Me fascinan las antigüedades, soy una gran fanática de juntar chucherías viejas, tengo de todo, monedas, billetes, juguetes, adornos, libros y todo lo que se les pueda ocurrir también lo tengo. No se porque hallo tan entretenido pasar las tardes de mis días libres revolviendo en tiendas exóticas y ferias de pulgas en busca de arcaicos tesoros sin valor.
Mi historia comienza un fin de semana como cualquier otro para mí, haciendo in tour por las ferias de pulgas, compre algunos vestidos de los años 20, que jamás usaría y una lámpara Tiffany muy bonita y cuando ya me disponía a marcharme, divise en medio de los puestos uno pequeño que me llamo la atención, tenia una cantidad inimaginable y variada de muñecas de porcelana y juguetes antiguos, volví sobre mis pasos y me puse a revisar una por una las muñecas, ¡Cual de todas mas bonita! Con sus vestiditos de seda y sus rulos artificiales, me parecían preciosas. Estaba absorta contemplándolas para tratar de elegir cual me llevaría, cuando se me acerco sigilosamente un anciano
-Elige la que mas te guste Katalina -me dijo casi en un susurro- Yo te la regalo.
Me sobresalte mucho, primero porque me sorprendió y segundo, porque el anciano conocía mi nombre. Era extraño, pero como desconfiar de aquel ancianito de mirada dulce y gestos amables, era evidente que era casi tan viejo como el tiempo, su piel parecía un pergamino amarillento y descolorido, aunque todavía le quedaban resabios de una antigua galladura. Lo mire muy sorprendida y solo se me ocurrió presentarme
-Katalina Frías, un gusto conocerlo -le dije mientras le tendía la mano- ¿Nos conocemos?
-Por supuesto pequeña, yo fui amigo de tu padre hace muchos muchos años, tal vez tu no me recuerdes porque eras un bebe cuando me viste por ultima vez.
Conforme con la explicación, me dispuse a elegir una muñeca, después de todo, si había sido amigo de mi padre, no podía ser malo.
De entre todas las muñecas que había, me prende de una en particular, su piel era de un color similar al chocolate, tenia ojos que parecían de gato, grandes, brillantes y verdes, y sus rizos eran oscuros como la noche. Resaltaba por encima de todas las otras, que parecían rubias sosas comparadas con ella
-¡Esa quiero! -exclame, mientras señalaba a la morenita- Es muy hermosa y me gustaría llevármela.
-Oh niña! esa muñeca no es para ti, elije otra mejor -me dijo con un tono triste, y me explico que ademas de ser muy antigua, sus dueñas anteriores habían muerto de maneras horrendas y misteriosas. Pero yo estaba encaprichada y no me importo asi que le insistí hasta que aceptó.
-Bien, si esa es la que te gusta, puedes llevártela-me dijo mientras la sacaba del escaparate y la envolvía cuidadosamente en papel de seda y la metía en una primorosa bolsita de papel. Me alcanzo la bolsa con mi regalo y se despidió de mí con mucho afecto, mientras caminaba de regreso a mi auto, gire para mirar al anciano y note en su mirada un destello malévolo que me hizo caminar más rápido.
Ya en casa, deje mi cartera y la bolsa con la muñeca en el salón, acaricié a mi gata y pase de largo hacia la habitación del fondo, que era una especie de exhibición, en donde tenia todos mis artículos coleccionables, acomode los vestidos en perchas y los colgué en un armario viejo como ellos, acomode la lámpara sobre una mesa y feliz conmigo misma me fui de regreso al salón, con la intención de examinar mi muñeca nueva.
Me sorprendió ver la bolsa en el suelo, y el papel de seda rasgado, pero asumí que el minino de la casa había estado haciendo de las suyas. Esperaba de corazón que la muñeca no se hubiera dañado con la caída, la levante con mucho cuidado y me puse a observar sus detalles, era increíble lo bien hecha que estaba, la porcelana era absolutamente uniforme, sin fallas ni grumos como solían tener las muñecas de aquella época, su pelito era suave, parecía natural, pero lo mas llamativo eran sus ojos, parecía tener la mirada viva y hasta un poco traviesa, el vestido de raso y seda, cuidadosamente bordado y pintado a mano, hacia juego con los zapatitos y el bolso. Encantada con mi adquisición, decidí que no la llevaría a la sala donde estaban las demás cosas, no eso no, era demasiado bonita como para que se pierda en el mar de chucherías, de modo que me levante y la coloque en la repisa de la chimenea, desde ahí seguro se luciría, ya que estaba en el centro del salón y todas las miradas se fijarían en ella.
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Origen de los creepypastas
AléatoirePortada hecha por Yasu Hola este es un libro donde estarán los orígenes de los creepypastas que pidan