El sueño maléfico: tres noches en el Infierno

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Yo siempre tuve problemas para dormir. Normalmente, tenía que tomar pastillas que me recetó el doctor: mi amigo y colega de la Universidad de Cambridge, el Dr. Henry Rutterford. Pero, antes, tras la desesperación del no poder dormir, había hecho que mi doctor utilizara métodos mucho más «extremos», supongo yo. Tras un par de exámenes, él me había diagnosticado insomnio hace dos meses atrás, por lo que me recetó una pastilla de difenhidramina antes de dormir. Así «podría dormir plenamente», algo que realmente necesitaba por el excesivo requerimiento que mi trabajo solicitaba.

Hice caso omiso a mi doctor y, después de salir de su consultorio, me dirigí a casa después de un día largo de trabajo como tesorero de la compañía Microsoft en el Reino Unido. Llegué como de costumbre a las 7:27 p.m. y me preparé la cena: dos huevos revueltos con tortilla abajo, bolillo y un poco de cereal con leche. Después de haber comido mi cena, decidí irme a dormir. Sabía que tras tomarme la pastilla tardaría aproximadamente unos treinta minutos en hacer efecto, así que me puse mi pijama e hice un poco de ejercicio para hacer mi estadía en la cama un poco más «placentera».

Después de veintiocho minutos, más o menos, dormí como nunca. No sé cómo explicarlo, solo sabía que estaba dormido, aunque no estaba consciente de eso en mi sueño. Sin embargo, estaba soñando y eso era lo que importaba. Pero a pesar de mi exitosa tarea de dormir, me había topado con algo que hubiese preferido no toparme. Rápidamente, el sueño se convirtió en una de mis más grandes pesadillas, que dejaría huella en mí por toda mi vida...

Soñé que estaba en mi cama completamente dormido, pero fue una sensación extracorpórea. Era como si mi alma estuviese fuera de mi cuerpo, atrayendo mis ojos hacia mi cuerpo que yacía en la cama. Podía verme a mí mismo dormido. «¿Qué es esto?», pensé. «¿Qué está pasando?». Realmente no podía explicarlo, y sentía un miedo y una explotación de adrenalina siendo expulsada de mi cuerpo en ese momento. Me sentía, también, demasiado inmóvil a decir verdad. Solo escapé de mi estado de asombro cuando di el primer paso hacia la caja de pastillas para dormir. Extendí mi mano para tomarlas y saqué el envoltorio donde venían, solo para darme cuenta de que, sea lo que fuese que pensaba en esos momentos (que, además, creí estar muerto; en realidad, creí...) no era posible: «¿Me hubiese tomado más de dos pastillas?». Rápidamente, volteé hacia mi cuerpo que yacía en la cama y, en un punto de desesperación, comencé a llorar. «Habré muerto, en realidad habré muerto», pensé. «¡No quiero estar en este lugar, no quiero!», grité con toda mi energía, que hasta me hizo sentir que mis cuerdas vocales se desgarraban.

Mis pensamientos y gritos, en ese momento, se vieron interrumpidos por una especie de incomodidad. Sentí que alguien me observaba desde algún punto de la habitación, pero no sabía dónde. Después de darme la vuelta para buscar el motivo de mi incomodidad, di bruscamente un salto hacia atrás al ver una figura oscura entre la televisión que estaba frente a mi cama y mis cortinas. Parecía una silueta con una túnica negra. Sentí pronto una expulsión completa de adrenalina, un miedo inmenso al ver que esa figura demoníaca estaba viéndome; o mejor dicho, viendo mi cuerpo «muerto» en la cama. No sabía cómo lo sabía... es decir, tenía una túnica negra cuya oscuridad no dejaba ver su rostro, pero sabía que me estaba observando detenidamente. Estudiándome.

Quería correr con todo. Con mi corazón en mano, en una milésima de segundo decidí hacerlo, pero mis acciones fueron detenidas por el pensamiento de: «¿Y si me atrapa?». Solo me quedé allí, inmóvil, sin ningún tipo de plan en mente. Mis nervios y mi cordura mental estallaron cuando esa criatura infernal comenzó a moverse hacia mi lado de la cama. Sentí, en ese momento, cómo mi adrenalina tomaba su punto más alto, y sentía unas inmensas ganas de vomitar, llorar y gritar... Quería despertar, ahora.

Después de un momento a oscuras, y por algún momento de rareza espiritual (o científica), vi mis ojos cerrarse cada vez más fuerte. Después, abrí los ojos... Había despertado. Mi mente daba muchas vueltas en ese momento. «¿Qué había pasado? ¿Morí, me desmayé o de algún modo que no puedo explicar, pude sacar mi alma de mi cuerpo?», pensaba. Mi cara estaba inexplicablemente ardiendo, sentía que tenía un dolor de cabeza tremendo. Me quité las lagañas y me estiré lo más que pude sin tener las agallas para salir de la cama, porque tenía la sensación de que solo podía ver a esa criatura con el alma y no materialmente, así que esa cosa podía seguir en el cuarto sin que yo me diese cuenta. Volteé mi cabeza para observar el reloj: 9:43 a.m. ¡Me había retrasado una hora y trece minutos! Salí de la cama disparado y agarré mi camisa de vestir blanca y me la puse junto con mis pantalones, calcetines y zapatos. Acomodé todo mientras bajaba por las escaleras. «¡Llegaré tarde al trabajo, maldita sea!», grité con todo mi enojo y frustración. «¡Carajo!».

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