Psicópatas y Asesinos en Serie

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Psicópatas y asesinos en serie

La psicopatía representa un cuadro clínico clasificado como un trastorno de personalidad, que incluye un conjunto de rasgos de naturaleza interpersonal, afectiva, conductual (estilo de vida) yantisocial. En el ámbito interpersonal, los psicópatas se caracterizan por poseer encanto superficial, narcisismo o grandioso sentido de la autoestima, mentir de manera patológica y emplear con maestría la manipulación y el engaño. Por lo que respecta a la faceta afectiva, destaca la falta de sentimientos de culpa, la ausencia de empatía y las emociones superficiales, junto con la incapacidad de responsabilizarse de los actos cometidos. En la faceta de la conducta o del estilo de vida predomina la irresponsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones, la búsqueda de excitación, la impulsividad, la falta de metas realistas y un ánimo de vivir a costa de los demás (vida parásita). Finalmente, en la faceta antisocial, los psicópatas muestran una notable falta de autocontrol, problemas precoces de conducta, delincuencia juvenil, una amplia versatilidad delictiva y el quebrantamiento frecuente de las condiciones de la libertad vigilada o condicional. Los psicópatas que presentan un historial criminal ya desde jóvenes son los más activos, los que cometen delitos más graves, los más versátiles. De entre los delincuentes conocidos por la policía y la justicia, éstos son los que tienen mayor riesgo de reincidencia, los que peor funcionan en los programas de tratamiento. Muchas veces su comportamiento desafiante aparece incluso mientras cumplen pena de prisión, al generar numerosos conflictos con los otros presos y con los funcionarios. Estos psicópatas identificados como tales son muy impulsivos, abusan generalmente del alcohol y de las drogas, y prolongan su carrera delictiva más allá de los cuarenta años. Dejan de delinquir al ser demasiado viejos para el crimen, o cuando las drogas les dejan hechos polvo, o bien, si tienen suerte, porque algún familiar o institución les permiten algún retiro donde la violencia ya no les aporta gran cosa. Anglés, el asesino desaparecido de las niñas de Alcácer, es un buen ejemplo, así como Pedro Jiménez, que mató a dos jóvenes policías en prácticas aprovechando un permiso del que disfrutaba cuando ya estaba terminando su condena.

Los psicópatas «integrados» son otra cosa. Estos individuos tienen un mejor control de los impulsos, planifican más, y cuando al fin deciden delinquir tienen muy claro que merece la pena correr los riesgos con tal de lograr sus propósitos. Puede ser dinero, propiedades, librarse de alguien incómodo, vengarse de un agravio… Nadie se espera esa violencia porque no tienen antecedentes penales (o al menos éstos no son por delitos graves), trabajan y muchas veces tienen una familia. Sin embargo, el núcleo de la personalidad de ambos es el mismo: falta de empatía, emociones superficiales, profundo egocentrismo, acentuado narcisismo… Las diferencias radican en que el psicópata criminal (no integrado) ha ejercido el delito desde joven, probablemente porque sus ansias hedonistas, su deseo de gratificación inmediata y su impulsividad y deseo de vivir situaciones límites le llevaron muy pronto a quebrantar las leyes y a explotar a los demás. Los psicópatas integrados manipulan mejor, tienen menos necesidad de vivir al filo de la navaja y han tenido el suficiente autocontrol como para llegar adultos respetando las leyes.

Muchos psicópatas integrados —la mayoría no son delincuentes, por más que su compañía sea fuente de dolor para quienes les rodean. Pero algunos, por razones que aún no se conocen, explotan con un gran acto de violencia en edad ya bien adulta, por una razón claramente precisa en sus mentes, generalmente buscando algo: dinero, sexo, mayor autonomía y poder… Si esa explosión violenta exige la muerte sucesiva de varias personas estamos frente a un asesino en serie, como es el caso del celador de Olot o de Remedios Sánchez, por citar los dos últimos casos de asesinos en serie aparecidos en España y, por cierto, ambos en Cataluña. En contra de lo que la gente cree, no tienen por qué ser particularmente inteligentes: basta con que sean discretos y adopten unas mínimas precauciones; en el fondo cuentan con la ventaja de que la gente normal no espera que nadie mate ancianas en un geriátrico o en sus casas aprovechando que se le
invita a tomar café.

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