Maldad

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Siendo honestos, en la escala de la persona más insoportable y menos confiable de todas debía estar él en primera fila. No por nada más de uno desconfiaba de sus palabras y prefería aliarse con cualquier otro antes que con él. No obstante, también estaba la posibilidad de que supieran la inteligencia que tenía y la determinación que poseía para hacer que sus planes se cumplieran sin importar a quien tuviera que pisotear.

Era diabólico. Era calculador, la perfecta descripción de un bello rostro con un demonio tan destructivo y malvado como su belleza. Más de uno podía caer en el papel que él decidiera tomar por gusto y él se encargaría de burlarse por cada minuto en el cual hubiera estado esa persona en uno de sus juegos. Porque eso era, todo era una estrategia bien planeada para su diversión personal.

Y en los momentos de lucidez que tenía podía reflexionar con respecto a él. Cuando no se encontraba admirando su figura o la forma en la cual se divertía.

No lo entendía, en absoluto. Había estado con él muchos años y no era capaz de saber nada de sus planes. Sin embargo, que dijera que no le contaba sus planes por el simple hecho de que si estos terminaban mal él iba a salir perjudicado, lo hacía sentir importante.

¿Cómo podía sentirse tan lejos y al mismo tiempo tan cerca de alguien así? Sólo Ferid podía lograr mantener una pared invisible entre ambos para después hacerlo pensar que podía tenerlo a su lado si quería. Muy malvado. Como debía esperar de alguien como él.

Podían compartir una charla amena e incluso besar sus labios el día anterior. Y de igual manera a la mañana siguiente tal vez él no se molestaría en mirarlo a los ojos o voltear a ver si pasaba a su lado. Podía tenerlo en sus brazos incontables minutos y acariciar su cabello con suavidad, y tal vez en la mañana no quisiera estar a menos de un metro de distancia de él.

Quizá porque su naturaleza le impedía salir de su fachada. También podía deberse a que como pocas veces en su existencia, de verdad había logrado crear un conflicto interno en el vampiro. Eso sonaba incluso mejor y sus ánimos subían de una manera considerable. Pensar que lograba perturbar sus pensamientos hasta el punto en el cual tuviera que alejarlo para conseguir algo de paz. La idea era tan satisfactoria, imposible de explicar.

No era que le gustara verlo sufrir. La razón de que se sintiera tan entusiasmado era la idea de ver como podía cambiar su actitud. De ver que él tenía la relevancia suficiente para lograr cambiar ese rostro diabólico y sonriente por uno consternado y en conflicto. Verlo romper su fachada se había convertido en su pensamiento y pasatiempo favorito. Hasta el punto de idear formas de perturbar su paz lo máximo que pudiera, aún si corría el riesgo de cansar al vampiro de cabellos plateados y pagar un alto costo.

¿Qué podía intentar esa vez? ¿Decir cosas que tuvieran doble sentido? ¿Pasar de largo e ignorarlo? ¿No responder más que con una sonrisa esperando que buscara respuestas de verdad? También podía actuar normal mientras permitía que el contrario pensara que él no era de su interés en absoluto. Todas eran muy buenas opciones.

Sonrió cuando se vio cerca de aquel que estaba en sus pensamientos.

Crowley creía que se estaba volviendo un ser cruel y malvado, y si en verdad era cierto, había aprendido del mejor.

800 años |CrowFeri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora