Capítulo 4

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Narra Elián:

Salí a paso apresurado del pasillo en el que se encontraba esa bola de imbéciles, y cuando me encontré fuera de su vista, corrí hasta el patio. Una vez ahí, comencé a lanzar pestes por todos lados. Todos ellos tenían tanta razón, y sin embargo, no quería aceptarlo porque me rehusaba a siquiera pensar en la posibilidad de superar a Noa. La amaba, y estaba consciente de que ella no regresaría, pero lo que yo sentía por ella era intocable, la amaría hasta el último día de mi vida.
De pronto, la imagen de aquella chica pequeña de ojos verdes se atravesó por mi mente. Por un segundo, me recordó tanto a ella... Obstinada, valiente e impulsiva. Bien pude haber golpeado su rostro sin remordimiento alguno, pero ella no hizo absolutamente nada por alejarse de mí. Sólo se quedó ahí, esperando a que mi puño llegara hasta su cara. De repente, el sentimiento de culpa se apoderó de mí. No me gustaba actuar como un imbécil, pero lo hacía. No quería que nadie se me acercara, porque cuando lo hacían, era para intentar hacer que yo olvidara a Noa, y no estaba dispuesto a eso.

Alguien tocó mi hombro, haciendo que saliera de mi ensimismamiento. Un chico de pelo rubio y ojos cafés me miraba ausente. Estaba claro que se encontraba bajo el efecto de las drogas.

–Hey, hermano, ¿Irás más tarde a la fiesta de Mark? ¡Va a estar de locos viejo!

Me erguí amenazante y lo miré con desprecio.

–¿Y yo para qué querría ir a una de sus estúpidas fiestas?

–Va a estar genial, habrá alcohol y chicas. Creo que te vendría bien, no es bueno estar enojado con la vida siempre.

–Lo consideraré. Ahora largo, antes de que te saque la mierda a golpes.

Soltó una risotada y se recargó confianzudo en mí hombro. Lo miré asqueado y retrocedí, dejándolo caer.

–Si bueno, ¡Tranquilo! No hay necesidad de golpearme, todos somos amigos.

Comenzó a reír y luego vómito. Estaba consciente de que sí lo dejaba ahí acostado, se ahogaría con su vasca. Me arrodillé y lo puse de lado. Una vez que hice eso, me fui dejándolo sólo. Sabía que me importaba, sabía que no era indiferente para mí, cómo todo mundo, pero quería hacerme creer a mí mismo que no era así, que los odiaba a todos y que no quería tener nada que ver con ninguno de ellos.

Narra Noa/Madeleine:

Cuando llegué a casa saludé a mi madre. Había sido una experiencia tan familiar y al mismo tiempo tan nueva, que tuve que controlarme para no estrujarla de más cuando la abracé.

Estaba en mi cuarto arreglándome para cuando Beto y Rose pasaran por mí. Me miré en el espejo y dos ojos grandes y verdes me regresaron la mirada. Madeleine era una chica de 1.58, con cabello corto de color castaño, la piel pálida y unos pies pequeños. Carecía de busto, pero tenía un buen trasero y lindas piernas. Me analicé meticulosamente, y me di cuenta de que era totalmente diferente a mi aspecto como Noa. Yo medía 1.67, mi cabello era largo de color negro, mis pies eran grandes, mi piel tenía un color apiñonado y mis ojos eran pequeños y de color café. Mi busto era grande, mis piernas eran largas y mi trasero... Bueno, había mejores.

Mi yo de ahora y mi yo de antes eran excesivamente distintas, y tenía que acostumbrarme a esta imagen que me proporcionaba el espejo.

Un claxon se hizo escuchar en la calle y me asomé por la ventana. Abajo estaba Beto recargado en un costado del vehículo. Me miré una última vez en el espejo, le di un retoque a mis labios y bajé a toda prisa las escaleras.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2017 ⏰

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