Capítulo 4. I Have Nothing

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Aunque ambos quisieron continuar con aquello que habían empezado, un suceso inesperado lo impidió. Uno de los hijos de Christopher parecía estar muy enfermo, o así le informó su esposa, quien se escuchaba bastante nerviosa por el teléfono. En compañía de JJ, y por orden de su empleador, el menor fue atendido en uno de los mejores y más exclusivos hospitales de Londres. Luego de superado este percance, al incorporarse nuevamente a su trabajo, hubo unos inexplicables cambios; por ejemplo, le fue restringido el acceso a varias zonas de la casa, lugares donde aquél pasaba la mayoría del tiempo, además éste le había relevado de muchas de las actividades que hacían juntos.

En un principio se sintió aliviado, menos responsabilidades y la misma paga, aunado a eso, estaba libre de tentaciones y de cometer "un terrible error". Sin embargo, pasados unos días, y experimentando la indiferencia de aquél, el orgullo lo motivó a pedirle una explicación. Escabulléndose, llegó hasta la habitación donde lo encontró acomodando ropa en un par de maletas.

—¿Eso significa que te vas? —le cuestionó sin siquiera llamar a la puerta.

—Sí —respondió al mirarlo bajo el marco de aquella—. ¿Qué haces aquí, Chris?

—¿Por qué te vas? —y movido de nuevo por el orgullo, preguntó—, ¿es por mí, verdad? Primero los cambios y ahora este viaje.

El otro sonrió, Christopher no esperó una pronta respuesta, no obstante. —Sí, es por ti.

—¿Y por cuántos días te vas?

—La última semana de asueto la pasaré lejos, necesito descansar porque después vendrán unos pesados meses de filmación...

—Prácticamente lo que me resta trabajando aquí —reclamó esperando una contestación, pero aquél no se la dio—. Debí suponer que todo era parte de un retorcido juego, algo para sacar de la monotonía a la súper estrella...

—¿De verdad crees eso, o sólo lo dices porque no te he buscado para concluir lo de la otra noche? —y ahora él se quedó en silencio—. ¿Es eso? ¿Te molesta que no te haya buscado, Chris?

Él se puso nervioso con el cuestionamiento, y supuso que vendría el acostumbrado acercamiento, la parte donde él se dejaba llevar por las sensaciones corporales; pero se sorprendió cuando aquél le expresó lo siguiente:

—Quita esa cara —declaró y terminó de acomodar las maletas—, tranquilo, porque no volveré a propasarme contigo. Lo lamento si malinterpretaste mis intenciones. No era sólo sexo, ya te comenté que eso puedo conseguirlo con el chasquido de los dedos. Lo que pudo haberse dado entre nosotros, iba a ser diferente y tú lo sabes. Sin embargo, no puedo imponer siempre mi voluntad.

Y encaminándose a la puerta, Christopher entendió que aquella era su oportunidad, la definitiva, y lo detuvo. Lo miró a los ojos y entre balbuceos alcanzó a decirle: "Llévame contigo".

—¿Qué?

—Por favor —suplicó ruborizado—, quiero acompañarte.

—¿Por qué?

—Porque quiero hacerlo. Quiero estar contigo.

Entonces aquél sonrío con picardía, y enseguida le musitó tiernamente. —Chris, te va bien sin mí, eres feliz con lo que tienes, no me necesitas —y le tomó la mano para zafarse de su agarre.

—Eso no es cierto —confesó deteniendo su acto de liberación—. Yo... te necesito. No tengo nada... si no... si no... si no te tengo.

—No pronuncies tan fácilmente esas palabras, no creo que estés consciente de su magnitud.

El Guardaespaldas (Una historia Hiddlesworth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora