Dos: Naomi.

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Todavía estoy descendiendo y cada vez hay más presión sobre mi cuerpo, siento como el agua parece querer aplastarme pero mis huesos son lo suficientemente fuertes para evitarlo. No tengo miedo, es todo lo contrario. Me siento demasiado en calma, no quiero volver a la realidad. No quiero volver a superficie, donde todo discrepa y nada se une. Quiero quedarme en donde el agua me rodea y acompaña en completo silencio y armonía.

No puedo distinguir dónde estoy, apenas y sé que sigo viva y no se como explicarlo. En todo este tiempo no he abierto la boca, a pesar de ya tener agua por dentro no me atrevo a permitir que entre más. Pero ya hace presión, está en mi garganta, quiere salir y mi cuerpo no se siente lo suficientemente fuerte para evitarlo. Abro la boca y el agua sale, siento que mis músculos abdominales se sueltan e inconscientemente mi nariz aspira. Suelto el agua. La aspiro. Otra vez.

Es un ciclo, estoy respirando.

Cuando me dispongo a nadar, una vez ya habiendo acostumbrado mi sistema a el agua en su interior, veo algo a lo lejos; donde la visibilidad de mis ojos casi se agota. Un tiburón. No sabría distinguir su especie, nunca supe o me interesé por la vida marítima, pero saber que es un tiburón no le costaría a nadie. El sosiego que me entrega estar completamente sumergida es tan exorbitante que por un momento no pienso en él como un enemigo; inclusive dejo que se acerque hasta el punto de extender mi mano y tocar su piel.

Admito que, en un corto instante, me permito componer ideas llenas de imposibilidades en mi cabeza. Ideas totalmente fantasiosas y ficticias, casi tan imposibles como el hecho de que esté respirando bajo el agua. Ideas que me dicen que éste animal es mi amigo y viene para guiarme, que tal vez hable conmigo y me indique qué hacer ahora que ya no tengo propósito, pero el momento no perdura. Paso mis dedos por sus filosos dientes, encandilada por su cantidad y tamaño, cuando toda mi admiración se desvanece al ver sangre salir de mi dedo, luego de un corto pero agudo dolor en él.

Vertiginosamente la paz sale de mi cuerpo, para así permitir el paso de mil emociones más que no tengo tiempo de descifrar, pero sé que estoy terriblemente asustada cuando el camino que mi sangre emprendió fuera de mi cuerpo llega a las fosas nasales del tiburón. ¿Por qué siquiera se acercó él a mí? No, más bien, ¿que clase de cosas pensé cuando en vez de huir, deseé tocarlo?

Pero mi sangre no es la única que tiñe el mar; pues una cantidad mucho más grande sale de las heridas que dejó una lanza al pasar por un poco más allá del ojo y el inicio de las aletas del tiburón, dejándolo así boca arriba; flotando lentamente a la superficie.

Mientras eso ocurría, yo no hice nada más que perder poco a poco mis sentidos.

—¡No se mueva!—grita alguien desde abajo— ¡Voy en camino!

Bajo la vista, ahora borrosa; con el dedo sujetado por mi otra mano, en un intento en vano de parar la hemorragia y darle calor. No discierno con exactitud la imagen que veo, pues me hace falta fuerza y calor en el cuerpo. De abajo a arriba, me voy quedando sin energía, deteniendo así el movimiento de mis piernas; ocasionando que caiga de nuevo. Luego mi torso y espalda, haciendo que la tensión en mi columna se disipe; sigue a mis brazos, logrando que suelte el agarre en mi dedo y lo deje descender exánime con el resto de mi cuerpo.

[***]

—... Inter alia—concluye, luego de haber departido una charla de media hora. No puedo hablar, hay algo sellado en mi boca que me hiere cada vez que lo intento. Probablemente, si no hubiera dicho y cuestionado más de lo que debería, no estaría como estoy. Tal vez mi comportamiento sacó a la luz su lado sociópata, pero su apariencia me puso en frenesí; simple y neciamente no me pude contener. Pero, ¿Cómo podría haberlo hecho? Quizá, si la situación hubiera sido diferente, mi comportamiento lo hubiera sido también, y yo no estaría como estoy.

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