¡Un pedido fatal!
Cierta vez…Un hombre, cansado de ver cada día nuestro mundo imperfecto, deseo fervientemente en que se le concediera un deseo…Y ese deseo fue: Que cada Navidad haya paz y armonía (sin importar qué)
Una mañana, al salir a la calle, se encontró con la enorme sorpresa de que su deseo se había cumplido: los conductores no insultaban a nadie, los gamberros trataban correctamente a los animales e incluso, una mujer con pinta de poseer mucho dinero, donó todo lo que llevaba a un mendigo que pedía unas monedas para seguir sobreviviendo.
Tan complacido estaba con lo que veía, que decidió al supermercado en el que solía hacer sus compras, para dejarle a una pequeña propina a una joven cajera con poca suerte. Lo que no se esperaba, es que en lugar de darle una pequeña propina, una fuerza invisible le obligó a entregarle casi todo el dinero que traía. Confundido ante aquel ataque de generosidad tan repentino, se alejó de allí con la intención de ir a su casa. Un lugar al que no consiguió llegar, ya que se confundió de bus y acabó en la galería más peligrosa de la cárcel, compartiendo la tarde de Navidad con los presos.
Muy enfadado consigo mismo, por hacer ese tipo de cosas en contra de su voluntad, cayó en la cuenta de que eran situaciones provocadas por su deseo. Unas situaciones, que no fueron todo lo agradables que a él le hubieran gustado y gracias a las cuales descubrió, que no era el más indicado para dar lecciones de espíritu navideño, puesto que su justicia y generosidad eran iguales que las demás.