Era de madrugada, a Janís la despertó un ruido, se levantó y vio por su balcón, al parecer una nueva familia se estaba mudando a la casa de enfrente, a ella no le importó, pero le llamó la atención uno de los niños de la familia, él era delgado, tenía el cabello largo hasta los hombros color marrón, además de que se veía más tímido que su hermano el cual parecía ser mayor que él. Janís pensó en ir a presentarse, cuando bajó encontró a su madre preparando el desayuno.
- Buenos días cariño, ¿cómo amaneciste?
- Bien mamá, ¿y Billy? – preguntó Janís buscando a su hermano.
- Está jugando con los demás niños en el patio.
- Ah, que bien... Madre, llegaron nuevos vecinos...
- Si, lo sé, pienso invitarlos al cumpleaños de Billy para que se vayan integrando a la colonia, ¿quieres ir por mí?
- No mamá, tengo otras cosas que hacer, gracias.
Janís salió de su casa, vio a Billy, él estaba jugando con sus amigos tal y como su madre le había dicho, Billy se detuvo y la saludó, Janís le devolvió el saludo y su hermano continuó jugando. Ella volteó a ver hacia la casa de los nuevos vecinos, estos estaban desempacando, aunque a Janís no le tocó ver de nuevo al chico que le había llamado la atención.
Al día siguiente, Janís salió de su casa lista para ir a la escuela, ella sabía a qué hora pasaba el autobús, Billy siempre le había insistido en acompañarla, pero Janís y sus padres se lo prohibían por el peligro que existía en ese lugar: Randy, Keith y Troy, esos tres matones. Janís nunca se había dejado molestar por esa pandilla, ella siempre llevaba una navaja en el bolsillo de su suéter, su padre se la había dado para que ella se protegiera, a Janís le había costado conseguirla. A Billy lo llevaban sus padres a la escuela, por lo menos Janís solo se preocuparía por ella. La razón de querer irse en el autobús, es que allí iban sus amigos, aparte de que no le gustaba el aire acondicionado del carro de sus padres, la mareaba y le molestaba demasiado, y por último Billy no se aguantaba.
Janís vio salir a los nuevos vecinos de su nueva casa, su madre le había dicho que el más pequeño se llamaba Jeff y el hermano mayor se llamaba Liu, al parecer también iban a tomar el autobús. Janís pensó que sería una buena oportunidad para presentarse pero cuando quiso avanzar, Randy le pasó por un lado montado en su tonta patineta seguido de Keith y Troy.
¡No!
Pensó Janís. El hecho de que Randy y su pandilla estuvieran aquí era muy malo, arruinarían todo. Janís lo vio todo, desde cuando Randy se topaba con Jeff y Liu, hasta la huida de estos. Desde ese día Janís no fue la misma, el ver que Jeff disfrutaba hacerle daño a los demás con esa sonrisa perturbadora y sádica, la cambió. La pelea de Jeff con la pandilla de Randy le había sorprendido mucho, nunca había pensado que un niño de trece años como Jeff hubiera hecho todo lo ocurrido.
Janís no vio a Jeff durante todo el tiempo que estuvo en clases hasta el final, cuando era la hora de la salida. A ella se le hizo curioso que Jeff estuviera sonriendo todavía, esto ocasionó que Janís también comenzara a sonreír. Jeff tenía trece años y ella doce, la razón por la que Jeff sonriera Janís no la comprendía, aunque de alguna forma le afectaba también, como si ella estuviera conectada con Jeff. Sus amigas le preguntaron la razón por la que ella sonreía pero Janís no podía dárselas, pues ella no tenía ningún motivo para sonreír todo el rato. Cuando llegó a su casa su madre le preguntó cómo le había ido a lo que Janís respondió con una sonrisa loca.
- ¡Mamá, hoy fue un día maravilloso!
Janís no le dio tiempo a su madre para preguntarle el por qué de su respuesta, pues ella corrió a su cuarto.
Al día siguiente, Janís se dio cuenta de que la policía había venido y se había llevado a Liu, ella pensó en ir a la casa de Jeff para hablar, pero su madre se lo prohibió.
- ¡Janís, no hay razón para que vayas, déjalo así, solo empeorarás las cosas!
- Si madre, perdóname.
Janís era una chica muy obediente, ella no se atrevía a levantarle la voz a su madre, ni a su padre, ella consideraba ley lo que decían los mayores. Los días siguientes Janís se dedicó desde lejos a observar a Jeff, ella lo veía tan triste, solo, sin amigos para pasar el rato, Janís quería ir a presentarse y ser amiga de Jeff, pero no podía romper la orden de su madre.
El día de cumpleaños de Billy llegó, Janís se encargó junto con sus padres de arreglar la casa para la fiesta. Cuando los niños comenzaron a llegar, Janís se fue a su cuarto, no le gustaban las fiestas de niños pequeños, ella pensaba que esas cosas eran para bebés, esa era una de las razones por las cuales nunca le hacían fiesta de cumpleaños a ella.
Janís se dedicó a leer libros en el transcurso de la fiesta, después empezaron los gritos de los niños, unos gritos desesperantes y ensordecedores, era un escándalo, Janís se enojó, cerró la puerta de su habitación con seguro y continuó leyendo en su cama. Luego se escucharon disparos en las escaleras, Janís se sobresaltó, se bajó de la cama y corrió hacia la puerta para salir de allí, al abrirla vio que un chico pasaba corriendo, este llevaba una sudadera blanca con capucha y pantalones negros de vestir, tenía el pelo largo hasta los hombros color marrón y ojos azules. Janís inmediatamente intuyó que se trataba de Jeff, él estaba sangrando y empapado de alcohol, Jeff entró en el baño y detrás de él venían Keith y Troy armados con cuchillos, ellos pasaron de largo y entraron también en el baño. Janís escuchó un fuerte golpe seguido de un sonido sordo, como si alguien se estrellara contra el suelo, Janís corrió hacia las escaleras asustada, cuando iba a medias escaleras escuchó las llamas avivarse y un grito horrible, como el de un animal, desesperante y ensordecedor, Janís supuso que era Jeff, ella continuó corriendo escaleras abajo y cuando volteo al llegar al pie de estas, vio a Jeff prendido en llamas dirigiéndose hacia ella, Jeff resbaló por las escaleras y cayó al pie de estas casi muerto, los papás presentes comenzaron a intentar apagar a Jeff, Janís corrió al lavabo por agua, vio la cocina, estaba hecha un desastre, vidrios por todas partes, alcohol derramado y sangre, además de el cuerpo de Randy. Janís pasó de largo y entró y tomó un poche llenándolo de agua, volvió a donde estaba Jeff y se lo vació encima, después ella vio como terminaban de apagar a Jeff con un extintor. En la sala observó que Jane, la vecina, estaba desmayada en el suelo, le salía sangre de la frente, Janís vio el cuerpo de Jeff, estaba quemado, de él salía humo aunque eso era lo de menos, su cara era lo peor, no se podría describir lo que veían sus ojos, Janís se sentó al lado de Jeff, lo tomó y le dio la vuelta tratando de abrazarlo.
- Todo está bien Jeff, ya todo a acabado – le susurró a Jeff en el oído.
Los padres de Jeff, Margaret y Peter, inmediatamente alejaron a Janís de Jeff, ella vio como le quitaban a Jeff y se lo llevaban para afuera de la casa, escuchó las sirenas de ambulancia, alguien se había encargado de llamar a la policía y al hospital. Janís vio a sus padres y a su hermano Billy, sus padres la miraban furiosamente y Billy estaba llorando en los brazos de su madre, Janís volteó la cara, no quería pensar en lo que vendría después, ella vio desde la puerta de su casa como la ambulancia se llevaba a Jeff y a Jane.
La policía recogió el cuerpo de Randy, a Keith y a Troy, luego interrogaron a todos los presentes de la fiesta, algunos niños estaban llorando y otras familias ya se iban. A Janís también la interrogó un policía, pero ella no pudo responder a la mayoría de sus preguntas, además de que no había visto casi nada, estaba muy preocupada por Jeff lo que le ocasionaba dificultad para pensar claro. Janís ayudó a dar algunos datos de Jane Arkensaw para que el hospital pudiera contactar a sus padres, ya que nadie supo dar los datos que necesitaban, ella solo se había hablado una vez con Jane pero no la conocía del todo.
Liu salió de la cárcel y después de unos días, él y sus padres fueron a la casa de Janís para pedir disculpas, Janís los observó desde las escaleras, ella no fue a hablar con ellos personalmente, sus padres se encargaron de eso ya que ella estaba castigada. Liu la saludó desde la puerta, Janís solo sonrió y saludó levemente, luego ella se fue a su cuarto. Durante las siguientes semanas los padres de Janís se enojaron mucho con ella, le reclamaron por el hecho de que había abrazado a Jeff cuando este estaba en peligro de muerte.
- ¡Podías haber resultado herida o peor, haber provocado la muerte de nuestro vecino! – gritó Bárbara.
- Pero yo...
- ¡Pero nada hija! – reclamó su padre enojado.
- Janís, lo hemos estado pensando y creo que debes de irte con tus tíos y primos durante un tiempo.
- ¡Mamá! – gritó Janís con lágrimas en los ojos, sus propios padres querían alejarla, abandonarla.
- Es por tu bien Janís – dijo Daniel.
Janís solo se quedó cayada, asintió y comenzó a subir por las escaleras.
- ¿Y Billy? – preguntó Janís.
- Él se quedará, cuando crezca lo habrá olvidado, pero tú no, necesitas alejarte de este entorno, solo nos quedaremos durante un tiempo aquí, para aclarar y calmar las cosas, luego nos iremos contigo, regresaremos por ti, aunque ya no volveremos a esta casa.
Janís asintió y se fue a su cuarto.
- ¡Te vas mañana mi vida! – gritó Bárbara por las escaleras para que Janís escuchara.
Janís cerró la puerta de su cuarto.
- ¿Mi vida? – se preguntó Janís sonriendo con lágrimas en los ojos.
Ella comenzó a llorar, no quería irse de ahí, no quería alejarse de Jeff y menos ahora por todo lo que había pasado, después de un rato se acostó en su cama y se quedó dormida.
Al día siguiente, Janís empacó todas sus cosas, mientras subía las maletas al auto de sus padres, vio que el coche de la familia Woods se estacionaba enfrente, Janís vio salir a los padres de Jeff, después vio salir a Liu y por último a Jeff. Janís sonrió, le alegraba que Jeff estuviera de vuelta, aunque él nunca la había conocido. Janís vio a Jeff, él era completamente diferente a como lo recordaba, su rostro era de un blanco puro, sus labios se habían quemado, ahora parecían una sombra profunda de color rojo, y su pelo se había chamuscado, este había cambiado de marrón a negro, ahora lo único que aún conservaba como antes, eran sus ojos azules. Jeff sonreía como aquella vez después de la pelea con Randy, aunque esta vez había algo más. Janís no dejó de sonreír, aunque sabía que esa no era una situación para sonreír, ella vio que Jeff estaba observando a Jane, esta lo veía desde la puerta de su casa. Después de que Jeff entró a su casa, oyó un chillido que provenía de la casa de Jane, Janís se desconcertó, no lo entendía, ¿por qué había gritado así Jane si no daba miedo Jeff?, o por lo menos a Janís no le dio miedo el rostro de Jeff. Los padres de Janís salieron de la casa con las últimas maletas de ella y se subieron al auto.
- ¡Espérenme se me olvida algo! – exclamó Janís y entró a su casa, subió por las escaleras y buscó en su cuarto una foto.
Janís la encontró debajo de su almohada, en ella estaban todos sus familiares contando a sus parientes, ese día había sido una ocasión especial para Janís, un día feliz. Al salir de la casa Janís vio a Jeff mirando por la ventana, este la observaba atentamente, le sonreía, Janís sonrió y alzando la mano le saludó despidiéndose, él le saludó también y Janís se metió al coche con una gran sonrisa, por primera vez Jeff la había visto y se habían comunicado. El auto arrancó alejándose de aquel lugar, Janís comenzó a llorar, el momento de felicidad había terminado, empezó a recordar que tal vez nunca volvería a ese lugar, no regresaría.
Un día después, a Janís le llegó la noticia de que sus padres y su hermano, habían sido asesinados brutalmente. Ese fue el día, en el que Janís perdió su inocencia y con ella su sonrisa, su felicidad. Los días siguientes Janís se sentía sola, ahora lo único que le quedaba eran sus tíos y primos, ella no dijo nada, sus padres fueron sepultados en el cementerio del este, los casos de asesinatos brutales se incrementaron durante los siguientes años.
Cinco años después, Janís tenía diecisiete años, para ese entonces Janís sentía que a nadie ya le importaba, nadie la quería, sentía que todo su mundo se había ido a la basura. Sus tíos y primos la habían dejado hospedada con una familia mientras ellos resolvían algunos problemas personales, la razón: no querían involucrarla. Un día mientras desayunaba con aquella familia hubo una fuerte discusión, Janís estaba al límite, no se llevaba nada bien con aquella familia, ella odiaba estar ahí, quería regresar con sus parientes.
- ¡Ya hasta aquí! – gritó Janís parándose de la mesa.
- Adoptada – le dijo el niño de la pareja.
Janís se volteó y le lanzó una mirada de odio a la familia, ella sabía que ellos habían acabado con su paciencia, mientras subía las escaleras sintió un leve tirón en su mente, una especie de sensación que le hacía desear matar, una sensación, que la descontroló por un momento, pero que Janís logró controlar y volver en sí.
¡No lo hagas, estúpida!
Se dijo Janís, ella ignoró lo ocurrido, no aceptaría el deseo de matar, ella llegó a su cuarto y decidió dormir un poco. Cuando despertó era de noche, no le importó la hora, Janís salió de aquella casa y fue a la tienda, dudándolo un poco compró una botella de Whiskey, aunque al doble de precio ya que el vendedor no se la quería vender por ser menor de edad. Ella regresó a la casa y se sentó en el sofá de la sala en silencio, tomándose la botella de Whiskey sin baso, Janís empezó a sentir aquella sensación otra vez, ella negaba con la cabeza, no la aceptaría pero aquel deseo por matar, aquella necesidad iba creciendo en cuestión de segundos, Janís llegó al punto en que se descontroló, dejó caer la botella al piso, derramándose esta por la alfombra, ella se dirigió a la cocina y tomó un cuchillo grande, el más afilado, Janís estaba fuera de sí, no controlaba lo que hacía ni lo que pensaba, ella comenzó a reírse como loca subiendo las escaleras lentamente, entró al cuarto de la pareja abriendo la puerta poco a poco.
- Ya verán cabrones, acabaron con lo que me quedaba de paciencia y me hicieron odiarlos, me retaron, tendrán unos dulces sueños como recompensa – susurró Janís.
Se acercó a la cama, dirigiéndose hacia el señor, se le quedó observando con una sonrisa sádica y sus parpados muy abiertos, estaba decidiendo que lugar atacar y cómo, el hombre se despertó y vio a Janís con el cuchillo en lo alto listo para deslizarse y dar un corte fatal.
- ¿Janís, qué crees que haces? – dijo el hombre asustado, estas palabras despertaron a su esposa, ella también miró a Janís y se asustó.
- ¿Qué crees que hago señor? Les ayudaré a que tengan dulces sueños... Matándolos – dijo Janís con una voz de loca, definitivamente esa no era su voz.
Janís comenzó a reírse, en un movimiento rápido dejó caer su golpe contra el pecho del hombre, el cuchillo le atravesó un pulmón, Janís riéndose a carcajadas repitió esto demasiado rápido sacando el cuchillo del cuerpo del hombre y apuñalándolo nuevamente, aquel hombre trató de detenerla y escapar pero Janís lo tenía ya preso, ella estaba arriba de él. La fuerza que poseía Janís era impresionante, una fuerza que no era propia de ella, el hombre comenzó a decaer, la esposa estaba gritando y llorando, ella inmediatamente trato de detener a la atacante abalanzándosele encima, Janís le dio un fuerte codazo en la cara a la mujer y esta cayó al pie de la cama, Janís volteo a verla, la mujer se paró y corrió del cuarto hacia las escaleras, Janís corrió tras ella sin dudarlo, la mataría, no escaparía, la mujer tomó un teléfono celular, y se detuvo en la sala.
- ¡Detente o llamaré a la policía! – amenazó la mujer.
- ¡Hazlo, de todos modos vas a morir! – gritó Janís y arremetió contra la mujer atravesándole con el cuchillo el hombro, esta cayó al suelo desangrándose, Janís se le subió encima sacándole el cuchillo y le tapó la boca.
- Shhh, calla señora, su hijo la oirá, mejor "dulces sueños" – le susurró Janís y atravesó con el cuchillo el cuello de la mujer, deformándoselo y bañándola con su propia sangre, la mujer dejó de moverse, un lago de sangre comenzó a formarse alrededor.
- ¡¿Mamá?!
Janís volteo inmediatamente, era el niño que la había llamado adoptada.
- ¿Y ahora donde está tu mamá mocoso? – le dijo Janís – Ven aquí.
El niño corrió y Janís fue tras él, lo tomó de la muñeca y le clavó el cuchillo en el brazo, el niño comenzó a gritar de dolor, Janís lo jaló hacia ella y le atravesó con el cuchillo el estómago, este convulsionó sangre por la boca bañándole su camisa.
- Adoptada – dijo el niño a duras penas.
Janís se enfureció enormemente y aventó al niño contra el comedor de cristal, este se quebró totalmente y algunos pedazos de vidrio le atravesaron por la espalda al niño, la columna se le quebró por el choque.
- "Dulces sueños" – dijo Janís.
El niño dejó de respirar, todo se volvió silencio, Janís estaba agitada y luego como un destello ella reaccionó, Janís con lágrimas en los ojos se miró sus manos llenas de sangre, miró el cuchillo e inmediatamente lo dejó caer asustada, ella se tapó la cara, la sangre la manchó.
- ¡¿Qué he hecho?! – lloriqueo Janís a gritos - ¡No debiste hacer esto! Yo... No soy así...
Janís vio por la ventana, por suerte, ningún vecino se había dado cuenta de lo ocurrido, inmediatamente fue a ducharse y se cambió de ropa, en la sala ella vio el teléfono celular de la mujer, lo tomó del piso y observó que en la pantalla estaban escritas las palabras de: "Policía local".
- Lo voy a arreglar.
Janís llamó, fingiría que un asesino entró en la casa.
- Policía local, ¿quién habla? – dijo una mujer al otro lado de la línea, Janís comenzó a llorar.
- ¡Por favor ayúdenme! – dijo desesperadamente Janís.
- Haber cálmate señorita, ¿qué sucedió?
- Alguien irrumpió en la casa, asesinó a las personas con las que me hospedaba, ¡por favor ayúdame!
- Tranquila jovencita, dame la dirección de la casa y mandaremos apoyo inmediatamente.
Janís se las dio y siguió fingiendo hasta que colgó la llamada. Ella tomó los botes de gasolina que se encontraban en la cochera y los derramó por toda la casa, luego la prendió en llamas y salió de ella. Unos minutos más tarde la policía llegó, a Janís la consideraron inocente ya que las huellas de ella junto con la ropa que había traído se habían quemado, además de que el cuchillo lo había lavado y echado a la basura de otra casa, así que no pudieron culparla. Janís regresó con sus parientes.
Poco después, en una noche común, Janís se levantó de la cama y bajó a la sala, era media noche, todos en la casa estaban dormidos, ella se sentía aburrida, entonces decidió tomar un poco de alcohol para pasar el rato, hacía tiempo desde la última vez, el sabor a alcohol se le antojaba. Janís fue a buscar a la vitrina de sus tíos a ver que encontraba, entonces recordó que a sus tíos no les gustaba el alcohol y utilizaban la vitrina solo para coleccionar botellas. Janís salió de la casa de sus tíos y fue a la tienda, compró una botella de Vodka, y cuando salió un perro comenzó a ladrar como loco, ella avanzó una cuadra, cuando de un callejón salió un hombre alto con una navaja, ella no pudo ver su rostro, todo era borroso, lo último que sintió fue un fuerte golpe en la cabeza y una risa, luego, su cuerpo dando contra el cemento de la banqueta y luego oscuridad y silencio.
Después cuando Janís abrió los ojos se encontró en un hospital, estaba sola en un cuarto, se quiso bajar de la cama pero algo dentro de ella le dolió, Janís se tocó su vientre, tenía vendado desde la cadera hasta las piernas, pasaron unos minutos y una enfermera entró en la habitación.
- Buenas tardes Janís, soy tu enfermera de hoy, ¿cómo te sientes?
- ¡Enfermera, ¿qué me sucedió?, ¿qué me hicieron?, ¿por qué me duele?! - Janís comenzó a reclamar.
- ¡Hey! Tranquila, déjame explicarte, ¿está bien?
Janís se tranquilizó y asintió.
- Mira Janís, has estado dormida durante dos días en el Hospital Central, te encontró la policía en una casa abandonada cerca de donde tu vives, te encontraron con las manos y los pies atados a una mesa con una soga, estabas inconsciente, tenías tu... tu... Janís por favor, tómalo con calma... – la enfermera comenzó a tartamudear.
- Sí, pero... ¿Mi qué? – preguntó Janís insegura.
- Janís el hombre que te secuestró, te destrozó por dentro... – dijo la enfermera tratando de explicarse, Janís se quedó paralizada - Te destrozó tu aparato reproductor por completo, no tenías ningún otro daño, solo puntadas en tu vientre, te abrió... Te encontraron casi muerta, eres fuerte me sorprendes, tuvimos que extirparte tu aparato, te estabas desangrando, fue una decisión que tomaron tus parientes y el médico-cirujano que te operó, si no lo hacíamos podrías sufrir el riesgo de morir...
- Déjame, es suficiente... – interrumpió Janís.
- ¿Disculpa? – la enfermera estaba confundida.
- ¡Que me dejes! – le gritó Janís con lágrimas en los ojos - ¡Déjame, ¿qué no lo entiendes?, déjame sola, quiero estar sola!
La enfermera salió inmediatamente de la habitación y Janís se quedó sola. Janís estaba llorando, ella ya no lo aguantaba más, habían sido tantas cosas que había vivido, no sabía si podría seguir aguantando y no volverse loca. Janís tomó la almohada de su camilla y la arrojó lejos, ella comenzó a gritar de ira y desesperación. Una hora más tarde, cuando Janís se tranquilizó, se le vino a la mente Jeffrey, pensaba en como él había terminado por culpa de aquellos matones.
- No fue su culpa, fueron ellos, Randy, Keith y Troy – susurró – No fue su culpa de que él se convirtiera en un asesino, yo, tengo que encontrarlo, pero ¿dónde?
Janís sabía de los asesinatos en serie que culpaban a Jeff, no sabía que tan peligroso podía ser él, ahora que había crecido y era adulto, aunque lo que la confundía, eran los sentimientos que había tenido hacia Jeff desde pequeña.
- Jeffrey Woods, mejor conocido como Jeff The Killer – se susurró Janís con una loca sonrisa en la boca - Sería una tonta si lo considerara mi amigo, aunque, tal vez no.
Más tarde sus tíos y primos la fueron a visitar, unos días pasaron para que se la llevaran del hospital.
Un tiempo pasó, desde que Janís había empezado a tratar de encontrar a Jeff, ese día, era el cumpleaños de su difunto hermano Billy, ella había ido al cementerio a visitarlo y le había llevado un ramo de flores blancas y un pequeño carrito de juguete rojo, después de que el sol había comenzado a ponerse, ella se había regresado a la casa de sus tíos. Ahora Janís se encontraba en pijama y despierta, ella estaba pensando en Jeff, todos sus esfuerzos por encontrarlo, habían sido en vano. Ella salió de su cuarto y bajó a la sala, prendió la luz de esta, una brisa fresca le llegó a través de las cortinas corridas y la ventana abierta, esta le animó, ella salió de la casa y caminó hasta que se detuvo en medio de la calle, ningún carro estaba transitando por ella, de repente una pequeña lágrima salió de sus ojos, sus piernas se aflojaron y ella calló, quedó sentada en el asfalto.
- ¿Cuándo te encontraré? – comenzó a decir - ¿Dónde se supone que estás? Tal vez tú estés muerto, tal vez no, pero yo, de todos modos, tengo que... – Janís dejó de hablar, sentía que alguien la observaba desde las sombras, ella levantó la vista y miró hacia su izquierda. Ahí debajo de un árbol estaba un joven hombre encapuchado, observándola en silencio, traía una sudadera blanca y pantalones negros, a Janís se le hizo familiar, pero no lograba verle la cara, entonces, el hombre le habló en un susurro:
- Cinco años, te he encontrado.
Janís se confundió y quiso hablarle, pero la voz de su tía la desconcentró.
- ¡Hey! ¿Qué haces afuera? Entra en casa, ya es tarde – Janís volteó a mirar, su tía estaba en la puerta de la casa – ¡Muévete de ahí, te van a arrollar!
- Ya voy Tía – contestó rápidamente y se paró lentamente como pudo, tratando de recuperar las fuerzas que se le habían ido de repente. Ella volvió la mirada hacia el joven pero este había desaparecido, ¿había sido eso alguna clase de ilusión? Ella entró a la casa.
- Cariño, recuerda lo que te pasó hace poco, no quiero que te vuelvan a hacer daño, ¿entiendes? – dijo su tía cerrando la puerta.
- Lo sé tía, lo siento – contestó Janís cansada.
- Ve a dormir querida, es la una cincuenta y siete.
Janís asintió y se fue a su cuarto en la segunda planta. Ella buscó en su teléfono un dibujo que había encontrado en internet.
- ¿Dónde estás mi amigo?, ¿muerto?, ¿vivo?
La imagen que ella estaba observando, era un dibujo de Jeff, a él lo habían puesto sentado en un banco de metal, tras él estaba una roja cortina, Jeff miraba hacia arriba con su típico rostro y sostenía su cuchillo con su mano izquierda, él estaba manchado de sangre. Janís apagó la pantalla de su celular y antes de irse a dormir, abrió la ventana de su cuarto y corrió las cortinas, solo para que entrara el aire fresco de la noche y que la luz no le molestara. Un ardor intenso la despertó.
- ¿Qué esta...? – dijo pero se paralizó, no creía lo que veían sus ojos y la situación que se presentaba, ella estaba sentada y amarrada en una silla de las muñecas con lo que creía que era una soga, ella estaba empapada de alcohol y otro tipo de líquido, era legía, tenía que ser legía, esta ardía demasiado, ella se encontraba frente a su cama en su cuarto y frente a ella estaba aquel joven hombre de la calle, él estaba empapado de sangre y tenía un fósforo prendido en la mano, ese hombre era, Jeff.
- Tú... Jeffrey... – fue lo único que pudo decir.
- Sí, soy yo mi querida amiga, es hora de hacerte hermosa, descuida ya he llamado al hospital – Jeff le lanzó el fósforo.
Janís se prendió de pies a cabeza, ella gritaba de dolor, sentía como la lejía le estaba blanqueando la piel y como el alcohol le quemaba haciéndole sentir un infierno sobre ella, se desmalló.
Janís se despertó en un cuarto de hospital vendada de pies a cabeza y con tubos conectados a ella, Janís no veía nada y en ese momento, escuchó que se abría una puerta.
- Hola Janís, soy la enfermera Rosey, yo me encargaré de todo lo que necesites, ¿puedes oírme?... Janís, sé que esto no va a ser fácil para ti, pero tienes que saberlo, te pido solamente que no te vayas a exaltar, tómalo con calma, ¿está bien?
Janís asintió, escuchó los pasos de Rosey que se acercaban y luego sintió una mano sobre su vendada pierna.
- Janís, lamentablemente tus tíos y primos... Fueron asesinados.
A Janís se le salieron unas lágrimas, y quiso bajarse de la cama, Rosey trató de sostenerla para regresarla a su lugar, pero Janís cayó al suelo dolorosamente, había perdido el control, su brazo izquierdo y su cadera le dolían mucho, sentía que la sangre salía lentamente de los orificios donde habían estado puestos los tubos.
- ¡Señorita Lasdrim, le dije que lo tomara con calma! – dijo preocupada Rosey, ayudando a Janís a pararse y a ponerla en la camilla de hospital nuevamente. Los tubos estaban desconectados ahora, Janís sintió dolorosamente como Rosey se los insertaba uno por uno nuevamente. Janís se calmó, pero las palabras de la enfermera le dolieron más.
- Janís, se que te duele, pero tu familia lamentablemente a muerto, no se sabe quien fue el culpable de esto, además de lo que te hizo a ti. Te encontraron desmayada por completo en tu cuarto amarrada a una silla, tenías quemaduras por todo tu cuerpo, al parecer llegamos a tiempo, aunque dicen que el asesino te prendió fuego y que antes de irse te apagó con un extintor, te dejó con vida, ¿tú sabes por qué?... ¿Janís?
Janís estaba llorando en silencio, ella se debilitó y se desmayó. Cuando Janís abrió los ojos, era de noche, estaba en un cuarto pequeño de hospital, esta vez ya podía ver, no tenía ninguna venda, ni tubo conectado a ella, se sentó y se miró las manos, eran blancas, Janís comenzó a ponerse nerviosa y a temblar, ella se encogió en la camilla y abrazó sus piernas, todo su cuerpo era blanco, no tenía color, se vio y sintió su cabello, era áspero y negro, no era castaño como antes. Janís empezó a llorar en silencio sintiendo las lágrimas resbalar por su cara, al limpiárselas se dio cuenta de que su cara era áspera como cuero. Janís vio un pequeño espejo en la pared, se levantó y caminó con inseguridad hacia él, en cuanto se vio en el espejo soltó un chillido y se quedó paralizada, su cara era blanca, sin vida, sus labios eran una sombra oscura de color rojo, en sus ojos ya no tenía pestañas y tampoco las cejas, se habían quemado, ahora lo único que tenía vida y color, eran sus ojos verdes. Janís retrocedió lentamente observando su reflejo en el espejo, observando en lo que se había convertido, en ese momento se abrió la puerta y entró una enfermera con un paquete serrado con cinta.
- ¡Oh! Parece que ya despertaste, Señorita Lasdrim – dijo sonriendo la enfermera.
- ¿Quién eres?, ¿cuánto tiempo estuve dormida?, ¿en qué hospital estoy?, ¿y mi casa?...
- Oye tranquila – interrumpió la enfermera – Soy la enfermera que te atendió cuando despertaste, ¿recuerdas?
- ¿Rosey?
- Sí, ¿dormiste bien?, ¿te sientes cansada?, ¿tienes hambre?
Janís asintió desanimada.
- Vamos - Rosey encaminó a Janís a su camilla y la sentó – Bueno, pues estuviste dormida durante tres semanas, tus vendas fueron removidas ayer junto con los tubos como puedes ver. Estás en el Hospital Central y en cuanto a tu casa, creo que está igual, tus tíos y primos están en el cementerio del este, se les dio una pequeña misa, descuida.
- Ah – dijo Janís, sentía que se moría por dentro, no sabía qué hacer, ni qué pensar, solo quería irse del hospital.
- Te llegó este paquete en la mañana, nadie lo ha abierto, descuida – dijo Rosey y le entregó el paquete - Bueno señorita, te dejo tu paquete, disfrútalo, yo me tengo que ir ya, aquí acaba mi turno, mañana nos vemos, ¿te parece?
Janís se despidió y Rosey se fue, dejándola sola. Janís se dedicó a abrir la caja. Dentro encontró una sudadera blanca con capucha, un pantalón negro, un par de tennis blanco con negro, un par de calcetines y ropa interior femenina. Janís decidió cambiarse, así que se quitó la bata del hospital y se puso esa ropa, se preguntó, ¿quién había gastado tanto solo por ella? Al fondo en otro compartimento encontró una nota y un cuchillo de cocina bien afilado, Janís se dio cuenta de quién le había enviado la caja, la nota decía:
"¿Te gusta? Espero verte pronto. Si tú no lo haces yo lo haré mi querida amiga".
- Jeff, ¿qué te propones con esto?, y ¿a qué te refieres con hacer algo?, Jeff – se dijo Janís.
Se puso la capucha para ocultarse y guardó la nota y el cuchillo en la bolsa de su sudadera, ella estaba dispuesta a encontrar a Jeff. Janís había aprovechado para ir al cementerio y despedirse de sus difuntos tíos y primos para luego ir a la casa de Jeff, ella, ahora estaba frente a la puerta de su casa. Janís asintió para sus adentros y entró a la casa de Jeff, la puerta rechinó un poco, ella avanzó lentamente hasta que llegó a la sala, después comenzó a escuchar risas, frente a ella apareció Jeff, él estaba al otro lado de la sala y caminaba hacia ella.
- Veo que sí has venido, mi querida amiga – dijo Jeff mostrando su sonrisa sádica.
- J-Jeff... – dijo sorprendida.
- Descúbrete, quiero verte – dijo Jeff, Janís se quitó la capucha – ¿Tú, me temes?
- No – respondió Janís – No te temo Jeff.
Jeff llegó hasta Janís y le tocó la cara.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó Jeff.
- J-Janís, Janís Lasdrim.
- Pues Janís, te hace falta una sonrisa, déjame ayudarte.
Jeff tomó con fuerza a Janís y se la llevó al baño, ella trató de resistirse moviéndose bruscamente, pero en cuanto entraron Jeff cerró la puerta con seguro.
- Vamos, no hagas las cosas difíciles, sé que quieres, imagínate lo hermosa que serás después de esto.
Janís quiso sacar su cuchillo pero no lo hizo, sabía que si se ponía a luchar con Jeff la que terminaría muerta sería ella, Janís estaba un poco asustada, ella sabía que Jeff estaba loco, pero algo dentro de ella decía que confiara en él. Jeff caminó hacia ella y sacó su cuchillo, él le tomó la cara y empezó a tallarle una línea imaginaria con su cuchillo desde las comisuras de su boca hasta las mejillas, repetidas veces.
- Abre la boca, lo más que puedas.
Janís obedeció y Jeff metió su cuchillo en la boca de Janís, cortando una mejilla rápidamente y después la otra.
- Ahora sí que eres hermosa, mí querida amiga – Jeff la dejó caer al piso.
Janís sentía mucho dolor en sus mejillas, solo vio como la sangre, su sangre, caía al piso del baño manchándolo, sintió que las fuerzas se le iban y se desmayó.
Cuando Janís despertó se sentía mareada, le dolía la cabeza, pero ya no le dolían las mejillas, se levantó débilmente y fue a verse en el espejo, en el vio una frase que Jeff le había dejado con su sangre, la frase decía: ¿No Eres Hermosa?
Esa frase se le metió muy dentro de ella haciéndola temblar, haciéndole sentir una extraña sensación que ella nunca había experimentado antes, luego vio su reflejo: su cara blanca, su pelo negro, sus cejas y pestañas regenerándose y por fin su boca de color rojo oscuro, sus mejillas estaban cortadas en una gran sonrisa. Ese fue el último paso para que Janís perdiera la cordura, el trauma y la pérdida de la esperanza, la condujeron a su perdición. Algo dentro de Janís se quebró, comenzó a reírse a carcajadas, esa risa salía de lo más profundo de su ser y solo se podía comparar con la risa de un loco. Janís escribió en el espejo y con su sangre en modo de respuesta a la pregunta de Jeff: Sí.
Janís se enjuagó la mandíbula para quitarse la sangre y se secó con una toalla blanca colgada al lado del espejo dejándola llena de sangre. Ella salió del baño y caminó hasta llegar a la sala, era de noche.
- ¿Jeff? – dijo Janís buscándolo con la mirada.
Janís escuchó unos pasos a fuera de la casa, se asomó por la ventana y vio a Jeff, él venía caminando lentamente, sonriendo, y con su cuchillo lleno de sangre fresca, su sudadera también estaba manchada. Jeff entró a la casa y se dirigió hacia la sala, se detuvo al ver a Janís sonriendo junto a la ventana.
- Ahora sí que te vez hermosa, Janís – Jeff se puso su cuchillo entre sus dientes mientras sonreía, observándola.
- No Jeff, aún no lo soy por completo – Janís se tocó sus parpados con delicadeza, Jeff sonrió más - Jeff, ¿dónde...?
- ¿Que dónde había estado? – interrumpió Jeff – Mientras tú querida amiga dormías un momento, hice mis rondas diarias.
Jeff guardó su cuchillo en su sudadera, él avanzó hacia Janís y le tocó la cara con delicadeza, ella sonrió sádicamente.
- Descuida mi querida Janís, yo me encargaré de volverte completamente hermosa – dijo Jeff y sacó un encendedor de su bolsillo, él lo prendió, se vio una chispa y después una llama, sus caras se iluminaron por la luz del encendedor – Serás como yo.Transcripción de la Grabación 1, duración 00.10.07 (Grabación de voz en un Celular).
- ¿Hola?, si alguien escucha esto, tal vez sea demasiado tarde, mi nombre es Rouse, Rouse Herem, yo... Estoy encerrada en el closet con seguro, en mi habitación, esta también tiene seguro, ahí afuera, hay una chica, creo conocerla, recordarla, ella... Trae pantalones negros y una sudadera blanca con capucha, ella tiene el pelo negro hasta el pecho... Su cara... Su cara es... Es... Es horrible, ella tiene la piel blanca, tiene ojos verdes pero están bordeados de negro, creo que se quemó los párpados... Su boca es de color rojo oscuro y tiene una gran y roja sonrisa tallada en las mejillas, creo que se las cortó... Yo... No sé quien exactamente es... Ella, entró en la casa, creo que por la ventana de la cocina, no la cerré antes de irme a dormir y ahora... Mi hermana Sophia... (llantos apenas audibles) Ella... La encontré muerta en su habitación, mis padres y mis dos hermanos, murieron hace meses atrás de la misma forma, y mi prima... A ella la quemaron, sobrevivió, pero desapareció... Bueno yo... Creo que... Voy a morir, (llantos apenas audibles) creo que voy a morir... La chica que entró a la casa trae un cuchillo de cocina, ella está en la sala, me está buscando, lo sé porque ya mató a mi hermana y sigo yo (se escucha un golpe en la puerta de la habitación)... No, por favor, no entres... (más golpes en la puerta) Quiere entrar, va a lograrlo... (más golpes) Yo... Llamé a la policía, pero no llegará a tiempo, el que encuentre esta grabación, espero que de algo ayude... (golpe fuerte, estruendo, puerta abriéndose de golpe) Ha entrado...
- ¿Dónde estás Rouse? ¿Dónde estás mi linda primita? ¿Mi lindo cariñito de veintitrés años?
- Esa es... ¿Janís, Lasdrim?
- (Pasos que se acercan lentamente) Rouse no sabes cuánto tiempo las he estado buscando, a ti y a Sophia, las extrañaba, no creía que regresarían a esta casa después de lo que pasó... (silencio) Rouse... ¿Quieres jugar?...(puerta cerrándose, seguro puesto) Sé que estás aquí Rouse, te vi entrar a la casa, no te he visto salir, ya revisé cada lugar... Y este es el último de todos... ¿Sabes? ¡Jugar con Sophia fue muy divertido, nos correteamos por todo su cuarto y al final yo la atrapé!... (sábanas moviéndose, cayendo al suelo) Ella tuvo como recompensa unos dulces sueños, ¡fue liberada de las horribles pesadillas!, mi linda primita tuvo un gran premio y yo también... (buro siendo movido, se tiran objetos al suelo) ¡Obtuve una sonrisa, mi felicidad, lo que yo deseaba!... Así que... ¿Quieres jugar?... Está bien, creo que te gustan mucho las escondidas Rouse, ¿qué dices si yo cuento hasta diez, tú te escondes lo mejor que puedas y yo te busco?... ¿O ya te escondiste?... (metal rayando madera, pasos más cerca) Bueno, pues si ya te escondiste, pues que empiece el juego... Bien, si yo te encuentro te regalo unos dulces sueños y yo gano lo que deseo... Y si no te encuentro, pues tú ganas y yo me voy, te dejo quedarte despierta... Un día más... (lámpara estrellándose, pasos) Haber donde estarás... (silencio total)
- (Respiración de Rouse, agitada)...
- (Pasos rápidos) ¡Bu, Rouse! (golpe, se abre una puerta)
- (Gritos) ¡No! ¡No! ¡No! ¡Aléjate Janís! ¡Suéltame! ¡Suéltame! (gritos, forcejeo)
- ¡Oh! veo que me recuerdas Rouse, jajajajaja, ¡he ganado! (risas)
- ¡No! ¡No! ¡Suéltame! ¡Tú me vas a matar, me matarás! ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayu...! (le tapan la boca)
- Shhh, Rouse...
- (Estrellándose contra una pared, continúa con la boca tapada, forcejeo)
- (Cuchillo rayando la pared) Cariño... ¡Dulces sueños!
(Estática)
Fin de la grabación.
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Origen de los creepypastas
RandomPortada hecha por Yasu Hola este es un libro donde estarán los orígenes de los creepypastas que pidan