lograré mi propia satisfacción, mamá. Amo hacer todo esto. Amo la aventura.

Sonreí algo nostálgica. No acostumbraba a hablar con mis padres. Normalmente ellos creían saber todo sobre mí y no me preguntaban nada. No era lo suficientemente original como para que mis acciones fueran de relevancia en la familia...

Oí un sollozo, esta vez demasiado sonoro.

―Estás siendo imprudente...

―SI no me das la oportunidad, jamás podré demostrarte lo que soy capaz de hacer. Mamá, debes confiar en mí...

Silencio.

Por favor... Mamá, confía en mí. Estaré bien―pensé.

―Louisa yo sé que tú-

― ¡Camina ya, motitas!

Y entonces pasó.

El teléfono cayó de mis manos debido al empujón que recibí de la maleta (de un tamaño considerable) perteneciente a un hombre alto y moreno que se apresuró a caminar frente a mi.

Quedé con la boca abierta. Olvidé por completo a mi madre y recogí mi teléfono del suelo al mismo tiempo que gritaba:

― ¡Hey! ¡Pedazo de idiota!

Mis maletas pensaban una tonelada, pero me las arreglé para estirarlas mientras perseguía al muchacho.

― ¿Qué demonios es tu problema?―chillé indignada.

El señor moreno arrogante se giró abruptamente hacia mí. Detuve mi marcha al instante y lo fulminé con la mirada. Era tan alto como un enorme poste de luz, su mirada estaba oculta tras unos lentes oscuros y su piel estaba bastante bronceada.

―Diré mejor, ¿Cuál es el tuyo? Estorbaste en mi camino, te aparté y eso es todo. Agradece que no fuera un guardia y que no te dejara una multa―dice con soberbia. Su acento era inglés. Definitivamente era un cheto.

―Te diré mejor que este pasillo es lo suficientemente grande para que pasases por un lado, maldito desconsiderado―acaté ofendida mientras me cruzaba de brazos.

Él niega con la cabeza con una sonrisa fanfarrona en su rostro.

―Demasiado malas palabras en la boca de una niña tan pequeña. ¿Debo hablar con tus padres acerca de esto? Que va, si no lloras te compro un paleta ¿quedamos?―el aparta sus lentes de su rostro, y entonces veo sus ojos azules y fríos.

Definitivamente esto era el colmo.

―Cerdo cretino―gruñí para él antes de darle la espalda y casi correr en dirección contraria. Por un momento creí que sería capaz de atropellar mis maletas en su estúpido rostro de idiota.

Tipos como él no valen la pena, Lou―pensé para mí.

― ¡Lindas medias! ¡Aunque no creo que las necesites, muñequita!―lo oí gritar a la distancia.

Tú Antes de Mi (Me Before You, FanFiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora