Días de primavera - Capítulo 3

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Estamos en una casetilla de madera destartalada a un lado del camino, hay un árbol encima que crece en el acantilado y tiene un follaje enorme, así que aunque esta construcción está llena de agujeros nos logra cubrir bastante entre ambas cosas. Estamos completamente empapados, tengo hasta los calzoncillos mojados, las botas llenas de agua y el cabello pesado y húmedo pegado a las mejillas. Wolfram terminó con el pelo lacio de tanta agua, y ahora que se le secó un poco sin los cuidados de siempre tiene los rizos para cualquier lado, está de mal humor porque no le gusta.

Dejando de lado lo fashion en todo esto, ¡hace frio! El viento entra entre unas tablas rotas y no tenemos con que resguardarnos. Estamos hechos bolita uno al lado del otro desde hace un rato.

—¿Por qué siempre que salgo contigo me pasan cosas como esta? —se queja Wolf.

—Fuiste tú el que dijo que era una lluvia pasajera. Mira que pasajera que es.

Frente a nosotros se extiende un barrial inundado, el agua cae como a baldazos con un ruido increíble. Un trueno corta nuestra conversación, es como si hubiera caído una bomba y nos estremecemos del susto, luego viene la luz cegadora en el horizonte. El cielo está negro, las nubes apocalípticas dan miedo y se puede ver los destellos que viaja entre ellas.

—Yo que sabía que era una tormenta eléctrica —se defiende.

—Tengo frio, mis pies están congelados —digo suavecito, cuando muevo los dedos adentro de mis botas el cuero cruje y se siente el agua.

Nos íbamos a comer el ultimo pan y medio hace un rato, pero nos encontramos con que es una masa pegajosa y húmeda dentro de mi alforja, ninguno de los dos queremos eso. Hace como dos horas que estamos aquí y ya no tenemos ganas de seguir conversando.

Wolfram se levanta y se para atrás mío. —Hazme lugar —me pide.

—¿Para qué? —pregunto pero me muevo un poco más adelante, él se sienta detrás de mí con las piernas bien abiertas y pega su entrepierna a mi espalda baja, me incomoda de repente.

—¿No dijiste que tenías frio? —Me rodea el estómago con un brazo, me tenso un poco ante ese contacto inesperado y luego de que se termina de acomodar me abraza. Su rostro está justo detrás de mí nuca, cuando habla lo escucho demasiado cerca—. Puedo mantenerte caliente.

Me gustaría reprochar que esta igual de mojado e igual de frio que yo, pero no lo está. Wolfram no está seco del todo, pero si mucho más que yo, y su cuerpo es increíblemente caliente.

—¿Por qué estás tan caliente? —le pregunto y pienso ligeramente en el doble sentido de esta frase.

—Estoy usando magia. Fuego. ¿Recuerdas?

Se ilumina la lamparita en mi cabeza, ¡magia de fuego! Wolfram casi nunca usa sus poderes especiales en su vida cotidiana, pero los tiene. Como me acostumbré a él sin usarlos, ya que siempre terminábamos pasando más tiempo juntos en tierras humanas que aquí, o en casa donde no los usa, me olvido que no es una persona normal. No es un humano, es un mazoku, y los demonios tienen poderes.

Automáticamente comprendí todo, así que puedo ignorar como vibra su voz tan cerca de mi cuello y pienso que esto está bien. Sostengo sus brazos firmemente y me quedo así, no estoy relajado porque mantengo mi cuerpo hecho un ovillo. Miro el piso, en mi campo de visión está la punta de sus botas y nada más interesante, solo hay tierra y comienza el charco de agua de afuera. El ruido de la lluvia sigue igual de fuerte, como música ambiente, si tuviera una mantita y estuviera en mi cama seria la hora perfecta para una siesta. Ahora estoy sumamente calentito, Wolfram es un calefactor humano.

—No tienes que sostenerme así, no voy a mover las manos —me dice luego de un rato. No estoy haciendo nada, pero he mantenido apretados sus brazos contra mi cuerpo en el mismo lugar.

Días de primaveraWhere stories live. Discover now