Capítulo VII: Lujos

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Dios mío, es verdad, sabe cuándo me tocan. Tengo mis ojos abiertos de par en par y ni siquiera puedo pestañar, por dos razones, la primera Louren da más miedo de lo que parece ¿Cómo diablos puede saber que alguien me ha tocado? Eso lleva la posesión a un nivel tenebroso, lo peor aún es que si logro escapar y rehago mi vida ¿el sabrá cuando otro me toque? ¡¿Qué demonios es toda esta brujería?! La segunda y no menos importante, ¿Quién era esa sombra aquí adentro? ¿un fantasma?

Louren aún me mira como si hubiese visto un fantasma, suena gracioso sabiendo que vive rodeado de ellos.

—Tal vez ha sido alguna de las almas— murmuro tratando de calmarlo a él, no sé porque, o tal vez trato de calmarme a mí misma.

Aún así un fantasma no hace que me calme. Sigo sin poder aceptar todo eso, no sé si aceptar, pero asusta. Louren pasa su mano por su pelo, parece preocupado.

—Lucy no es lo mismo que te toque un alma a que te toque algo más, si un alma te toca yo no lo sabré, ellos están fuera de mi alcance, solo me sirven por obligación, porque están condenados— oh, o sea que hay alguien más – esto es otra cosa, algo extraño está sucediendo.

—¿Cómo lo sabes? — camina a la puerta y sale dando un portazo tras de él.

¿Para qué pregunto? Como si fuera a contestarme, no soy más que un capricho de este idiota. Me tumbo en la cama y observo el techo. Aun puedo sentir esa respiración en mi cuello, fría. Algo me hacía recordar a Louren. Dios quiera que no sea otro como él. Mejor no se lo encargo a Dios, últimamente no toma buenas decisiones con respecto a mi vida. Me vuelvo a tapar. Aunque suene una locura, intentare dormir devuelta.

**

Las luces de la habitación se encienden haciendo que me despierte, si por mi fuera dormiría un poco más, pero vaya a saber quién, quiere que me despierte ahora. No lo sé, obviamente, en esta maldita casa, o lo que fuera, las luces se encienden solas. Tétrico. Miro a un lado y veo que Louren no está a mi lado. Sobre un sillón en la punta de la habitación, alguien me ha dejado ropa. No lo dudo dos veces, me levanto enseguida, quiero sacarme esta porquería que tengo puesta antes que alguien más vuelva a verme, sobre todo él.

Tomo la ropa del sillón y vuelvo a la puerta para evitar que alguien entre, pero al darme vuelta Isabel está detrás mío. Oprimo un grito, ¿Por qué tiene que aparecer así?

—Señorita, el señor pide que se dé un baño y se aliste, tomaran su vuelo en un par de horas— ¡vuelo! ¡lo había olvidado!

—No puedo negarme ¿no es así? — intento no rechinar los dientes, pero mi rabia no me lo permite. Sé que estoy obligada a hacer todo lo que él me diga.

Isabel niega con la cabeza y extiende la bata enfrente mío para que me la coloque. Me gustaría tener un poco más de privacidad, un poco de soledad. Aunque sea solo para cambiarme sola.

Luego de un largo baño, entro en el comedor, ya vestida. Llevo unos pantalones negros, botas del mismo color y un sweater blanco. No sé porque me imaginaba con otro atuendo que Louren me obligue a poner para ponerme incomoda a mí. Sinceramente me imaginaba vestida como una conejita de playboy. Suspiro y niego con la cabeza. Lo peor de todo es que si quiere que me ponga algo así, no podré negarme ¡estúpido pacto!

Louren está sentado en la mesa, al parecer esperando que llegara. El desayuno está servido, para mi sola, como lo será siempre. O eso espero. No quiero terminar siendo como él.

—Saldremos a Kenia pronto, todos no están esperando ahí, pero aún no quiero que muestres tu verdadero rostro— suelta cuando ya casi he terminado de comer. —Por esa razón, llevaras esto puesto.

Louren BidecastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora