Capitulo 2

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Segunda parte

Era la primera vez que salía de su tierra, había pasado por todos los colegios privados y públicos, repitiendo siempre el mismo curso, hasta que se quedo flotando en un limbo de desamor. La primera visión de una cuidad distinta de la suya, los bloques de casas cenicientas con las luces encendidas a pleno día, los arboles pelados, el mar distante, todo lo iba aumentando un sentimiento de desamparo que se esforzaba por mantener al margen del corazón. Sin embargo poco después cayo sin darse cuenta en la primera trampa del olvido, se había precipitado una tormenta instantánea y silenciosa, la primera de la estación y cuando salieron de la casa del embajador, después del almuerzo, para emprender el viaje hacia Francia, encontraron la ciudad cubierta de una nieve blanca y radiante, Harry Potter se olvido entonces del coche y en presencia de todos dando un grito de jubilo y echándose puñados de polvo de nieve en la cabeza se revolcó en mitad de la calle con el abrigo puesto.

Hermione Granger se dio cuenta por primera vez de que el dedo estaba sangrando, cuando salieron de Madrid en una tarde que se había vuelto diáfana después de la tormenta se sorprendió porque había acompañado con el saxofón a la esposa de embajador a quien le gustaba cantar Arias de Opera en Italiano después de los almuerzos oficiales, apenas si noto la molestia en el anular, después mientras iba indicando a su marido la ruta mas corta hacia la frontera, se chupaba el dedo de un modo inconsciente cada vez que le sangraba y solo cuando llegaron a los Pirineos se le ocurrió buscar una farmacia. Luego sucumbió a los sueños atrasados de los últimos días y cuando despertó de pronto con la impresión de pesadillas de que el coche andaba por el agua, no se acordó más durante un largo rato del pañuelo amarrado en el dedo. Vio en el reloj luminoso del tablero que eran más de las tres, he hizo sus cálculos mentales y solo entonces comprendió que habían seguido de largo en Burdeos y también por Angulema y Poitiers y estaban pasando por el dique del Loira inundado por la creciente.

El fulgor de la luna se filtraba a través de la neblina y las siluetas de los castillos entre los pinos parecían de cuentos de hadas, Hermione que conocía la región de memoria, calculo que estaban ya a unas tres horas de Paris y Harry continuaba impávido ante el volante

_ Eres un salvaje- le dijo- llevas más de once horas manejando sin comer nada.

Estaba todavía sostenido en vilo por la embriaguez del coche nuevo, a pesar de que en el avión había dormido poco y mal se sentía despabilado y con fuerzas de sobra para llegar a Paris al amanecer

_ Todavía me dura el almuerzo de la embajada- dijo y agrego sin ninguna lógica- al fin y al cabo, en Cartagena están saliendo apenas del cine, deben ser como las diez

Con todo Hermione temía que él se durmiera conduciendo y abrió una caja de entre tantos regalos que les habían hecho en Madrid y trato de meterle en la boca un pedazo de naranja azucarada, pero él el esquivo.

_ Los machos no comen dulces- dijo

Poco antes de Orleáns se despejo la niebla y una luna muy grande ilumino las extensas nevadas, pero el tráfico se hizo más difícil por la confluencia de los enormes camiones de legumbres y cisternas de vinos que se dirigían a París. Hermione Granger Potter hubiera querido ayudar a su marido en el volante, pero ni siquiera se atrevió a insinuárselo, porque él le había advertido desde la primera vez en que salieron juntos que no hay humillación más grande para un hombre que dejarse conducir por su mujer. Se sentía lucida después de casi cinco horas de buen sueño y estaba contenta de no haber parado en un hotel de la provincia de Francia que conocía desde muy niña en numerosos viajes con sus padres. "No hay paisajes más bellos en el mundo", decía, "pero uno puede morirse de sed sin encontrar a nadie que le de gratis un vaso de agua". Tan convencida estaba que a última hora había metido un jabón y un rollo de papel higiénico en el maletín de mano porque en los hoteles de Francia nunca había jabón y el papel de los retretes eran los periódicos de la semana anterior cortados en tiras y colgados en un gancho, lo único que lamentaba en aquel momento era haber desperdiciado una noche entera sin amor, la replica de su marido fue inmediata

TU RASTRO DE SANGRE EN LA NIEVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora