Prólogo

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A excepción de Roselyn Ross, toda la cuidad, se encontraba refugiada en sus sábanas, puesto que la mañana del 4 de julio, se había levantado, con una neblina que cubría parte del centro de la cuidad de Georgia. Cerca de las 9:00 de la mañana nos cayó encima un diluvio torrencial, por lo que las fiestas patrias, se habían suspendido hasta que el cielo se despejara. Elisabeth, la enfermera que estaba a cargo de los cuidados médicos de Roselyn, insistió en que volviera a la cama. A decir verdad, mi madre era bastante testaruda. Quizás era la falta de sueño o los fármacos, que la volvían más estúpida por las mañanas. –Debe descansar señora Hill—le volvió a insistir. Esta se volvió hacia donde estaba Elisabeth y le gruño en silencio—Mijita, no me apellide Hill, deje de ser la señora Hill hace mucho tiempoLa enfermera se disculpo e insistió que vuelva a la cama. La miré y me hizo una seña con el dedo. Quería conversar, así que, me enderecé cerca del marco de la puerta y camine hacia la sala, donde minutos antes, bebía una taza de té caliente.

Me acerque a la ventana más próxima de la sala y mire hacia el exterior. Las calles de la cuidad, estaban inundadas por la lluvia, habían charcos en el cemento, y mucha tierra en el cobertizo. La municipalidad tendrá un trabajo muy pesado el día de mañana.

—Su madre, ha regresado a la cama—dijo Elisabeth por detrás. Se le notaba cansada. Era entendible. Últimamente el ánimo de mi madre ha ido decayendo y con ello han aumentado sus caprichos de majadera.

—Lo lamento—me disculpe—ha estado así desde que el tumor colapso su sistema nervioso.

­— ¿Ha pensado en la quimioterapia?

—Es mucho dinero y por el momento mi economía, ando por los suelos—mis ojos se cristalizaron.

—No se preocupe señorita Hill—me abrazo por la espalda—encontrará algo digno de usted

Mi madre estaba muriendo y yo no tenía como pagar sus tratamientos. No contaba con dinero, y tampoco con una carrera, la cual me ayude con los gastos. Hubo muchos problemas cuando era adolescente. Así que, pospuse mis estudios. Pero el tiempo me alcanzó y jamás volví a pensar en estudiar. Sobre todo que ahora no tengo como pagar la universidad y con las crisis económica, tenemos bastantes deudas que pagar. Mi sueldo eran de 200.00 dólares al mes. En la tienda de artículos domésticos de "Jonney's". Lo que cubría las cuotas y la cena del día. Necesitaba un trabajo diferente. Uno donde el sueldo mínimo cubra las cuotas de todo un año.

Después de ofrecerle una taza de té caliente a Elizabeth, esta regresó al cuarto de huéspedes, que teníamos en el segundo piso. Con el clima que empera, no podía dejar que se fuera a su casa. Luego de limpiar los platos y los servicios, me dirigí hacia el comedor y tomé el periódico que había traído Elizabeth la noche anterior. Era una fecha atrasada, pero quizás la lista de empleos siga vigente. Había varios, desde niñera hasta trabajo en oficina. Jamás me gustaron los niños, así que no me vendría un trabajo como ese y trabajo de oficina, ni al caso, necesitaba un diploma para eso. Seguí buscando entre la sección de trabajos, marque uno o dos de garzona, uno de una cafetería y el otro de un bar, que se encontraban en el centro de la ciudad. La paga era más de lo que ganaba en la tienda de artículos domésticos, pero aun así no eran suficientes. Di vuelta a la siguiente hoja y me encontré con una sección especial titulada

Sección: empleos millonarios

Esta era la última sección de las ofertas de empleo y por las descripciones era de suponer que estaría de las últimas opciones en la lista de trabajos. Eran llamados, para ofrecerte de mujerzuela, en algún club de mierda, a las fueras de Georgia. Era un trabajo de mierda, pero la paga era excelente, de hecho, de todos los que enmarque, era el mejor que había visto hasta ahora. Sé que es una idea terrible, pero mi madre agoniza y hoy en día, ya no es nada nuevo que una mujer cumpla los deseos de un viejo decrépito de mierda. Leí de nuevo la descripción.

SEÑORITA HOLLY-DAY

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Esto es para ti.

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Me levanté de la mesa y tome el teléfono. Mis dedos temblaban, estaba nerviosa. Que otra opción tenía. Le había hecho una promesa a mi madre, el día que enfermo, claro, antes de que la estupidez se hiciera presente. Yo estaría para ella, siempre, pase lo que pase. La cuidaría, la protegería y mantendría a flote lo que queda de la casa. Hay mentes que cuidar y cuotas que pagar. Debo tomar una decisión.

El teléfono sonó, una, dos, tres veces. Mi corazón se detuvo, cuando al otro lado de la línea, un hombre con una voz gruesa y seductora contesto.

—Holly-Day, a sus servicios—sonaba queriendo ser profesional.

— ¿Cuanto pagan? —dije sin rodeos.

Al otro lado de la línea, el hombre se rió.

—Tranquila nena—parecía divertido—el sueldo base es de cinco grandes—dijo serio—claro... además de la propina especial—pude jurar, que se mordía los labios.

—Acepto—dije sin más

—Perfecto. Debes venir aquí y rellenar tus datos en un formulario—su tono de voz regreso.

—Iré cuando la lluvia cese—dije sin emoción.

—O también­— suavizo sus palabras—puedes arrepentirte

—Estaré mañana a las 14:00—ya tenía la decisión tomada.

—Bueno nena—dijo divertido—te veré mañana

—Ok, hasta luego.

Antes de cortar, pude escuchar sus palabras al otro lado de la línea.

—Disfruta de tus sueños nena...

Por alguna razón, sentí temor ante sus palabras, porque sabía que hoy, sería la última vez, que podre disfrutar de los sueños. Desde mañana, todo sería distinto.

Los sueños estarían muertos, pero el infierno no.


Un latido por Maddison HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora