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Entonces era joven... ¿Qué podía saber yo de la vida? Todas mis caídas podían evitarse, claro. Y sabiendo todo esto, sufriendo el dolor de las heridas que aún no cierran, yo no me arrepiento.

Tal vez no sabría quien soy si no hubiese seguido aquellos instintos del corazón.

Leer aquella pequeña frase siempre hacía que recobrase el buen humor y la sonrisa que me caracterizaba. Estaba escrito en un papel viejo, demasiado arrugado y fino para ser―en ocasiones constantes―las palabras mas alentadoras. Ni siquiera recordaba el nombre del libro de donde la había sacado, y aún así, sentía que aquellos renglones harían de aquellos montones de párrafos una buena historia.

Respiré hondo antes de levantarme de la silla plástica del café del aeropuerto. Luego, decidí que olvidaría por completo a aquel chico desagradable y buscaría el hotel que había reservado antes de salir a conocer la cuidad.

Bien, Louisa. Muy bien.

Dejé sobre la mesa algunas libras por mi café y caminé hasta la salida con algo de dificultad.

El sol fue lo primero que atacó mi rostro en cuento puse un pié en la verdadera cuidad de Sidney. Entrecerré mis ojos mientras procuraba de acostumbrarme.

Realmente esto se sentía magnífico.

Mi sonrisa era tan grande, que mis mejillas se entumecieron un poco durante aquellos segundos. Todo era cálido y brillante. Los árboles tenían hojas de un verde muy vivo y bajo de ellos abundaban flores en cada rincón. El cielo azul y despejado parecía ser sacado de un cuento.

Las calles no estaban tan vacías como en Inglaterra, y el sonido de los pájaros se mezclaba con los cláxones de un tráfico algo congestionado. Estiré con dificultad mi equipaje hasta el taxi. Para cuando llegué al hotel ya había gastado más de la mitad del dinero que traía conmigo.

Bueno, al menos alcanzará para costear el hotel durante los siguientes dos días―pensé.

Entré al hotel y me registré de manera normal y pasando bastante desapercibida por quien me atendió. Era lugar pequeño, de pocas habitaciones y muy sencillo.

El mismo chico que me registró y me ignoró todo el tiempo se ofreció a llevar mis maletas, pero cuando llegué a la habitación y entré delante de él se fijó en mis medias y sonrió.

― Bonitas medias, señorita ― comentó.

― Oh ¿En serio lo cree? ―yo sonreí― Digamos que, por aquí no harán falta, hay tanto sol y...

― Definitivamente mi hija usaría unas medias como esas, incluso con el sol.

Lo miré con curiosidad.

― Oh, así que tienes una hija chiquita...― miré su delantal para leer el nombre en su placa― Marcos ― terminé llamándolo.

Marcos se acomodó el cabello oscuro luego de dejar mis maletas en una esquina para luego mirarme.

― Oh, si... Tengo una hija, aunque no vive aquí conmigo― el pareció entristecerse.

― Vaya, lo siento mucho ― dije, algo torpe.

Siempre tenía que ser yo la que sacase temas incómodos o simplemente intratables.

Maldición.

― No te preocupes... Pero dime ¿Eres estadounidense?

― Oh no, soy inglesa.

Él abrió sus ojos de par en par.

― Vaya, desde bastante lejos...

Y fue cuando empecé a hablar demás. Le conté a Marcos muchas cosas, ni siquiera teniendo una verdadera razón aparente. Tal vez fuese porque el hombre que se sentó junto a mí en el avión me había confundido con una loca y luego el joven del aeropuerto había sido grosero, así que encontrarme con alguien que no opinaba de mis medias de manera ofensiva o se comportaba como un idiota era un gran alivio para mí.

Marcos se sonrió conmigo en varias ocasiones y hasta soltó pequeñas carcajadas cuando le contaba de mis padres autoritarios y pueblerinos. El mencionó que también había pasado por lo mismo, pero que su pueblo natal era Luisiana.

Me quedé atenta a Marcos, con sus ojos verdes expresivos y su barbilla prominente. Tenía más o menos treinta y tantos años y resultaba muy fresco y atractivo.

No es que yo viniese hasta Australia para saber de amores, pero no podía dejar de pensar en lo apuesto que se veía Marcos siendo amable, atendiendo su pequeño negocio y contándome cosas triviales.

Luego de unos cuarenta minutos, el murmuró unas disculpas por nuestra repentina charla.

― Oh, no te disculpes Marcos. Es en serio... ―yo solté una risita― Eres la primera persona amable y te lo agradezco un montón. Me ha encantado hablar contigo.

― Pues vaya que eres sociable y amable para ser inglesa.

― Me encanta salir de los moldes, que te diré ― acoté.

El sonrió conmigo una última vez y luego se marchó dejándome las llaves sobre una mesa al lado de la puerta.

Muy bien Luisa.

Una aventura comienza con una amistad.

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⏰ Última actualización: Feb 26, 2020 ⏰

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Tú Antes de Mi (Me Before You, FanFiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora