Narra Justin.
Corrí hacia su casa unos veinte minutos después de verla desaparecer por todos lados. Reaccioné y supe que debía de seguirla, en veinte minutos uno puede suicidarse con tranquilidad por las calles de Londres y sentí miedo, no sabía por qué. Tampoco sabía que si lo que estaba dentro mi que era un remolino de sentimientos era porque tenía pena, y solamente eso. Era como ver a alguien intentar saltar a un vacío y no poder tirarte detrás de él porque también mueres, también caes y te golpeas con el suelo. Pero en el momento en que salvé a Anna, el vacío no estaba debajo de ella, el vacío estaba saliendo desde mi pecho como si fuera un huracán y por eso, corrí y corrí hasta sacarla de la carretera.
Presenciar una muerte era una de las últimas cosas que quería ver en mi vida, ver cómo alguien intentaba suicidarse porque la vida no había sido como esa persona quería.
Una de las peores cosas era que yo había sido una de las millones de razones de que Anna, esa noche, quisiera que un camión le pasara por encima y se fuera, se fuera para no volver. Suicidarse, sería algo que nunca haría, dejarlo todo solo por muchas malas jugadas, puede que el valor y fe que una persona se tiene desaparezca cuando todo el mundo te dice que debes matarte y que no vales nada pero, ¿dónde queda la esperanza de ser alguien que si puede salir de toda la mierda que está viviendo? Esa esperanza, esa luz que te dice que todo al final se va a arreglar, que todo va a ser mejor, va a ser como empezar de cero, un inicio con páginas en blanco para completar sobre las cosas que haremos cada día por más que sean cosas estúpidas.
No estaba lejos de la casa de Anna cuando se detuvo a respirar y caminar un rato. No era la mejor persona en atletismo pero no era que no tuviera resistencia física sino que el hecho de que mi mente estuviera pensando en otra cosa, me sacaba la concentración de mover las piernas velozmente para alcanzar a una chica, a una chica rara e intentar salvarla de lo que está viviendo.
Al ver la casa con las luces prendidas, supo que alguien estaba en la misma tanto como podía ser su padre como no pero si la persona que estaba ahí era Robert, todo sería más sencillo, le contaría que encontré a su hija a punto de ser atropellada de un camión y que la salvé –no es necesario mencionar el hecho de que fue elección propia que el camión le pasara por encima, hay cosas que pueden ser omitidas de la historia–, y que si no estaba en la casa había que llamar a la policía o algo por el estilo para encontrarla y asegurarse de qué esté bien.
Mi corazón empezó a latir con fuerza cuando toqué el timbre y después la puerta, esperando que alguien me abra. No me di cuenta, al correr, del frío que hacía en Londres. La temperatura había bajado muchísimo y estaba temblando.
La puerta se abrió y subí mi mirada, que estaba clavada en el piso, y apareció Anna con su pijama en la misma. Ella se me quedó mirando unos segundos, me examinaba de pies a cabeza pero no de una buena manera, realmente parecía como si me detestara y no la culpaba por ello. Anna se corrió hacia un lado y asentí con la cabeza antes de entrar, era como una manera de decir gracias. No sabía qué iba a decir, no esperaba encontrarse con ella… Realmente no lo esperaba.
Elevé mi vista para mirarla fijamente en los ojos, y ella me ignoró. Entendía lo que estaba haciendo, no sabía cómo mirarme después de aquella noche. Uno de sus secretos más guardados, más íntimos fue descubierto hoy casi a media noche y no era como contárselo a un amigo o a un perro, era como contárselo a un enemigo para que después se lo dijera a todas las personas que conocía y hacerla quedar mal. Para hacerla sentir débil y vulnerable como lo que era en ese momento. Estaba preparado para hablar pero ella no se lo permitió.
—Si vienes por pena, o porque quieres decir perdón, no quiero oírte. —Anna cruzó sus brazos por sobre su pecho, abrazándose a si misma. Era como mirarla y lo único que aparecía en tu cabeza era el dolor que debió de sentir todo este tiempo para que llegara hasta el punto de lastimarse a sí misma.
—Quiero ayudarte, a eso vine. —Las palabras salieron por si solas de mi boca. Realmente quería ayudarla pero no sabía cómo. No era psicólogo escolar o algo por el estilo, era otro adolescente que era tan raro de mente como ella.
Cuando vio sus ojos, intentó profundizar su mirada y parecía que esta decía: “¿Estas bromeando? Después de cada insulto, risa en mi cara, cada palabra diciendo que debería morir… Después de toda esa mierda, ¿quieres ayudarme? ¿Cuándo te enteras que estoy por matarme quieres salvarme?”
— ¿Por qué? ¿A caso soy un proyecto de caridad? —Su voz se quebró al terminar la pregunta. No quería hacerla sentir de ese modo pero, no sabía cómo hablar enfrente de esas circunstancias. Lo único que esperaba al tocar esa puerta y entrar, era ver la cara de su padre preocupado porque su hija no le contestaba el teléfono. No sabía lidiar con este tipo de problemas.
—Anna…
—No. No puedes ayudarme, no puedes hacer nada. Solo ve corriendo a tu casa, llama a tus amigos, y diles cuán loca crees que estoy. —Dijo, sonrió forzadamente, y anteriormente había elevado los abrazos y ahora, los dejó caer a sus costados.
—No voy a contarle esto a nadie, Anna.
Sabía que ella no le creía. Después de todas las cosas por las que le hice pasar, no podía creerme. No podía tener confianza en mi y algo en mi interior, decía que debía de ganarme su confianza. Sus ojos se nublaban cada vez más cuando me miraba directamente, miraba mi mirada e intentaba analizarla. Era muy bella, y en vez de fijarse en eso y en cuan rota estaba, había decido lastimarla tan profundamente que le había dejado marcas físicas y mentales. La había roto.
— ¿Por qué no me dejas en paz? —Su voz sonó lo más normal que ella pudo actuar.
— ¡Te vi! ¡Te vi en mitad de la calle plantada frente a un autobús intentando quitarte la vida! —Le exclamé, tomándola de los hombros, y sacudiéndola. Tenía que hacerla reaccionar de alguna manera de que no iba a contarle a nadie sobre esto. —Vi como no te movías, y como el autobús no iba a parar… Por eso no quiero dejarte en paz. —Algo en su mente le decía que debía recuperar a la chica que solía ser Anna, la que siempre fue gentil y agradable con la gente, la que sonreía y dibujaba en las hojas de los cuadernos como nadie, vivía en su mundo de fantasía como las nenas.
—No quiero tu ayuda, no te quiero cerca. ¿Puedes hacer eso? —Preguntó con el ceño fruncido, al parecer había perdido la paciencia.
Lamí mis labios, después los mordí y asentí con la cabeza. Tomé unos guantes que había guardado en mi cazadora cuando entré a la casa, y caminé hacia la puerta que estaba a unos dos metros de donde nosotros. Había caído bajo el hecho de que Anna no lo quería cerca ni ahora ni nunca, no lo quería ver, no deseaba observar mi cara todos los días. Y entendí la razón por la qué ella me miraba como si fuera un completo extraño. De un día para otro, mi mente cambió la forma de pensar sobre ella, la miraba desde otros lados y ángulos, desde otra perspectiva y era una manera nueva de empezar algo. Sostuve el picaporte en mi mano, a punto de abrirlo. Me volví hacia ella que, con su melena larga y castaña atada en una coleta, miraba hacia mi con los ojos perdidos. Pude distinguir algunos moretones.
—No voy a contarle a nadie, tienes mi palabra.
El silencio se apodero de esos segundos, y miré hacia la casa, observándola. De alguna manera, quería guardármela en la cabeza aunque sabía que no iba a ser la última vez que yo pisara ese living o que yo la viera de tal forma. No iba a ser la última, era como una promesa que me estaba haciendo en ese momento y pensé seriamente en cumplirlo.
—Gracias… Gracias por salvarme esta noche. —Dijo ella antes de que terminara de salir por la puerta, lo que había esperado que dijera salió de su boca y formé una fina línea con mis labios como si estuviera enojado pero no lo estaba. No sabía que sentimientos estaban en mi estómago en ese momento, todo parecía muy lejano pero muy cercano al mismo tiempo. Sentía que estaba viviendo la vida de alguien, de alguien que era muy familiar.
—Espero que sea la última vez que deba hacer eso. —Sonreí de lado y antes de irme, y asegurarme que también mostró una pequeña sonrisa, le miré y contemplé sus ojos. Soñaría con ellos esta noche, estaba completamente seguro.
Al despertar, al otro día. No sentí nada en mi pecho, era como si empezara de nuevo, desde cero. Una nueva oportunidad aparecía en mi y no sabía que hacer con eso. Toda la noche, desde que llegué a casa pensé en Anna y en todas las formas que la había visto, tanto riendo –que eran muy pocas– como llorando, estando triste como estando un poco más alegre. Pensé en todo eso y no me di cuenta de que tenía una sonrisa en la cara. Mi madre me miraba con ternura desde el umbral de la puerta, y al percatarme de eso, deshice las emociones que mostraba.
— ¿Qué sucede?
Mi madre era la persona a la que le podías contar todo y nunca iba a retarte o juzgarte, tan solo iba a aconsejarte para poder salir ganando y sentirte bien con la elección que habías elegido. Nunca había hablado con mi mamá sobre una chica, pero sentía que no había ninguna otra persona tan buena como ella como para charlar sobre Anna.
Recordé hace un tiempo atrás cuando le dije a Anna que no me importaba y realmente, la única razón por la que entraba a su casa era tan solo para hacerla molestar porque me encantaba la manera en la que gritaba y en la que sus manos empujaban mi pecho para que me fuera. Era como si todo lo que ella hiciese me provocara algo.
La chica que solía cargar, molestar y lastimar se había vuelto otra persona que pensé que se volvería. Nunca pasó por mi mente que ella alguna vez, pudiera lastimarse a sí misma y ese pensamiento cubría su cabeza en cada momento, era como una marca en medio del alma. Intenté pensar en quién me hacía recordar y al ver a mi madre, sentada en frente de mi con su cara de pregunta y una sonrisa en su rostro, vi como se transformaba en Anna y… Mi corazón se detuvo. Siempre le dolía cuando su madre le contaba cómo era ella en el pasado y toda su historia, era como ver a la persona más fuerte que alguna vez había conocido derrumbarse y caer, caer y caer contra la nada, contra el aire que no retiene.
Hacía sentir a Anna de la misma manera que mi madre se sintió hace muchísimo tiempo atrás. Una parte, no se cual, pero algo internamente se quebró y fue horrible.
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Let me die.-Adaptada-.
Fanfiction« No vales la pena. » « ¿Por qué no te matas? » « ¡Vete con tu madre, imbécil! »... La vida se vive una vez, y Anna tendrá que aprender a sobrevivir en la Sociedad.