The Mind Says No!

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El corazón le va latiendo con fuerza, como si su misión de latir fuera lejos de este mundo con fecha de caducidad y una larga lista de problemas visibles en su forma de respirar. Dentro de la habitación todo es claro, sin necesidad de hacer brillar sus ojos cada movimiento es perfectamente notable como las manos que se aferran y las caderas que se ondulan creando la fricción perfecta para hacerlos gemir. El espejo le regala una nueva visión de ese acto natural en el que se ha encontrado a si mismo deseando seguir estimulando la entrada del menor con sus dedos curvados en la dirección exacta para que Stiles se incline y le encaje las uñas en los hombros. No deberían estar ahí, el no debería estar disfrutando de tenerlo sentado sobre su regazo en una cama pequeña que compró meses atrás en caso de que alguien decidiera usarla. Fue coincidencia que el humano la usara luego de la cacería y él como buen anfitrión le llevara una manta.

No era su intención acariciarle el cabello y bajar hasta sus labios con su pulgar, no era su intención acceder a meterse en la cama y abrazarlo contra su pecho para mantenerlo caliente. Debería irse, debería bajarlo, irse y jamás hablar de eso pero no puede. Con sus dedos enterrados en su interior y su otra mano abarcando desde su cadera hasta sus curvas gemelas no puede hacer nada más que recibir sus gemidos por entre sus labios deseando cada vez más fervientemente que el humano cierre los ojos para no tener que ver su propio placer reflejado en sus ojos color whisky.

Con un cambio de movimientos siente que el esfínter lo atrapa con más fuerza y reconoce el momento de hacerlo suyo, de fundirse en uno finalmente. Con un sonido de sus labios le ayuda a acomodarse, dándole la sensación de llevar las riendas. Stiles gime su nombre bajito, con sus labios pegados a su frente conforme va ascendiendo hasta dejar solo la punta de su miembro en su interior y volver a bajar con un ritmo suave, disfrutando de cómo se amolda para Derek.

Las uñas se vuelven a enterrar, igual que las rodillas en el colchón cubierto por un par de sabanas color azul. Es entonces que recuerda que el menor ama ese color y lo comprende, puede ver su piel lucir todavía más hermosa en contraste con ese color. En lugar de vestirlo de rojo debería vestirlo de azul. Los días en los que no pueda tenerlo desnudo quiere verlo con camisas largas de color azul, que apenas y alcancen a cubrir la curva de su trasero y le dejen el acceso libre a sus muslos para tocar y chupar las veces que se le antoje.

Solamente con imaginarlo ya tiene su boca salivando, como si fuera un trozo de carne y él un lobo hambriento . Sus dedos se deslizan, resbalosos, desde sus glúteos hasta sus muslos; aprieta la carne virgen nunca antes acariciada, tan limpia que con solo pasar sus colmillos puede dejar una marca. En su cabeza ya tiene la primera cosa que hará al finalizar, aunque suene apresurado pensar en tenerlo consiente cuando acabe ese acto.

Lo siente empezar a moverse de arriba abajo, con fuerza y cada vez más rápido. Con el éxtasis corriendo por sus venas guiándolos a infierno por el acto tan mundano que están llevando a cabo en esa habitación.

Un foquito rojo se prende en su cabeza al darse cuenta de que quiere ese aroma en su habitación. Es egoísta por naturaleza, lo desea desnudo, jadeante tal y como se le presenta en esos momentos. Sabe que no es culpa del adolescente, que fue él quien le guio a cometer tal fornicación. Sus manos comenzaron a acariciarlo empezando por su cuello, pasando a sus hombros delgados, las clavículas marcadas, su torso ligeramente formado hasta llegar a sus pezones pequeños pero dispuestos debajo de la tela a ser acariciados.

El ombligo perfectamente curado, esa cicatriz central que le invita a conquistarle, a dejar sus labios impresos en su piel lechosa, únicamente manchada por una pequeña línea de vello descendente hasta su sexo. Las manos le temblaron al llegar al interior de sus muslos, ignorando su miembro a propósito. Se puso como un reto acariciarlo hasta que no pudiera aguantarse las ganas de pedirle más y lo logró pero también logró que una fuerza desconocida naciera en su interior como una llama y el único bálsamo para controlarla es el cuerpo del adolescente aun sobre él cada vez gimiendo más fuerte por el placer, casi derritiendo el techo del calor que hierve en su interior.

Y si no hay un motivo claro para lo que hacen entonces tendrá que darle uno. Se levanta rodeando su delgada espalda con sus fuertes brazos para aguantar su peso por completo. Stiles se aferra a su cadera con sus piernas y a su cuello con sus brazos. El cuerpo le tiembla pero permanece fijo, sujeto a él sin preguntar a donde van.

Eso le gusta a Derek, que sea sumiso pero a la vez tan inquieto que no pueda dejar de moverse sobre su miembro y tan bocazas que sus labios no paran de murmurarle su nombre como si fuera lo único que sabe.

Cuando llega a su habitación lo deja caer sobre la cama, el cuerpo delgado dispuesto, enrojecido en algunas partes, tan deseoso como una presa que quiere escapar, le espera anhelante. Sin pensarlo mucho separa sus rodillas, flexionándolas para tener acceso a su interior, pasa una mano debajo de su cadera levantando un poco su cuerpo hasta tenerlo sobre sus muslos.

Presiona la carne suave de su vientre manteniendo quieto debajo de él.

No hay condones, tampoco lubricante, es extraño el pensar cómo logró abrirlo; sin embargo así fue y es por eso que puede penetrarlo de nuevo. Stiles permanece tranquilo, con la boca abierta, esa boca que tendrá alrededor de su miembro y que seguramente será tan bueno como desvirgarlo, lo único malo, el único error es que no va a poder vivir sin tener la opción de estirar la mano y encontrar sus largos dedos dispuestos a enlazarlos con los suyos.

Quiere ese cuerpo desnudo y también vestido de azul o de rojo, despeinado o con la sabana enredada a su cadera.

Golpea con fuerza, sin tregua, manteniendo al lobo tan adentro que debe conformarse con las migajas de lo que Derek ocasionó. Siente al humano suave, como un durazno maduro, tierno y delicioso.

El pensamiento se le va en la dirección incorrecta al verlo mover su cadera en busca de él, en busca de compartir un mismo placer.

Puede llevar horas, días, segundos, el tiempo que sea necesario cuando finalmente comienza a eyacular. Caliente y con fuerza en el interior del adolescente.

No les pudo salir mejor ni ensayado. Ambos jadean por aire, uno encima del otro, queriendo inmortalizarse con el ''te necesito'' que se le escapa a Derek en medio de la sonrisa de Stiles. Duda mucho que lo haya escuchado pero la confesión está ahí, igual que el sexo y las ganas de repetir como de besarse largo y sin ganas hasta dormir.

Solo pide no despertar en caso de que Stiles no esté.

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