"Mis cansados párpados se cierran.
Mi pesada alma de desmorona.
Mi débil cuerpo se derrumba."
Y sólo pasaban tristes palabras por mi mente...
...
(Pintura de henrietta harris)
(Para mi abuelo. Que brilla en el cielo. ) "Antes de irse me sonrió."
Había una vez una pareja de ancianos a los cuales él llamaba abuelos. Porque así era. Eran sus queridos abuelos. Ellos se amaban. Ellos se quería y siempre estaban juntos. Él pasaba mucho tiempo con sus abuelos porque ellos tenían un jardín hermoso. Ellos amaban sus flores como se amaban el uno al otro. El abuelo le decía a su esposa "algún día este jardín sera un paraíso" Cada estación era algo nuevo.
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En primavera él corría entre las flores persiguiendo mariposas y buscando insectos entre la tierra. En verano se sentaba junto a sus abuelos bajo el árbol mas grande del jardín para beber jugo de naranja mientras sonaba la radio. En otoño salía a fuera para saltar entre las hojas tenidas de los árboles. En invierno era donde todas las flores se marchitaban y eso lo ponía triste. Pero en los días lluviosos prendían la chimenea y tomaban té caliente. Cada año era lo mismo. Todo era perfecto. Todo era hermoso. Ellos habían pasado por lluvias, tormentas, huracanes y aún así el jardín seguía floreciendo.
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Pero un invierno su abuelo enfermo. Cada día empeoraba más. Ese fue el invierno que se llevó todo rastro de alegría, de belleza y de vida de aquel lugar. Ese fue el invierno en el que su abuelo tuvo que partir. Y todo cambio desde ese entonces. Su abuela nunca volvió a cultivar ese jardín. No quería hacerlo sola. Lo dejo pudrirse junto a sus esperanzas. Esa primavera no hubo flores en las cual correr. Ni insectos que buscar. Ese verano su abuela no quiso salir se su casa para sentarse bajo el árbol. Nunca mas prendió la vieja radio. Ese otoño no salió a saltar hojas caídas, sólo se quedó en su cuarto escuchando llorar a su abuela. Ese invierno se prendió la chimenea pero su abuela no le sirvió té. Ya casi no hablaba con ella. Porque su abuela creía que ya nada tenía sentido sin él. Sin su esposo. Sin su amor verdadero. Su abuela era cada vez más callada, cada vez más débil. Ella ya no tenia nada por que vivir. Ella ya no podía plantar más nada. Así que lo hizo él.
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El niño paso día y noche esperando ansiosamente la llegada de la primavera. Porque él quería demostrarle a su abuela que aún tenía algo bonito que admirar. Quería mostrarle silenciosamente que aún tenía algo por que vivir. Esa primavera el jardín se llenó de colores y aromas deliciosos como antes. Y todo mejoró. Esa primavera miraba junto a su abuela las mariposas y aves. Ese verano la abuela prendió la radio y sirvió jugo de naranja. Ese otoño salía con su abuela a recoger las hojas caídas de los árboles. Ese invierno prendieron la chimenea y su abuela sirvió té mientras decía: "¿No crees que nuestro jardín es como un pequeño paraíso?" "Si" dijo el niño con una sonrisa en la cara y un moretón menos en el alma.