Leigh 25 Party

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Leigh-Anne no esperaba la presencia de Perrie en su fiesta.

La rubia estaba últimamente insoportable. De acuerdo, Leigh reconocía que tenía sus motivos.

Básicamente que Leigh había sido un poco coqueta con el maquillador de la sesión de fotos de su nuevo single pero es que el chico era tan divertido que...

Pero esa rubia indomable se había puesto de gata y sacado las uñas.

Y ella sólo esperaba que se le volviese a abrir el paraíso de esas piernas.





Jesy estaba nerviosa. Hasta el último momento había creído que Perrie estaba demasiado enfadada con Leigh por lo ocurrido días antes, pero cuando había visto llegar a ésta con aspecto decidido y salvaje, había temido algo aún peor.

No lo que ocurrió.



Leigh se sentó en el sofá. La fiesta había empezado hacía media hora y Perrie no había venido.

No creía que hubiese sido para tanto.



Jade y Jesy se miraron nerviosas.

Era la última vez que ayudaban a Perrie... hasta su próxima locura,



Leigh-Anne se levantó para partir el pastel de cumpleaños. Luego se iría a la cama. Ya no tenía ganas de fiesta, sólo aguantaba por los invitados.



Jesy y Jade empujaron un enorme pastel que desde luego no era el que Leigh había encargado. Pero suponía que esa enorme tarta de nata con bengalas era la manera que las chicas tenían de tratar de animarla por la ausencia de Perrie.

Se dispuso a soplar las velas cuando el pastel se rompió, literalmente.

Y de su interior surgió el mejor de los regalos, surgió esa belleza espectacular que era su compañera de banda y de cama.

Perrie llevaba el cabello suelto y un poco ondulado, llevaba los ojos pintados de purpurina roja y una especie de conjunto de sostén y tanga de corista con lentejuelas rojas.

Estaba demasiado sensual.

Bajó del pastel y se acercó a Leigh, contoneándose con el ritmo de la música. Se sentó sobre sus rodillas. Sonaba esa canción que tanto les gustaba a ambas para hacer el amor. A.D.I.D.A.S.

Estaba recubierta de crema y tan sensual que Leigh tuvo que contenerse para no lamerla directamente.

-Feliz cumpleaños –dijo entonces Perrie, sentada a horcajadas sobre ella. Le metió en la boca el dedo lleno de crema.

Se bajó de sus rodillas y le sonrió, lanzándole un beso. "No delante de los demás".

La siguió.



Leigh abrió la puerta del cuarto de baño. Perrie estaba allí, por supuesto.

-Estamos en un club.

-Quería desearte un feliz cumpleaños como te merecías...

-Pensé que estabas enfadada.

-Y lo estaba... pero ya no.

-Maldita sea, creí que ni siquiera ibas a venir. 

-¿De verdad lo dudaste?

-Sí.

Perrie se dio la vuelta, haciéndose la ofendida. Leigh le sujetó el brazo.

-Me lo pusiste difícil.

Abrazó a Perrie contra ella y cayeron contra el mármol del lavabo. Ambos labios se estrellaron y Perrie la acorraló.

-Iba a venir.

Aupó a Leigh, que sintió el frío del mármol traspasando en los muslos. Siguiendo un impulso lamió con la lengua la crema entre los pechos de la rubia.

-Tan dulce como tú.

-Tengo algo aún más dulce.

Leigh le bajó el tanga, que cayó quedando atrapado entre los tobillos de Perrie en un remolino de brillo rojo.

-Lo encontré.

Usó la mano para introducir los dedos en esa zona suave, húmeda, caliente y aterciopelada.

Hundió dos dedos que se deslizaron con extraordinaria facilidad por lo húmeda que estaba su mujer.

Perrie gimió y Leigh introdujo un tercer dedo, lo más hondo que pudo. Sus bocas chocaron de nuevo mientras Perrie le levantaba del todo el vestido y le movía el minúsculo tanga, acariciando con la palma abierta la extensión de su vagina, moviéndola en círculos mientras Leigh intensificaba la velocidad y profundidad de sus movimientos, follándola con los dedos como más le gustaba a su rubia: fuerte, hondo y muy rápido.

Perrie dejó de masajear el exterior de su coño para introducir tres dedos dentro de ella. Comenzaron a mover los dedos acompasando el ritmo, a la vez, mientras Leigh le acababa de lamer los restos de crema de su hombro derecho y finalmente, cuando sintió su cuerpo comenzar a estremecerse con el comienzo del orgasmo le mordió el hombro para ahogar el grito que de verdad le nacía.

Perrie le siguió, corriéndose contra sus labios y pronunciando su nombre.

-¿Te gustó mi regalo, bebé?

Leigh asintió, temblando.

Le había encantado.

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