Último Suspiro

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Por fin habíamos llegado al hospital. Estaba muy nerviosa.

¿Qué pasa si ya es demasiado tarde?

Mi mente daba vueltas, de pronto me comencé a sentir mareada y mi respiración se agitó.

¿Y si nunca tenemos la oportunidad de despedirnos? ¿y si...? ¿y si ya está muerta...? 

Estaba histérica.

— Tranquila hija, me pones nerviosa. —me dijo mi madre notando mi desesperación. No entendía como podía estar tan calmada. Yo estaba nerviosa porque, bueno, era mi abuela. Ni me imagino como estaría si fuera mi mamá a la que tuviera que venir a ver.

Asentí.

Luego llegamos a la recepción y mi madre preguntó por mi abuela, la recepcionista escribió el algo en su ordenador y nos dijo el número de la habitación en donde se encontraba. 

Solté un suspiro de alivio. No habíamos llegado tan tarde.

Comenzamos a caminar por un largo pasillo. 

Un peso se me quitó de encima cuando la recepcionista nos dijo dónde estaba mi abuela, pero aún así, este suspenso me estaba matando.

Entonces nos detuvimos frente a una puerta, verifiqué el número de la habitación. 

612. 

Correcto. Suspiré, y giré la manilla lentamente para abrir la puerta.

Cuando abrí la puerta me encontré a mi abuela muy distinta a como siempre había sido. La sonrisa permanente en su rostro ya no estaba y ahora tenía menos cabello del que tenía antes. Sé veía muy diferente. Sé veía incluso más vieja desde la última vez que la habíamos visitado.

Mi madre entró casi corriendo a la habitación, directo hacia la cama donde se encontraba mi abuela. La abrazó y ya no pudo contener las lágrimas.

Yo la seguí y me uní al abrazo. Nos quedamos así por un par de minutos y cuando nos separamos mi abuela sonrió al fin.

Pero entonces comenzó a toser. Mi madre le acercó un vaso de agua que estaba en un mesón y mi abuela lo bebió en unos segundos.

Después, de qué su tos se detuviera, mi abuela hizo un gesto algo débil para que mi madre se acercara a ella y murmuró algo en su oído. Algo que no logré escuchar, pero que consiguió que mi madre sollozara y que derramara lágrimas otra vez.

Ver a mi madre llorar me partía en dos. La había visto llorar tantas veces... 

Mi abuela repitió su gesto anterior, pero esta vez dirigido hacia mí. Me acerqué despacio hacia ella y con sus ahora ásperas manos, tomó las mías.

— Recuerda, mi niña, que aunque sola te encuentres en la oscuridad, siempre habrá una mano amiga, que te ayudará. Me aseguraré de eso, no te preocupes... —dijo ella con un hilo de voz.

Estaba a punto de responderle y de preguntarle qué era lo que quería decir. Pero entonces dio su último suspiro, su manos cayeron y sus ojos se cerraron...

Fue lo más horrible que había visto. Jamás había presenciado una muerte así, al frente de mis ojos.

Casi pude ver su alma abandonando su cuerpo.

Ese cuerpo que alguna vez fue mi abuela. 

Ese cuerpo que ya no servía más.

Ese cuerpo que ya había cumplido su función.

Scarlett  |  [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora