Capítulo 1

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Narra Noa:

Ya todo estaba listo, la última carta estaba siendo redactada por mi mano y las lágrimas salían.

"No eres tú, nunca has sido tú. Eres él único que me ha hecho pensar que la vida valía de algo, tú eres quien me motivaba a abrir mis ojos por la mañana. No tenía otra razón que no fuese verte una vez más, tenerte entre mis brazos y decirte cuanto te amo... Pero ya no puedo, la vida me ha dado con todo. Sé que no es suficiente decir que me voy por mi enfermedad, sé que para muchos no es motivo para rendirme... Pero yo ya soy inútil, no sirvo más en este mundo y no quiero que el resto de mi vida dependa de medicamentos y tratamientos. Si no sirvo ya para nada, no puedo quedarme aquí.
Te amo y sé que encontrarás a la pareja más linda y atenta del mundo. Estoy segura de que ella te dará todo lo que no pude darte y te hará muy feliz.
Siempre cuidaré de ti, donde sea que esté, te cuidaré.

Con amor, más del que puedas imaginar, Noa"

No me sentía mal por lo que iba a hacer, en lo más mínimo, la verdad es que me sentía liberada de pensar en el hecho de que ya no dependería más de esas estúpidas medicinas, ya no sufriría más.

Resulta que una de mis bisabuelas por parte de mí mamá tenía diabetes, y se saltó generaciones, haciendo que yo heredara esta mierda de vida. Pero no culpaba a mi bisabuela por ello, nunca lo haría, ella no tenía la culpa, además, tuvo que pasar por la misma miseria que yo. Sin embargo, por haber contraído esta enfermedad desde muy pequeña, varias cosas se complicaron para mí y tuve que pasar por daños secundarios; entre ellos, que me amputasen ambas piernas. Y ahora eso me hacía sentir inútil.

Lo único que hacía que mi consciencia remordiera era saber que mucha gente se sentiría mal por mí culpa. Mi madre se culpaba día a día por mi enfermedad, y sabía que le dolería saber que me había quitado la vida. Mi padre se había ido hace mucho, cuando se divorció de mi madre, pero siempre estaba al pendiente de mí y procuraba que nada me faltara. Mi mejor amiga me visitaba a diario para animarme, y siempre me mencionaba cuán difícil sería su vida sin mí. Y Elián... Elián, el chico que me tenía loca, que me había cuidado tanto como pudo, que me mostró que el amor podía llenar miles de vacíos, él definitivamente sufriría. Pero yo ya no quería representar una carga para nadie, no quería tener que subirme a una silla de ruedas para hacer algo tan simple como ir al baño, prepararme algo de comer, recorrer mi propia estancia. Era frustrante llegar a lugares en donde no podía entrar yo sola porque me atoraba, o no poder subir a algún sitio porque las escaleras me lo impedían. Y era horrible tener que tomar medicinas, sólo para asegurarme de que no moriría a la mañana siguiente. Era frustrante, y por eso estaba decidida a terminar con esto.

Con un nudo en la garganta y con mi cuerpo temblando, me armé de valor y me vacíe el frasco de pastillas en la boca. Entonces, un leve retortijón me recorrió, el corazón se me aceleró y sentí como comenzaba a convulsionarme. Era tremendamente horrible la desesperación que empezó a crecer dentro de mí, que me orillaba a tratar de buscar una manera de sobrevivir. Poco a poco empecé a perder la consciencia, y junto con ella mi vida. Bastaron 5 minutos para acabar con 17 largos y difíciles años de vida, sólo cinco minutos. Cerré los ojos y, con las lágrimas acumuladas, dibujé una ligera sonrisa en mi rostro. Estoy feliz. Mi último pensamiento fue Elián. En mi cabeza, él también sonreía.

*♡♡♡*

Pareciese que todo estaba en contra aquella tarde. El cielo se había tornado de un gris horrible, amenazaba con que las gotas de lluvia cayeran bruscamente del cielo, y seguro que aquel sonido de la lluvia no aminoraría el de los lamentos del chico que tenía a su novia, sin vida, entre sus brazos.

Elián había llegado aquella tarde a casa de Noa, entrando con la copia de llaves que la señora Johanna le había proporcionado días antes. Sin embargo, se llevó una horrible sorpresa cuando encontró a Noa en su cama, sin vida. Sin dudarlo ni un segundo, el chico corrió hacia ella y la estrujo contra su pecho. Elián emitía sonidos estrangulados, uno tras otro, destrozado por lo que sus ojos habían encontrado esa tarde. Noa era toda su felicidad, y él no podía creer que ella se hubiese atrevido a arrebatársela de esa manera, sin siquiera haberse despedido de él, sin permitir que le dijese cuanto la amaba por última vez.

-Noa, Dios mío, cariño, ¿Qué demonios hiciste? ¡Mierda! ¿Es que algo iba mal? ¿Por qué no me lo dijiste? podíamos... podíamos haberlo resuelto, ¡Carajo!

Elián hablaba entre lágrimas, esperando inútilmente una respuesta de la chica pálida que yacía en sus brazos. Se sentía destrozado por dentro, y si no fuese porque aún tenía un poco de juicio, seguro que hubiese alcanzado a su amada en segundos.

-Noa, yo... no puedo creer esto. Me haces sentir como si no hubiese estado para ti, me siento culpable. ¿Qué hice mal? ¿Por qué no me dijiste que te sentías mal? Ya no... ¿Es que ya no confiabas en mí?

Elián divisó unas hojas de pequeño tamaño que se encontraban en la mesita de noche. Y en uno de aquellos papelitos, se encontraba escrito en una bella caligrafía el nombre de Elián. Sin soltar a Noa, lentamente, estiró su mano hasta llegar a lo que se trataba de una carta. Con las manos temblorosas y los ojos hinchados por el llanto, Elián comenzó a leer. La tinta aún estaba fresca. Y entonces se sintió peor al saber que no había llegado a tiempo para impedir lo que sería una locura. Cuando menos, le hubiese gustado estar junto a Noa en sus últimos minutos de vida. Y entonces, con estos pensamientos revoloteando en su cabeza, taladrando con furor en cada rincón de ella, volvió a sumergirse en un llanto desgarrador.

*♡♡♡*

La gente alrededor de la tumba se encontraba en pleno silencio. Amigos, familiares y conocidos se sumergían en el triste ambiente que provoca el fallecimiento de un ser querido. Y aunque a todos les hubiese encantado despedir a la bella Noa con una sonrisa de oreja a oreja, era imposible porque sabían que no la volverían a ver, a escuchar, o a sentir.

La señora Johanna y el señor David, padres de Noa, se encontraban devastados. Su niña se había ido para no volver jamás, y eso hacía que dentro de ellos se generara una horrible sensación de tristeza. Fue tanto su dolor, que en ese momento olvidaron sus diferencias, se abrazaron y lloraron juntos.

Mei, la mejor amiga de Noa, lloraba sin cesar frente a la tumba de su compañera de vida. Las piernas dejaron de responderle en cierto momento, y prefirió dejarse caer de rodillas en la tierra, para así no caer por culpa de su debilidad. Mei se caracterizaba por ser una mujer fuerte, según Noa, pero la muerte de su mejor amiga la había arrastrado a un agujero negro lleno de tristezas, arrepentimientos y anhelos... anhelo porque Noa regresara a decirle que había sido una de las tantas pesadillas que la asaltaban durante las noches, y que todo estaba bien.

Un centenar de ex compañeros de la escuela y conocidos de sus grupos de apoyo se aglomeraban alrededor del ataúd en donde se encontraba la chica que en algún momento fue Noa. Y entre todo ese centenar de personas, estaba Elián, apartado de todos, dejando que su tristeza lo consumiera. Sus ojos color azul cielo tenían un aspecto opaco, no brillaban de la manera en que tanto le encantaba a Noa que lo hicieran. Sus cabellos negros, que normalmente eran sedosos, estaban hechos una maraña y totalmente secos. Su rostro se veía demacrado, y su postura era encorvada. Pareciera que llevaba encima de él toneladas y toneladas de rocas, pesadas y difíciles de cargar. Y cómo no iba a verse de esa forma, si Noa no sólo se había quitado la vida, también se llevó la de él con ella.

Por un momento, Elián pensó en que Noa era muy egoísta al haberse llevado todo sin contemplar lo que podía causarle a él. Pero Elián no podía enojarse con Noa, ni culparla de nada, ni desearle el mal. Elián sólo podía seguir amándola, aunque ella ya no estuviese con él, aún la amaba. Y estaba seguro que la amaría por el resto de su vida... por el resto de los tiempos.

*♡♡♡*

Habían pasado 4 años desde la muerte de Noa. La vida había retomado su curso normal para todos... todos excepto Elián. La señora Johanna y el señor David se habían reconciliado como pareja. Mei había escrito un libro dedicado a su amiga, que en poco tiempo se volvió famoso. Pero Elián... a pesar de que había salido adelante con su vida, triunfado en sus estudios y conseguido algunas parejas, aún sentía ese hueco de que alguien le faltaba. Así que al final, decidió resguardarse de la sociedad. Su semblante se veía tan oscuro y decaído, que asustaba a las personas y las ahuyentaba fácilmente. La gente se preguntaba día tras día que era lo que hacía que aquel joven se comportara de aquella manera antipática. Y él sabía perfectamente la respuesta; Noa era lo que le faltaba para volver a ser feliz y poder volver a sonreír algún día.

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