Capítulo 2

48 0 0
                                    

Narra Noa:

Mis párpados pesaban a causa del cansancio que sentía. Un pequeño y ligero peso estaba encima de mí, al mismo tiempo que un par de manos pequeñas me zangoloteaban por los hombros. Abrí lentamente los ojos, emitiendo un gruñido en protesta a la personita que no me dejaba continuar con mi sueño.

-¡Vamos Noa, arriba! Cómo eres floja, deberás. ¡Anda, párate!

Me incorporé desganada y miré a Naty, la pequeña angelillo que se encargaba de espantarme el sueño por las mañanas todos los días. Meneé mi cabeza divertida, y estiré mis alas para desperezarme.

-Naty, eres muy molesta, ¿Lo sabías? Estaba teniendo un lindo sueño.

-¡Noa, el señor quiere verte! Me ha enviado Angelina a despertarte. Al parecer, Miguel le dijo que era urgente que fueras.

La miré asustada. ¿¡El señor?! ¿Para qué me quería a mí el señor? ¿A caso había hecho algo malo?

-¡Madre Santa! Entonces más vale que me apresure, no quiero que Miguel venga por mí, a veces se pone muy pesado cuando se trata de horarios.

Naty rodó los ojos, dándome la razón. Yo corría por la estancia, arreglando un poco la nube en donde dormía y Naty se movía de aquí para allá, ayudándome.

Hacía cuatro años que había llegado aquí arriba. Después de quitarme la vida, el señor me dejó observar mi triste y melancólico funeral. Hasta la fecha, no puedo superar el rostro que tenían todos mis amigos y familiares, pero trato de no recordarlo tan seguido para no lastimarme. Una vez que terminó mi entierro, me tomó entre sus brazos para llevarme con él y ofrecerme vivienda entre los Ángeles. Me dio un par de alas, y comencé mi "receso" aquí.

El receso era a lo que nosotros llamábamos el descanso de vivir. A las almas viejas, se les otorgaba un descanso eterno, mientras que a las jóvenes se nos daba un pequeño puesto de "Ángeles inquilinos", y partíamos a la reencarnación después de cierto tiempo. Y eso era lo que más me espantaba. Yo estaba entre las almas jóvenes, lo que significaba que pronto me tocaría reencarnar, pero yo no quería volver... No quería tener que pasar por otra vida, en donde estoy casi segura que volvería a sufrir. Y tampoco quería perder mis recuerdos, no quería olvidarme de mi familia, no quería olvidarme de mis amigos... no quería olvidar a Elián.

Espabilé sacudiendo levemente mi cabeza, como tratando de ahuyentar a mis pensamientos. Lo último que necesitaba en este momento era torturarme yo sola con especulaciones.

Miré hacia abajo de mi nube y me encontré con mis padres cocinando juntos y una niña pequeña, su hija. Me causaba tanta alegría saber que habían vuelto a estar juntos, yo siempre supe que aún se amaban.

Después, le eché un vistazo a Mei, quien se encontraba en una firma de libros. Mi amiga tenía una sonrisa pintada en el rostro y estrechaba alegremente la mano de sus admiradores. Una vez que le dieron un respiro, abrió su extravagante bolsa de mano y sacó su celular. Cuando miré su fondo de pantalla, una sonrisa boba se dibujó en mi rostro, al igual que en el de Mei. Estábamos ella y yo abrazadas y sonriendo, posando torpemente para la cámara. Recuerdo que ese día le había dicho que siempre estaría con ella, y me agrada saber que sigo cumpliendo con mi palabra.

Hasta ahí, todo iba de maravilla, hasta que me topé con él. Miré horrorizada al chico de ojos azules y cabellos negros, y sentí una punzada en el pecho cuando lo vi voltear al cielo. Como si me hubiese sentido, Elián lanzó un discreto beso hacia arriba con sus ojos llenos de lágrimas contenidas y su labio tembloroso. Estiré mi mano e hice como si atrapara el beso, llevándome mi palma a mis labios, como si lo depositase en ese lugar.
Hoy se cumplían exactos 4 años desde que yo había fallecido, y aún puedo recordar la impotencia que sentí cuando vi como encontraba mi cuerpo sin vida en mi cama. Elián había llorado hasta no poder derramar más lágrimas. Siento una tristeza profunda al recordar cómo, en ese momento, me arrepentí de lo que había hecho, y deseé con todas mis fuerzas regresar a la vida para poder abrazar a Elián, consolarlo y decirle que todo estaba bien, que seguía a su lado y que lo amaba como nunca amaría a nadie ni a nada. Pero desafortunadamente, eso ya no era posible, así que tuve que soportar la tortuosa escena de él llorando con mi cuerpo estrujado contra su pecho.

AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora