Capítulo 1.

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-Por los derechos que me otorga la ley, declaro al acusado, Kevin Meyers, culpable de acoso sexual múltiple y está condenado a 10 años de cárcel.
El sonido del martillazo dado por el juez provocó un eco que se fue haciendo cada vez más leve. Al cabo de unos segundos, la gente empezaba a irse, hablando en voz muy baja por los pasillos.
Mi trabajo allí había terminado, así que, cordialmente, me despedí del juez y de la familia de mi defendida, la cual me agradeció completamente mi trabajo, y salí de la sala. Me dirigí a la máquina de café de la cafetería, la cual estaba a sólo unos pasos. Inserté el dinero en la máquina y esperé mi café.
-Se ve que has vuelto a triunfar.-dijo una voz a mi izquierda.
Me giré. Una chica de pelo castaño claro y ojos azules estaba delante de mi. Señaló disimuladamente a la multitud de periodistas con cámaras en el exterior, al acecho de una exclusiva para ocupar la primera página de las revistas por las cuales estaban contratados. En ese momento, dos corpulentos policías salían con Kevin Meyers esposado y con la cabeza baja. Los flashes empezaron a aparecer. Los policías intentaban tapar al acusado y pedían a los "paparazzi" que cesaran sus fotografías.
-Bueno, solo intento hacer mi trabajo tan bien como puedo, Kate.-le dije, brindándole una sonrisa a mi secretaria.
-Pues que sepa usted que, haciendo su trabajo, es de los mejores de este país, señor Kennedy.-me devolvió una sonrisa de labios cerrados cordialmente.
-Muchas gracias, señorita Bett. Le agradecería que averiguara sobre los casos que tengo más a la vista, por favor. Me gustaría que me llamara en cuanto los tuviera, si es posible.
-Sí, claro. -me respondió Katherine.-Ahora mismo voy.
Se despidió con un movimiento de cabeza y se fue, con sus tacones dando pequeños golpes en el suelo de mármol del edificio.

Al parecer, los "paparazzi" no parecían haberse ido. En cuanto abrí la puerta de salida millones de flashes y personas con micrófono acudieron a mi. Entre la multitud, se oían diversas preguntas.
-Señor Kennedy, ¿le ha parecido difícil el caso?
-Bueno, ¿qué puedo decirle? Este caso ha tenido sus grandes dificultades. Todos estos asuntos relacionados con el acoso, ya sea sexual o de cualquier otro tipo, son difíciles de tratar.-el clima hacia que, tanto de mi boca como de la del periodista, saliera vaho. Hacia mucho frío y agradecí a Christine haberme dicho que me llevará el abrigo largo de pelo y mi bufanda.
-Señor, ¿se mostró la víctima del acoso abierta a hablarle del caso?
-Lo siento, pero eso no puedo decírselo. Hasta luego.
Después de esto, me escabullí entre la gran multitud de periodistas y me dirigí a mi coche. Algunos de ellos me siguieron y me fueron preguntando cuestiones, a las cuales respondí con "lo siento, son datos confidenciales de la víctima que no puedo desvelar." Rápidamente, me metí en el coche y salí de ahí lo más rápido que pude. A pesar de la sensación de alegría por haber ganado el juicio, me sentía tremendamente cansado. Había pasado noches en vela investigando sobre el caso y recopilando datos. Lo único que quería era descansar.

De camino a casa, me entró una llamada.
-Noah Kennedy, ¿diga?
-Buena, tío. Acaba de salir por las noticias. No me esperaba menos.-la voz del otro lado del auricular me resultó familiar al instante.
-Hola, Bob.-dije con una ligera risa.
-Me tendrás que explicar detalles. ¿Quedamos esta noche?
-No puedo, tío. Tengo una familia, ¿recuerdas? Una mujer, hijos...
-Si, bueno. Ya sabes que yo no sé de eso.-su voz sonó algo confusa, debido a un bostezo suyo.
-Tranquilo, Bobby. Algún día le servirás un buen vaso de café calentito al amor de tu vida cuando vaya a Jackson's.
-Venga ya, tío. Sabes que no me gusta que me llamen Bobby.-dijo el, quejándose.
-Encima que te doy esperanzas sobre encontrar el amor de tu vida...
-Sí, bueno. La única esperanza que tengo es la de poder llegar a mi cama y dormir. Tengo que volver al curro. Parece que hoy hay frío fuera, porque la gente no para de venir. Te dejo, hablamos luego.
-Adiós, Bobby.-le dije entre risas.
El manos libres colgó justo cuando llegué a casa, en el 72 de Minor Avenue. Aparqué el coche, cogí mis pertenencias y fui hasta la puerta, la cual abrí con llave.
El calor de la calefacción entró poco a poco en mi cuerpo, y sentí ganas de quitarme en abrigo.
-¡Hola...!-exclamé.
El ruido de pasos se fue haciendo más fuerte hasta que, de una esquina, apareció un niño de cabello espeso y rubio, no mayor de 5 años.
-¡Papá!-mi hijo corrió hacia mi. Yo me agaché para abrazarle
-Hola, pequeño.-le dije a mi hijo, despeinandole el pelo.
-Mira, papá.-dijo el pequeño, dejando de abrazarme.-Hoy me han dado esto en el colegio.- El niño sacó del bolsillo de su pantalón de lana un pin redondo con un dibujo de una cara sonriente. El mensaje "¡Bien hecho!" se mostraba en el borde de la circunferencia.-La profesora me lo ha dado porque he sido de los pocos niños que han respondido bien a las preguntas de clase.
-Ah, ¿si? Así me gusta.-le dije, sonriéndole.
-También se lo han dado a Sydney y a Robert. Pero la profesora me ha dado la más especial a mi.-sus ojos verdes relucían como la esmeralda.
-¡Lionel, ve a la ducha! ¡Ya casi es la hora de cenar!-escuché una voz femenina. Una voz elevada sin sonar enfadada, amortiguada por la distancia y las paredes de la casa. Se dibujo un gesto de aborrecimiento en la cara de Lionel.-Venga va, Lionel. Que he preparado algo muy rico para cenar.-La voz se hizo más clara y cercana.
Levanté la cabeza y vi a una mujer alta y de piel blanca, con el cabello pelirrojo recogido en un moño alto. Mechones de pelo le caían por los costados de su cara, los cuales llegaban hasta la mandíbula inferior. Iba vestida con un delantal azul y blanco, por encima de una sencilla camiseta negra y unos tejanos clásicos. En sus pies llevaba unas zapatillas de andar por casa.
-Ya voy, mamá.-respondió Lionel. Suspiró y se fue, girando la esquina en dirección al pasillo. La mujer de cabello rojo le acarició la cabeza mientras se iba.
En cuanto estuvimos solos, me levanté y fui hacia ella.
-Llegas temprano hoy.-me dijo ella.
-¿Te acuerdas a qué hora me desperté esta mañana?-le pregunté.
Puse mis manos en su cintura suavemente y la atraje junto a mi. Ella puso sus manos alrededor de mi cuello. Era alta, pero algo menos que yo. Ella esbozó una sonrisa y, acto seguido, juntamos nuestros labios en un beso suave. Sentí la alegría de mi vuelta a casa en sus labios y en su abrazo.
-Ya he visto que has ganado el juicio.-me dijo.
-Bueno, no me extraña que lo sepas. Hasta Bob lo sabe.
-No seas malo con Bob.-se rió y me dio un pequeño golpe en el hombro.-Voy a ver a Lionel.
-No, espera. Ya voy yo.-le espeté.
-Bueno, vale.-me dijo ella, alzando las manos. Me sonrió.-Todo tuyo.

Friendship's Laws (SPANISH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora