Capítulo 0.5 "Aquella Navidad".

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5 años.

Narra Gabriela:

     Hoy es navidad, todos estamos muy emocionados, en especial mi hermano Gabriel y yo. Toda la familia se reúne, pasamos buenos tiempos juntos, es nuestra época especial del año porque vemos a nuestro papá, el casi nunca está en casa, nuestros papás están divorciados, y el no viene muy seguido, mamá nunca nos ha dicho porqué, le preguntamos un par de veces y ella solo contesta que papá trabaja mucho, pero sospecho que hay algo más, la navidad pasada llegó con una camisa blanca manchada de lápiz labial color salmón, me di cuenta cuando me abrazó y cargó en sus brazos, quiero creer que era de mamá. Siempre mantengo las esperanzas de que todo se arregle y volvamos a estar unidos como antes.


     —¡Papá!, llegaste —Gabriel corrió escaleras abajo y se lanzó a los brazos de papá—. Te extrañamos mucho, ¿Te quedarás esta vez? —Preguntó mi hermano, evidentemente esperanzado.

     —Lo siento campeón, esta vez no, debo trabajar.

     La decepción era visible en la expresión de mi hermano, lo cual provocó un pinchazo en mi corazón, odiaba verle así.

     "Siempre debes trabajar"  escuché la voz de mi hermano, triste, en mi mente.

     —¿Que dijiste, Gabriel? —le pregunté.

     Me miro con confusión en su mirada aún en los brazos de papá.

     —No he dicho nada, Gabriela.

     Fruncí el ceño en confusión, debí haberlo imaginado.


***


Narra Gabriel:

     —Todos, ¡A cenar! —Llamó mamá desde el comedor.

     Gabriela y yo fuimos a jugar con papá en el sofá, nos levantamos de sus brazos e hicimos carreras hasta el comedor. Nuestras tías, y abuelas estaban ahí, terminando de colocar la comida y los platos en la mesa. Había un ambiente de paz y felicidad que no puedo describir.

     Nos sentamos en nuestras sillas, como era costumbre, orábamos unos minutos antes de comer. Esta vez mamá comenzó la oración y al terminar comenzamos a comer. 

     Engullí el pavo y probé la deliciosa salsa que mamá preparaba, definitivamente mamá es la mejor cocinera del mundo.

     "Qué asco, ¡AHHH VERDURAS!" escuché a mi hermana gritar en mi mente. 

     Fruncí el ceño. Miré rápidamente a mi hermana sentada en frente de mi, estaba perdida en su plato con una mueca de disgusto intentando apartar el brócoli de su pavo.

     — ¡Eh, Gabriela! ¿Por qué has gritado así?, casi me dejas sin tímpanos. 

     Subió la cabeza y nuestras miradas chocaron, frunció el ceño en confusión.

     —Yo no he gritado nada, Gabriel. 

     Sacudí mi cabeza y me concentré en mi plato. Debí haberlo imaginado.





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