Neptuno
Neptuno es el rey que gobierna el mar. Se dice que escogió su morada en las profundidades el océano en un castillo de oro y corales. Un dios justo, pero severo y con un alma tan fría como el océano mismo.
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I
Una noche tormentosa en medio del mar, de esas noches en las que es imposible seguir las estrellas por lo intranquilo del viento y las nubes aglutinadas dejando sólo negrura en el horizonte. El mar está quebrado y el aire ataca las blancas velas haciendo el mástil crujir, parece tan frágil en la inmensidad del océano, pero su capitán, con astucia surca las olas abriéndose camino con su endeble barco de comercio. Y hay un momento en que la idiotez y el orgullo se confunde con la fortaleza y la valentía.
El barco de Sinbad, el rey de los 7 mares estaba en otro de sus impredecibles viajes en medio de la tormenta. La lluvia intermitente caía con furia sobre madera roída por el salitre del mar, pero aun así no era capaz de buscar el ojo del huracán, allí donde es más tranquilo, la obstinación le lleva atravesar la tormenta.
Más allá de la cubierta, en la parte baja del barco, donde la voz de Sinbad no se escuchaba, estaba él. Sus ojos rojos y su cabello negro revuelto parecían opacos por el transcurso de varios días encerrado sin la luz del sol, el movimiento intenso ya lo tenía mareado. Desde el inicio del viaje, aquel vaivén no le había sentado del todo bien, a medida que la tormenta había tomado más fuerza su mareo había empeorado.
Peor aún era el óxido de las cadenas el que se hundía en su piel. Judal, el oráculo del imperio Kou había sido vendido a la compañía de comercio de Sindria, el cual tenía como representante al mismo rey de los 7 mares.
Para Judal, había perdido por completo la gracia. Mucho tiempo atrás dormía escuchando sus historias. Esas en las que desafiaba a los mares y los mismos dioses mientras conquistaba reinos. Era todo un héroe en donde quiera que se escuchara hablar de él y si tenía que ser sincero, le admiraba.
Pero la admiración se acaba.
Le habían sacado de sus aposentos un mes atrás, le habían ordenado quitarse su hermoso traje y había sido remplazado por un humilde atuendo de algodón. Nadie jamás le explicó que había sido otorgado a Sindria como ofrenda de paz.
No había podido despedirse de las dos únicas personas que le importaban, los dos pelirrojos menores. Los que eran como sus hermanos y tampoco pudo ver de nuevo a Kouen, su adorado Kouen. Algunas noches, se preguntaba si ellos le extrañarían o si, en algún momento notarían su ausencia. Después de haberlo pensado en esas noches solitarias había llegado a una sencilla conclusión. El mismo Kouen le había vendido, la persona que más quería en su reino le había sacado de allí para ser llevado al otro lado del mundo y ser transportado como una vil mercancía barata. Y dolía, tanto que no podía pasar alimento alguno por ese dolor en el pecho. Dolía más que la idea de no ver de nuevo los jardines de Kou, o sus pelirrojos.
Pero ahora, Judal estaba ahí, encerrado en un camarote apenas habitable y con muchas nauseas, con un movimiento incómodo que le causaba un mareo mortal y esas vomitivas ganas que no se iban de su estómago. No le apetecían los duraznos. Los estruendos no paraban y las maderas crujían tan salvajemente que, aunque el malestar le dominara, había comenzado a preocuparse.
Había escuchado las palabras ególatras de Sinbad cuando subieron al barco. "En el mar, no existe nada que pueda detenerme"
Como oráculo supo que, con esas palabras, había retado directamente a Neptuno y precisamente por eso había intentado escapar 5 veces del barco. Esa era una de las razones por las cuales estaba encadenado. El rey de hecho, no había sido tan cruel con él, sencillamente desde que ambos se habían visto ninguno se había simpatizado.
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Neptuno
FanfictionMagi Fanfic. Judal es adorado por el dios del mar, sin embargo aún mantiene una venganza en tierra. Yaoi.