Como había llegado diciembre, todo a mi alrededor se estaba convirtiendo en un pasadizo al melancólico pasado. El frío que helaba mis rodillas me llevaba directo a mis salidas de la mano con mamá al centro comercial para comprar los adornos navideños.
Los hermosos paisajes que mostraban los calendarios me parecían imposibles entonces. La idea de la nieve en mi país era imberocímil, no podía imaginar que cayera algo aún más frío que el invisible sereno de la noche.
Sarah estaba a unos pasos de mí con un abrigo mullido de color marrón, me esperaba como siempre que sabía que tenía cosas que contarle.
En un tiempo eso no se podría ni pensar ¿Yo diciéndole lo que pensaba a alguien? Nunca.
Pero ella era diferente, era la única persona con la que había llorado hasta quedarme seca, la única que no hacía preguntas, la que se aseguraba por mi bienestar día a día. Para mi, era un deber contarle si algo me sucedía.
Y le escupí todo lo que me había agobiado en días, sin contar las dos nuevas personas que estaban en las puertas de mi vida, le hablé de los recuerdos y de cómo el frío se había vuelto un mal factor.
-Deberías hablar con tu mamá
No podía creer lo que decía ¿Se le había olvidado toda la historia con mi mamá?. Apesar, muy a pesar de vivir con ella, lo menos que haría es acudir a ella. Ya no es la misma de antes y mis problemas los desecha como si fuesen tan poco importantes que no necesitaran ser dichos.
Entonces, escapé...
De Sarah, de mi madre, de mi padre, de mi abuela, de las personas que se habían burlado de mí cuando me vieron vistiendo harapos de pobre, de los recuerdos tristes, de los molestos y sobre todo, de los felices.
No sabía exactamente hacia donde corría, solo lo hacía mientras lloraba y trataba inútimente de gritar, a lo lejos escuchaba a Sarah desesperada. La última vez que hice esto fue a los 14 y quedé en el borde de un puente con la promesa de lanzarme. Ellos creían que me suicidaría, pero intentaba lanzarme para ver debajo del agua el hermoso atardecer.
Lluvia rociaba mi cabello, caía lentamente por mis sienes y frente. Por mis mejillas y cuello, hasta que me encontré empapada. Me senté en la acera y llevé mis rodillas a mi pecho. Así talvez me confundieran con un desperdicio de la calle y a juzgar por mi tamaño era algo comprensible.
Alguien tocó mi hombro, no quería voltear, quien fuese que fuese vería mi cara destrozada y por lo tanto mi alma desnuda. Pero insistió, le dije que estaba bien.
-¿Eileen?
Me costó un momento analizar la voz y responder al llamado.
-¿Zayn?
-¿Qué haces, te vas a enfermar?
-Espero a alguien
La mentirosa compulsiva que llevaba en mi salió a flote y no esperaba que se fuera en un buen rato.
-Vivo muy cerca de aquí, puedes esperar allí.
-No quiero, déjame aquí.
-La última vez que dejé solo a alguien, las cosas no fueron muy bien.
La frase retumbó en mi mente, Zayn no parecía el tipo de persona con un gran pasado. Extranjero por su nombre, pero solo eso y los extranjeros por lo general siempre cuentan la historia de como se acostrumbraron al país.
Luego sentí una presión en la espalda, una bajo las rodillas y de un momento a otro brisa en todos los lugares que habían estado pisando la acera. Zayn me llevaba en volandas y no podía protestar, pero no por no saber que decir, era por la sensación de cosquillas es el estómago y la punta de los pies. Las ganas inmensas de sonreír me hacían querer llorar también, en vez de eso, miré a el chico que me sostenía, desde mi punto, era un príncipe o una fuente inalcanzable de felicidad.
Me bajó en las escaleras de una casa humilde, abrió la puerta enseguida y fue entonces cuando volví a mi cuerpo y reaccioné.
-¿Cómo te atreves? y ahora me llevas a tu casa, esto es horrible Zayn, ¿Qué clase de persona crees que soy?
-Una que no debe estar bajo la lluvia a estas horas de la noche, sabes que tenemos una cita mañana ¿Y decides enfermarte?
No recordaba a qué cita se refería, si eso me lo dijo hoy ya lo habría olvidado. Tantas cosas han pasado desde que lo vi por primera vez.
-La cita de ti y Andrés y mi novia y yo- dijo saliendo de un leve sonrojo.
Ahora me daba vergüenza que Andrés supiera esta historia de mi en la calle llorando como una vagabunda.
-Hey, esto puede quedar entre tu y yo. Me gustaría preguntar pero pareces querer morir con ello.
-No, yo... -¿Qué hacía? ¿Pensaba contarle a él toda mi historia? Tendría mucho material más con que burlarse y aunque sus bromas fueran algo inocentes no me quitaba la sensación de que le gustaba mofarse de todo.
-Me tengo que ir a casa, Zayn
-Lamento decirte que tendrás que quedarte porque es muy tarde, esta zona es peligrosa y está lloviendo.
-No voy a entrar a tu casa.
-No te voy a insistir.- dijo y cerró la puerta en mi cara.
Presa del pánico, toqué desesperadamente la puerta hasta que esta se abrió y nada más.
Las luces estaban oscuras, hasta que del otro lado se escuchó un ¡click! y se iluminó la sala, se encontraba poco amueblada y de hecho, los colores no combinaban entre sí. Cuando vendí las cosas de la abuela para ganar dinero, su casa se vió muy parecida a esta.
-Puedes dormir en el sofá
Una yo más pequeña vino a mi mente, despertándose en la noche sudada y llorando por las múltiples pesadillas. De nuevo, me avergonzaba estar en presencia de él, no le podría decir que sufría de terrores nocturnos.
-Gracias - susurré, ideando una manera de no dormir para no despertar con las terribles pesadillas.
Una parte de mi mente me sugería que le confesase a Zayn lo que me agobiaba y otra parte, más sonora me decía que no durmiera y me fuera en lo que mirara al amanecer.