El sol, como cualquier historia cliché, se coló por las cortinas mal posicionadas, pues si estuvieran en su lugar correcto, los rayos no molestarían a quienes duermen en la habitación hecha un desastre.
En ese lugar, descansaba acurrucado en su rubio novio, Michael Clifford, un chico de cabellos despeinados teñidos de un fuerte color rojo. Tenía 23 años, recientemente había terminado la universidad y trabajaba en un buffet de abogados completamente fuera de lo común, en comparación a los que típicamente se ven o conocen.
Como el mundo sabrá, hay diferentes escuelas de derecho dependiendo de la ideología de la universidad y sus principios como comunidad, así que leyes estaba clasificado en distintos grupos que se relacionaban con una rama en específico y los diferenciaba entre sí.
Michael podía ir a trabajar con pantalones negros apretados, camiseta con agujeros como era moda (o eso creía él porque era un inexperto en ese tema), su cabello de colores fantasía y los zapatos que quisiera y se le hiciera más cómodo, tal como iban vestidos sus colegas. Solo acudían a la formalidad para los juicios en los juzgados, pero en el tratamiento del caso y la investigación, incluso tenían un día de ir con pijama y muchos cumplían el hecho de levantarse e irse tal cual al trabajo.
El hombre de cabellos rojos y ojos verdes, abrió sus ojos poco a poco al notar la molesta luz y gimió por lo bajo en protesta, abrazando a su novio con fuerza para intentar contagiarse de un poco de sueño y continuar durmiendo. Sonrió sin quererlo, en el momento en que sus brazos encajaban a la cintura pálida de su novio un año menor, ese que había conocido por accidente, esa vez que discutieron por la última copia del último álbum de Panic! at the Disco en esa tienda de música. Por pacto de ambos, el ganador de piedra, papel o tijeras, se llevaba el álbum y el rubio había celebrado como nunca su triunfo, pero no pudo sentirse mal por el rostro de Michael así que lo invitó a un helado, una extraña primera cita que terminó con ambos embetunándose el helado ante las preguntas de "quién es más fan de la banda..."
El rubio, inconsciente, se volteó entre los brazos de Michael y quedó con su respingada nariz, en el pecho del mayor, olfateando en sueños, el característico aroma de su novio que muchas veces se perdía con el olor a bolas que desprendía por un día caluroso sentado en los sillones de su lugar de trabajo.
Michael aprovechó de besar la frente de su novio y de observar sus pestañas, que eran tan rubias que no se podían apreciar lo largas que eran. Vio casi invisibles marcas de acné, que seguramente, pertenecían a un chico adolescente que por estética decidió explotar granitos. Se imaginó los ojos azules que poseían, como lo miraban directamente a los ojos mientras le hablaba sobre cosas tan banales o importantes. Su mirada se fue hacia la boca de su chico y se detuvo ahí, recordando el primer beso que compartieron y lo voraz que besaba, como si necesitara de Michael desde hace mucho tiempo, y que el chico de cabellos rojos, devolvió de la misma manera porque él necesitaba probar esos labios. Recordó como el rubio se había inclinado un poco y había tomado sus mejillas para acercarse lentamente, pero que Michael por sus impulsos y ansiedad, tomó del cuello y apresuró el primer toque por desesperación.
La mirada del teñido bajó hasta el cuello pálido del rubio, ese donde tantas veces había dejado marcas, mordisqueado y besado de múltiples maneras dejando su rastro. Incluso en su mente, pasó el recuerdo de como las veces que tenían relaciones, generalmente el menor se levantaba con marcas de los dedos de Michael, pues su piel era muy sensible pero le encantaba la rudeza del mayor.
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Mike plus Luke equal Muke
KurzgeschichtenPequeñas historias que no tienen relación entre sí.