Yo lo amaba, pero el no lo hacia, era su voz, su aroma, su forma de ser, lo que me volvía loca, cada vez que lo veía, sentía lombrices recorriendo mi estomago, cada vez que le tocaba sentía una corriente de electricidad recorrer mi cuerpo de arriba abajo. Era un manipulador y lo pagó, ahora me toca pagarlo a mi. Me arrepiento, no volveré a ver sus ojos marrones, su sonrisa esta grabada en mi mente.
Estoy en la cárcel, fumando mi ultimo cigarrillo, doy la última calada sintiendo como el humo me seca la garganta. Estoy satisfecha.
Rocíe acetona por mi celda y tire el cigarrillo gastado a la acetona. Vinieron los policías, justo como lo planee y cuando me sacaron de la celda, les hice una llave de judo y finalmente coji sus pistolas, pero de lo que no me había dado cuenta era de un tercer policía que estaba apuntándome al corazón con su pistola. Cuando le dije no lo hagas, fue demasiado tarde para mi porque sentí un objeto de metal taladrarme el pecho. Segundos antes de cerrar los ojos para siempre, le hice un corte de manga acompañado de una sonrisa cínica.