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Hubo un velorio, pero no fue el gran velorio, porque las personas no sabían si realmente estaba allí. Caer desde tan alto te deja el cuerpo destrozado, y hay cosas que simplemente no vuelven a ser como eran antes.

Yo creo que Tommy sí estaba allí dentro, pero nadie se animaba a abrir el ataúd. Yo tampoco quería hacerlo.

Había caído desde tan alto, y se había liberado, y lo que estaba allí dentro era lo que siempre, lo que realmente, había sido; pero nadie quería verlo, y el suicidio quedaría como un pecado. Toda una vida brillante para acabar pecando, y sin poder pasar a la gloria de Cristo.  ¿Realmente alguien como él se merecía eso?

Ni siquiera yo quería ver el ataúd.

No soy especial, Tommy, y tampoco soy tan común como todos los que esa noche estaban allí. Para ellos fuiste lo que fuiste, no eras más que lo que les mostrabas. Para mí eras un poco más, pero tampoco eras más de lo que pensaba.

Ahora estás muerto, y nadie sabrá realmente quién eras.

A un lado de tu ataúd estaba tu madre. La recuerdo más acabada que nunca, ella ahora era la que estaba muerta en vida.

Nunca se apartó de allí.

Y entonces la entendí, ahora que no estabas, entendí lo que pasaba, y lo que pasaría con ella. 

Lo malo de vivir a través de otra vida (o por otra vida) es que cuando muere, lo que haces, lo que hiciste, ya no tiene sentido. Lo más sensato es suicidarse, pero ella tenía otro hijo.

Y de ese modo te fuiste, Tommy. 

Y la muerte, y lo que dejaste aquí, se perderá en cientos y miles de noticias. No nos dejaste nada, y la perdiste, Tommy.

Si solo hubieses abierto tu ataúd mucho antes.

Mucho antes de estar allí, y ser lo que fuiste.

  Es así de complicadamente simple.  



Fin.

La Plena Conciencia de una MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora