Capítulo 4

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No le importaba la lluvia ni el daño que le hacía el empedrado a través de la suela tan fina de sus zapatos. Caminaba sin rumbo por las bulliciosas calles del casco histórico de Santiago de Compostela, siempre llenas de turistas que intentaban impregnarse de la historia que se mostraba al girar en cada esquina.

Muchas ideas pasaban veloces por su mente, algunas para quedarse. Otras, quizás demasiado reales o irreales, volvían a su lugar de origen. No estaba segura de nada y a la vez de todo, pero Elena quería descubrir que se ocultaba tras lo que podía ser un montaje prácticamente perfecto o un hecho que superaba cualquier película de ficción.

El entierro de Javima y Héctor transcurrió entre lágrimas, indignación, negación y deseos de que se pudiese encontrar a los culpables. Sólo uno de los presentes albergaba una pequeña esperanza, oculta bajo varias capas de maquillaje que intentaban cubrir las profundas ojeras. Muchos pensaron que los ojos hinchados eran un indicativo del sufrimiento de Elena e intentaron mostrarle que no estaba sola.

Aquella expresión se debía a la incertidumbre de si debía compartir las conclusiones a las que había llegado. Pero no podía: en el caso de que la creyesen y finalmente no fuese cierto sólo conseguiría traer más sufrimiento. También podía darse el caso de que no tuviesen en cuenta su opinión, pensando que la muerte de sus dos amigos le había afectado demasiado.

Esa noche fue la primera en la que pudo dormir un poco. En sus sueños se mezclaban el reencuentro con ellos con la visión de lo horrenda que había sido su muerte. Se levantó muy cansada pero un poco más tranquila.

Tras tomar el desayuno salió a ver si había llegado el correo. Facturas, publicidad y, al fondo de todo, una carta dirigida a ella que no tenía remitente. El matasellos era de Madrid. Dejó el resto en la mesa del salón y la abrió:

“Elena,

Son muchos los momentos que hemos pasado juntos, aunque sé que en los peores te he fallado porque no he estado ni estaré ahí. Me marché, te abandoné y probablemente pienses que nunca he vuelto a mirar atrás, que no te recordaba. Pero te equivocas: cada vez que hacía una llamada preguntaba por ti, día tras día revivía todo lo que pasamos juntos y no podía evitar la sensación de que iba perdiendo mi corazón poco a poco. A estas alturas soy una persona distinta a la que tú conociste y sé que no te gustaría verme así. Por eso, he decidido escribirte, además de que sé que estoy en peligro.

Supongo que si esto llega a tus manos es porque me ha pasado algo. He hablado con un amigo mío para que eso sea así. Quizás veas sólo una necrológica o puede que una tragedia que publican la mayor parte de los medios audiovisuales, muy posiblemente no sólo referido a mí, sino a alguien más. Sí, Elena, lo sé. Me fui tratando de evitar un destino que estaba escrito, que alguien que me estaba buscando me encontrase. Javima fue mucho más valiente, se quedó ahí, pero seguramente a él le aceche la misma suerte que a mí. No pienses que nos ha pasado algo recientemente y que por eso estamos en esta situación. Sería una mentira. Es algo que nos viene persiguiendo desde hace mucho tiempo. Durante unos meses, pensamos que estábamos a salvo, que fue mientras Javima y tú salisteis. Pero poco después, incluso tú te diste cuenta de que algo no iba bien. Por mí no creo que fuese pero a Javima lo conoces más, además de que es más transparente que yo.

Perdóname por no despedirme como debería. Perdóname por no haberte llamado ni una sola vez. Perdóname por haberte dejado sola. Perdóname por no haber sido sincero contigo antes.

Probablemente, querrás saber más de lo que te cuento. Si de verdad lo necesitas, encontrarás más. Pero no te puedo decir dónde buscar, tú misma lo hallarás.

Cuídate mucho. Un beso.

PD: No te enfades ni te INdignes. Créeme cuando digo que no soportaría que fuese CIERTO. Espero que puedas seguir mirando el sol en el CIELO y que puedas recordarme con cariño si te digo, ¿qué fue lo primero que me escuchaste?”

“Aunque sólo fuese por ti, que Bel siga trayendo luminosidad” Bel era el dios celta del sol y del fuego. Había tardado mucho tiempo en saberlo porque Héctor no se lo había querido decir en un principio. Sólo años después, encontró la solución en la red por casualidad.

Probablemente aquella carta de Héctor era una pista para intentar averiguar lo que había ocurrido. Fue hacia su ordenador y buscó la web de incierto cielo, que era lo que estaba destacado en la carta. Finalmente, cuando probó con la terminación .com se abrió una página que parecía un chat, pero que tenía acceso restringido, de forma que sólo podía acceder con el nombre de usuario y una contraseña. El nombre de usuario debería ser Bel pero, ¿y la contraseña? Probó con su nombre y el de sus amigos pero nada. Después pensó que como le gustaban tanto las islas igual podía ser esa la contraseña. Y acertó. Se abrió una nueva página en la que aparecían dos usuarios conectados y al poco tiempo uno de ellos abrió un privado, en el que pudo leer lo siguiente: “Debo suponer que tú eres Elena. Yo soy Jonna, el que te envió la carta de Héctor. ¿Qué tal estás?”

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2012 ⏰

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