Harry.
Son las siete y media de la mañana y lo único que escucho es a Katie frotándose encima mío. No, esperen, ¿se llama Katie o Katia? Ni puta idea, sólo sé que es una diosa en la cama. Y que debería dejar de llegar tarde los primeros días a clases. Se supone que el nuevo profesor de Historia es un jodido con la gente que tiene en la mira, y si no quiero tener problemas con él es mejor que llegue temprano a su clase como un pijo bonachón. Pero yo no soy un niño pijo, así que me tomo todo el tiempo del mundo en ducharme y bajar al vestíbulo de Sudburry. Ya me perdí su clase, no tengo nada que hacer.
Camino por los pasillos de la escuela y las colegialas no tardan en plantar sus macabros y lujuriosos ojos en mí. Sí, puede decirse que me he tirado a más de alguna en este internado, pero nunca se quejaron de violación o algo así. Veo a Lucy Adams, una de las chicas que no aceptaron mi propuesta de no-compromisos y al parecer, por la mirada fría y malévola que me brinda, sigue resentida.
―Menudo follón el que te diste anoche, Styles ―dice Zayn, mi mejor amigo dando palmaditas en mi espalda. Es una de las pocas personas en mi vida a las que le tengo cariño. No soy un psicópata o algo así, sólo no me gusta aferrarme a cosas tan abstractas como las relaciones. Es por eso que soy un capullo tan jodido con las mujeres, nunca he ofrecido rosas y chocolates a ninguna para que hablen de mí con sus amigas como si fuera una patética historia latosa de amor no correspondido.
―Malik, no me molestes ahora. Llego tarde a una clase.
No tan rápido, me bromeo mentalmente. Janice Anderson está en frente mío, mirándome de manera fija y seductora a los ojos.
―Tú, guapo, detrás de las graderías a las seis. No acepto un no por respuesta. ―Y de verdad sé que no lo aceptará, así que me limito a sonreírle pícaramente y camino hacia mi clase de Literatura Inglesa justo antes de que el timbre vibre.
Hay muchísima gente en el salón, así que decido sentarme en un lugar medio. La profesora Amélie Paltrow entra y la clase queda en completo silencio.
―Buenos días, alumnos. Quiero darles una cordial bienvenida a este nuevo año escolar en Sudburry. Para los que son nuevos en mi clase, debo advertirles que deberán poner el doble del empeño en la asignatura de Literatura. Es su último año, y por lo tanto me encargaré de exprimirlos al máximo. Luego me lo agradecerán, cabe decir ―hace una pausa―. Este año habrá un nuevo concurso de poemas y novelas en el internado Sudburry. Para los interesados, podrán mandar sus escritos vía email o entregándomelos, que es lo más preferible.
―Señorita Paltrow, ¿en qué consistirá el trabajo final del año? ―dice Rebeca, el modelo ideal del futuro del frío y melancólico Blackburn.
―Buena pregunta, señorita Parsons. Deberán realizar un ensayo de alguno de los libros más clásicos de la literatura de Inglaterra, ¿se les ocurre alguno? ―Dice inquisitivamente, observando a todos los presentes.
― ¿O…Orgullo y prejuicio? ―susurra una voz muy lejana y apenas audible.
―Buena elección, señorita Delauney. ¿De casualidad lo ha leído? ―le pregunta a Bianca Delauney, la tartamuda mejor amiga de Lucy.
―Cla… Claro que sí, es uno de mis libros favoritos.
―Ssss… ssss…. ¡Sí! ―Dice Janice y su grupo estalla en carcajadas ante la burla que realiza a Bianca. No es su jodida culpa tener ese problema de tartamudez, y la gente de Sudburry se aprovecha de eso. Bueno, de los errores de las personas. Si tienes un mínimo desliz, quizás algún pariente loco o un pasado vergonzoso, no dudan en sacártelo en cara y restregártelo hasta que llores. Observo de reojo a Bianca, que está hundiéndose en su asiento y ruborizándose.
―Señorita Anderson, ya sabe las reglas de mi clase. No más burlas ni ofensas a los otros estudiantes, ¿me entendió? ―Paltrow está enojadísima con Janice, y eso no es bueno. ―Prosiguiendo, sí, el proyecto deberá ser en parejas las cuales serán elegidas por mí ―casi toda la clase rechista, pero la señorita Paltrow los hace callar inmediatamente―. Empezando por usted, señorita Anderson. Su pareja será Josh Goldstein.
Así prosiguió hasta que llegó a mi nombre, el cual lo dice con cierto tono de reproche.
―Harry Styles, usted es uno de mis mejores alumnos que se ha ido perdiendo con el tiempo, sin razón alguna. Para que vuelva a retomar sus habilidades, hará el ensayo con la señorita Bianca Delauney, así aprenderán el uno del otro.
Veo que mi compañera de ensayo se esconde entre sus brazos, apoyando la cabeza en la mesa y por un instante siento lástima por ella. Por un instante claro, porque de pronto siento esa adrenalina y hambre que tiene un león enfurecido al ver a una cierva débil y descuidada caminando por los alrededores. Bianca no sabe quién es realmente su compañero, y qué quiere exactamente de ella: saciar su hambre.