Capítulo I: Pesadillas

828 51 3
                                    

Mi cuarto esta oscuro excepto por la ténue luz que entra por mi ventana, aquella que me regala la luna. Ciertamente ya tengo pánico de dormir, todas las noches es la misma historia, pesadillas, el mismo hombre, la misma situación, la misma sensación.

Es hora de calmarse, rezar, es lo que mi papá decía para poder dormir mejor y sin pesadillas. Pero ya me cansé de rogar y rogar a Dios y todos los santos que me ayuden. Un suspiro se me escapa sin poder evitarlo, tengo que dormir. Mañana tengo que trabajar y ya me esperan los buenos días de Helen.

Mejor cerrare los ojos y esperare a ver qué pasa esa noche. Segundos después escucho un ruido, paso, paso, la puerta se abre, paso, paso, se cierra. Abro los ojos y mi corazón empieza a acelerarse. Otra vez no, por favor. Paso, paso, intento mover mi cuerpo, pero no responde, lo mismo de siempre. Intento ver algo con la poca luz, y lo veo, allí está parado al otro lado de mi cama. Tengo que despertar, Lucy, despierta, despierta. Dios, que frustrante.

—Lucy, —oh Dios, nunca me había hablado —te estoy buscando, ¿dónde te escondes?— lejos de ti, toda mi vida me escondí de ti. Mi respiración es apresurada y mi pecho duele de los golpes que está dando mi corazón. Quiero gritar y correr, pero nada responde —eres mía, me perteneces— mi pánico se incrementa cuando lo veo acercarse, veo su rostro, aunque ya lo conozco. Me ha tocado, besado e incluso me ha hecho el amor innumerable de veces, pero nunca le he perdido el miedo —no te haré daño, ven conmigo.

Sus dedos rozan mi pierna y siento esa ya tan conocida sensación de deseo mezclada con miedo. Sube, pasa por mi cadera, mi cintura y sube por mi brazo hasta llegar a mi mejilla. No puedo hacer más que disfrutarlo, es inevitable, ahogando mi miedo con el deseo. En un momento en que yo no he notado, me mira desde arriba, esta sobre mí, entre mis piernas. Esta vestido como siempre lo está, de traje oscuro, camisa blanca, corbata negra.

—Cálmate, puedo sentir lo fuerte que late tu corazón, miedo, pero también sé cuánto me deseas— respiro hondo aspirando esas palabras, siempre logra que me pierda, no sé cómo lo hace. Aun así, mi estado de alerta nunca se va.

Me acaricia la mejilla y su mano desciende a mi cuello. Una parte de mi ruega porque no toque ese lugar, mientras que la otra porque haga lo que siempre hace. Siento una de sus uñas presionar mi cuello y un gemido sale de mi cuando mi piel se rasga soltando sangre. Segundos después tengo su lengua lamiendo la zona y yo ya estoy perdida. Es demasiado placentero para ser real.

Su rostro se aleja y por fin lo veo con claridad. El hermoso hombre que atormenta mis sueños, el que me inmoviliza y juega con mi cuerpo cada vez que duermo. Su rostro pálido y varonil, maduro y sensual. Sus ojos negros como la noche haciendo juego con su cabello corto. Su cuerpo es grande a comparación del mío. En mi vida vi a un hombre que lograra compararlo con él, su belleza es única, hasta parece fuera de este mundo. Una de sus manos pasa por debajo de mi cintura y me levanta apoyándome más contra su cuerpo, haciendo que esa sensación excitante me recorra cada parte de mi cuerpo y se libere por mi boca a través de un gemido. Sé que ya puedo hablar, pero nunca supe que decirle. Me mira fijo a los ojos y gruñe al escucharme, mi cuerpo responde cada vez que hace eso. Su boca se abre mostrándome algo que nunca antes había visto, dos largos dientes, puntiagudos y filosos. Todo mi miedo vuelve y antes de que vuelva a mi cuello, libero un fuerte grito.

Todo desaparece y salto de la cama. Estoy sudando, agitada y mi corazón retumba en mis oídos. Esto es una locura a la que casi ya estoy acostumbrada.La puerta vuelve a abrirse y vuelvo a gritar. Pero es Helen.

—Lucy ¿otra pesadilla?— su rostro parece cansado y su pijama es demasiado provocador, como siempre. Al menos en comparación de mi camiseta-pijama.

—Si— suspiro, debe de estar cansada de que todas las noches se repita la misma historia, sin embrago ella es muy comprensible y me abraza como siempre para que me tranquilice —eres la mejor amiga del mundo.

Louren BidecastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora