El chico sin zapatos

6. El escondite

Estuvo hablandoles de ella a sus amigos. Les explico de donde venia y su extraña pero encantadora forma de hablar en ingles. Les conto su rutina de ir a correr cada mañana a la playa y al cansarse, sentarse siempre a la orilla del mar para sentir como el agua le hace cosquillas en los pies. El muchacho tenia la sensacion de que no solo se sentaba para tomarse un respiro, sino que esperaba a alguien, pero no compartio este presentimiento con sus amigos. Al final, les dijo su nombre. Todos se miraron entre ellos admirando la rareza de ese nombre, poco comun en Coral Key. Se quedaron con las ganas de conocer a su exotica amiga italiana, asi que acordaron encontrarse en el faro a las 9.30h. Leo la llevaria alli, le enseñaria su escondite favorito y le presentaria a sus amigos. Quizas Gaia se decidia a sonrier si encuentra un lugar donde sentirse a gusto.
Leo siempre tenia la necesidad de hacer sentir mejor a las personas, por eso le gustaba tanto ser el ayudante del socorrista. Alli podia ver todo tipo de gente con todo tipo de historias y tristezas, y el, aunque no fuera mucho, iba a hablar con ellos, les sonreia y les invitaba a observar el mar más detenidamente, para verlo de otra forma. A veces funcionaba y las caras largas se transformaban en una sonrisa. Aunque fuera pequeña, a Leo le bastaba. Se sentia bien consigo mismo al conseguir que por un momento la tristeza fuera remplazada por una pequeña muestra de alegria, una sonrisa.
Aquella mañana, cuando Leo vio a Gaia por primera vez, se sintio extrañamente atraido por su añoranza. Decidio intentar quitarla y darle espacio a un nuevo sitio al que amar. Asi que continuo hablando con ella, cada dia. Y hoy habia llegado a la conclusion de que ya no era una extraña, ahora podria llamarle conocida, o puede que amiga, y creyo que deberia invitarla a su refugio, el faro y presentarle a sus amigos. Él cree que a ella le gustaran sus amigos igual que a ellos les gustara Gaia.