Capítulo 1

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- Pero… no llores

- ¿Cómo no voy a hacerlo? Es que ante todo es una amiga y siento que la estoy perdiendo sin remedio. La quiero de verdad.

- Tenéis problemas pero no te lo tomes más en serio de lo que debes. Habladlo y verás todo de otra manera. Comprobarás que hay una solución. Siempre la hay.

- Esta vez no, Héctor, esta vez no.

Javima se alejó de al lado de su amigo y fue a sentarse detrás del quiosco al lado del cual estaban hablando. Acababa de discutir con su novia y ella le había exigido un tiempo para pensar si realmente merecía la pena seguir con aquella relación y si la única solución que les quedaba no sería dejarlo todo de una vez y que cada uno hiciese su vida por separado. Lo que más le dolía de todo a Javima era el hecho de que temía perder a la única amiga verdadera, digna de su total confianza, que había tenido en toda la vida y ya no sólo el hecho de que fuese a tener que renunciar al sentimiento que lo unía a ella. Sólo quería saber si realmente la única persona a la que había sido quien de atarse en su vida seguiría ahí para darle el apoyo que era muy posible que necesitase.

Héctor prefirió marcharse y dejarlo solo. Conocía a Javima desde que habían empezado la primaria y sabía de sobra que únicamente aceptaría su propia sombra en aquellos momentos. Pensó que realmente no se merecía aquello ahora que todo parecía que estaba transformándose en su vida, que había iniciado un camino que parecía recto, lleno de sorpresas positivas y sin sobresaltos desagradables.

Los padres de Javima lo habían dado en adopción apenas unos días después de su nacimiento. Después de ese momento había pasado por varios orfanatos y varias familias de acogida pero en ninguna había podido quedarse por mucho tiempo debido al mal carácter con el que había crecido. Por eso hasta la edad de 6 años no había encontrado un hogar en el que se sintiese realmente a gusto. Pero entonces las circunstancias que rodeaban su vida cambiaron y de repente un matrimonio ya mayor se hizo cargo de su tutela y con ellos llegó algo de paz y tranquilidad para Javima. Desde entonces podría decirse que se fue desarrollando como cualquier niño de su edad, con una estabilidad relativa. Sin embargo, con apenas 11 años perdió a su padre y desde entonces sólo había podido contar con su madre. Se encerró en si mismo y dejó de relacionarse con sus compañeros. Sus calificaciones no eran malas por lo que su madre y sus profesores pensaron que aquella actitud en busca de la soledad era una secuela de aquel duro golpe y que con el tiempo él volvería a ser el niño que era antes. Pero nada cambió y Javima siguió así y para nada parecía necesitar a los demás; se bastaba a si mismo y se transformó en un niño introvertido del que ninguno de sus compañeros sabía qué pensar. Por eso, por lo raro que resultaba ser, empezaron a insultarlo. Pero nada parecía hacer mella en él y tan sólo en ocasiones daba la impresión de que podían verlo llorar. Cuando veía a algún niño acercarse con la intención de preguntarle si le pasaba algo rápidamente se secaba las lágrimas y se marchaba del lugar en el que estaba. Tan sólo cuando llegaba a casa y nadie más que él estaba encerrado entre las cuatro paredes de su dormitorio se desahogaba tranquilamente. Y de esa forma se fueron sucediendo los años sin que nada en él cambiase.

Una mañana de noviembre en la que él ya se encontraba en 3º de ESO llegó la directora del instituto en el que se encontraba con una adolescente rubia, de ojos verdes, delgada y más bien bajita. Al principio a él no le llamó la atención, sólo le parecía una compañera más, de las muchas que tendría que conocer a lo largo de su vida.

Pero, desde el principio fueron además de compañeros de clase, vecinos de pupitre. Desde los primeros días que estuvieron juntos ella intentó una y otra vez tratar de hacer mella en la muralla que aquel chico había creado a su alrededor y, aunque parecía que nunca lo conseguiría, ella siguió persiguiendo aquel objetivo que se había marcado a si misma. Así fue como a poco logró destruir todas las barreras que Javima había construido en su corazón en contra de los demás y además, él empezó a verla con otros ojos muy a su pesar. De repente se encontró con el sentimiento de que le parecía una chica que bien podría transformarse en una gran amiga y, a pesar de que todavía intentaba resistirse a los encantos de la chica sabía que no lo lograría.

Una mañana de abril ella estaba haciendo unos ejercicios que les había mandado la profesora de geografía y, sin darse cuenta, empezó a pensar en voz alta:

- Barcelona tiene cuatro provincias, que son…

Javima no pudo evitarlo y empezó a reírse. Ella se quedó perpleja al verlo reír, sin comprender por qué lo hacía. Una vez que se hubo tranquilizado él le preguntó:

- ¿De veras no te diste cuenta de que estabas intentando responder en alto a las preguntas de los ejercicios?

- No, pero creo que mi error ha merecido la pena.

- ¿Qué quieres decir, Elena? –preguntó extrañado Javima.

- Que es la primera vez que te veo reír desde que he llegado aquí y creo que no ha sido poco el tiempo que he pasado a tu lado, ¿verdad? Además, también es la primera vez que te diriges a mí con amabilidad, sin ponerme malas caras y sin hablar con un tono que diese a entender que estabas enfadado conmigo. Es increíble. Me da la impresión de que esto lo estoy soñando y de que no es real.

- ¿Eso crees? ¿Quieres que te pellizque para que sepas si ya es hora de despertar?

- No considero que sea necesario. Lo que me estás diciendo es tan real como que ya casi ha acabado la clase de geografía y que se acerca el recreo. ¿Aceptas esta vez mi invitación a dar una vuelta juntos?

- Mejor no –dijo él pensativo.

- ¿Por qué? ¿Por qué ahora me sales con eso?

- Porque considero que es mejor que quedemos por la tarde, después de tu clase de inglés, ¿qué me dices?

Ella lo miró muy sorprendida. Realmente, había desaparecido en él toda muestra de su aparente desprecio por los demás, de la impresión de que no necesitaba a nadie más que a si mismo para salir adelante. Pero todavía había algo que la inquietaba terriblemente y era el hecho de que su mirada todavía era oscura, como si hubiese algo que él tenía guardado y que no quisiese confiarle a nadie, algo terrible sobre su pasado que él no quería desvelar. Ante todo quería descubrir qué era aquello que había dejado una marca tan profunda en Javima. Se lo planteó como si fuese un nuevo reto que ella debía alcanzar.

- Pero, ¿por qué no ahora?

- No espero que lo entiendas, pero necesito estar solo durante estos minutos. Quiero que algunas cosas queden claras para mí. Para mí es una necesidad el saber que todavía tengo control sobre mis sentimientos, es una cuestión de prioridades.

- ¿De qué tienes miedo?

- ¿Perdón?

- Puedo percibir de lejos que tienes miedo de confiar en mí, aunque no te culpo. Y sí, tienes razón, no lo entiendo. Pero no te preocupes, yo me voy a apartar para que tú sopeses las ventajas y los inconvenientes de que seas mi amigo, de que crees o diluyas paranoias acerca de la posible relación que puedas mantener conmigo y la gran cuestión: si crees que soy digna de tu confianza –ella paró para observar su expresión y no la sorprendió ver lo interesado que estaba en lo que decía-. Te preguntarás como sé todo esto y la respuesta es más sencilla de lo que tú te puedes imaginar.

- Tienes razón en algo –la interrumpió él-, y es en eso. Es muy fácil saber que igual reconoce a igual, ¿o no? ¿Piensas que no me he dado cuenta de que no has intentado acercarte a nadie más que no fuese yo?

- En eso te equivocas. Sí me he acercado a alguien más que no eres tú, pero no de esta clase porque me parecen demasiado inmaduros. En cambio, en otras aulas sí tengo buenos amigos, ya te presentaré algunos. Unos son más mayores que nosotros y otros de la misma edad o incluso un poco más jóvenes, pero te aseguro que tienen más sentido común que las cursis y los pijos que estamos acostumbrados a ver por aquí.

Él la miró divertido. Parecía que lo iba a pasar bien con ella. Y así fue, poco a poco fueron haciéndose más y más amigos hasta el punto en el que decidieron ser algo más, aunque no sin un leve empujón por parte de los amigos que tenían en común y que veían lo que ellos trataban de ignorar bajo todas las circunstancias por miedo a romper la maravillosa relación que lo había unido durante todo aquel tiempo.

Ahora, ese maravilloso trato parecía haber desaparecido para dar paso a sentimientos contradictorios en el caso de ella. Por una parte deseaba con todas sus fuerzas seguir al lado de Javima pero por otro lado la asustaba el descubrirlo a veces pensando y ver reflejada en sus ojos aquella primera oscuridad que había descubierto en ellos y que durante mucho tiempo había desaparecido. Le había pedido aquel tiempo para alejarse de él un poco, pues realmente tenía miedo de que en algún momento aquello pudiese explotar y que pudiese alcanzarla a ella.

Cómplices de la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora