III: Penumbras del Alma

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–Padre Khaled, que inconveniente es tenerlo a usted ante mi presencia por infligir la orden de queda –expresó su malestar el arzobispo Lauren con su delicada voz de porcelana.

De niño fue educado por su acomodada familia, con el fin de que gobernara a la nación. No obstante, Lauren, a medida que creció encontró su propio camino, el cual, escogió a regañadientes de sus padres ser inculcado en su nuevo camino: ser un fiel de Dios.

Su cabello rubio platino y su rostro de porcelana, lo hacían ver como un ángel de Dios; inclusive en la actualidad, a sus cincuenta y dos años conservaba esa apariencia angelical.

Sin embargo, Lauren nunca olvidaría las enseñanzas infundidas por sus padres y el ego surgiría trayendo consigo a la avaricia, lo corromperían con el pasar de los años, ya no pensaría las cosas con claridad, se alejaría de Dios sin ser consciente de la barbaridad en la que tenía en las manos.

Es así, como Gael fue el detonante de sus decisiones, el Santo Pontífice le encomendó el cuidado de una criatura nocturna, un joven vampiro con la apariencia de un chico de veinte años, el cual, tenía planeado utilizar como arma para matar a su misma especie pero sus deseos se vieron frustrados cuando Gael se negó ante aquel acto estrafalario.

–No tendrá el privilegio de irse, padre Khaled –informó Lauren haciendo una larga pausa para incomodar a su visitante–. Nadie tiene permitido ver a Gael...

Khaled observó que el arzobispo iba a agregar algo más pero se arrepintió en el último segundo, su desasosiego aumentó y lo obligó a indagar en el misterioso joven de ojos rojos.

–¿O si no, qué? ¿Qué sucede con las personas que ven a ese muchacho? ¿Qué le hace? Arzobispo Lauren –acusó con el semblante serio y dispuesto a ser destituido de su cargo por tal inculpación.

Una leve expresión de sorpresa se dibujo en el semblante serio de Lauren; muy pocos se atrevían a desafíalo en una situación delicada como aquella. Acusarlo de un hecho que estaba prohibido en la iglesia y por Dios, la muerte.

–Me alegra oír que no se inmuta ante mi presencia –rió el arzobispo con delicadeza, como si ronroneara.

Khaled había presenciado la risa del arzobispo en su inexpresiva cara, por lo que, le sorprendió su actitud ante la disputa que se llevaba a cabo. Por fortuna, no era el único que deseaba concluir con la reunión.

–¡Padre Khaled! –sentenció con una media sonrisa en sus labios–. Tengo una misión para usted –hizo una pausa para acomodarse la túnica–. Gael estará bajo su cuidado desde hoy a media noche, será totalmente su responsabilidad. Si algo ocurre dentro o fuera de los muros de Milán, usted será castigado ¿Lo ha entendido?

La confusión no tardo en anidarse en el subconsciente de Khaled y las interrogantes de tan severo veredicto por el cuidado de un chico, lo hicieron dudar de tan sencilla tarea, sospechando de un presunto plan de parte del arzobispo para que callera en las redes del mal y fuera expulsado de la comunidad.

–No comprendo en totalidad las razones del por qué me confía a un chico que se supone que nadie puede saber de su existencia ¿Qué es lo que pretende? –desafió con las palabras, dirigiéndole una mirada disgustada al sujeto que deseaba expulsarlo de su cargo como padre de la comunidad de la catedral de Milán.

–Su comentario es irrelevante. Cabe mencionar que todo individuo que ve a Gael se le quitara su libertad, yo le estoy dando una segunda oportunidad. No lo desperdicie, padre Khaled –expresó Lauren alzando las cejas para que captara el mensaje.

Khaled bufó por la inesperada propuesta, a fin de cuentas, el arzobispo no era tan desconsiderado después de todo. Si le daba una segunda oportunidad es porque apreciaba su trabajo en la comunidad, los niños y fieles de la catedral apreciaban las enseñanzas y el cariño que le entregaba.

–Acepto su propuesta, a pesar de los inconvenientes que me pueda traer –suspiró con indignación.

Al aceptar la propuesta que lo eximió de su castigo, nunca imaginó que lo llevarían a los subterráneos del terreno de la iglesia donde ocultaban a las criaturas nocturnas de la luz diurna.

Khaled se asombró al conocer la parte oscura de la catedral, la cual no tenía conocimiento alguno, hasta esa noche.

Los gritos ahogados de un desesperado resonaban en los muros de los profundos pasillos, cada paso que daba se aproximaba al calabozo donde yacía Gael encadenado, sufriendo el delirio de no beber sangre humana. ¿Lo iban a liberar en esa condición?

Liberame de mis Pecados (prox. publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora