Mirna acarició su placa, 12072003-e01 era el gravado que tenía, aborrecía esa placa pero sentía que no podía deshacerse de ella, del recuerdo. Era todo lo que tenía.
Luego de una calurosa charla en la que Yusei terminó obligándolos a abrazarse con su irresistible e hipnotizante voz. Llegaron a un acuerdo, la placa que colgaba en el cuello de cada uno sería el recordatorio del sacrificio del hombre que los amó a tal extremo de dar su vida por ellos.
Ahora tendrían que dar un paso adelante, ya no bastaba con proteger el cadáver del que en vida fue su defensor, debían desaparecer ese lugar maldito, aunque eso no implicará que ellos olvidarían todo lo vivido.
Nura se sentó a orillas del mar una mano tocó la arena mojada y la otro una ola que había reventado muy cerca de ella, de pronto se sintió el movimiento venir de todas partes, los animales se estaba yendo, el voznar se elevó y en menos de diez minutos la silueta de cientos de aves se veían en la lejanía. Ghangar rozó la mano de Mirna, era hora de dejar de admirar el paisaje para continuar.
Rafael llamó a Preciosa, la imponente ave de medidas descomunales no tardo en inclinarse para que suban uno a uno en su gran lomo.
—Esperemos un poco más, aún está todo muy claro – dijo Mirna
—Lo sé –respondió Rafael escuetamente mientras se deslizaba por el cuello del ave para saltar a tierra firme – te dejaré a Negra para que puedas salir cuando todo acabe.
Negra, el águila más grande que jamás allá visto Mirna estaba ya a su lado.
—Negra, Mirna destruirá esta isla, cuídala, terminará muy débil y necesitará de ti –Rafael miraba seria a Negra dándole las instrucciones –apenas estén fuera de peligro nosotros de esperaremos con Preciosa a 7 millas al noreste. Yo igual estaré pendiente –su mirada se había suavizado.
—Espero que Safi haya llegado bien con los demás.
—Ellos están en buenas manos, Mirna. Ella jamás permitiría que les suceda algo –dijo seguro.
Negra inclinó su cabeza para luego acariciar la mejilla de Mirna con su gran pico.
—Ya basta, esos mimos deberían ser míos –Mirna ignoró deliberadamente a un sonrojado y molesto Rafael mientras seguía delineando delicadamente el lomo de Negra.
De repente sintió los brazos de Rafael rodearla, un beso hambriento le impidió protestar.
—Te juro que te buscaré hasta el infierno si mueres –susurró en el oído de su amada. Ella solo asintió dejándose besar nuevamente. Lo amaba, no por ser apuesto y serio, tampoco por su mirada de zafiro ni mucho menos por ser El Domador, aunque en realidad no sabía decir qué era lo que la impulsaba ese sentimiento, mas sabía con certeza que por él arriesgaría su vida, lo había hecho antes y nunca dudaría un segundo en matar para cuidar al hombre que consideraba el amor de su vida y de su muerte.
Se separaron lentamente, Rafael volvió a su postura seria.
—Váyanse, es hora que me dirija al centro de la isla con Negra –lo vio irse en silencio, su espalda amplia y recta. Negra aleteó las alas –sí ya lo sé, vamos.
No hubo despedidas ni promesas, cuando el doctor aún vivía, juraron que costase lo que costase cumplirían su meta y por eso aunque se amaban, primero se encargarían de poner todo en orden. Luego, quizás podrían buscar un lugar tranquilo donde ser libres y vivir en paz.
Mirna y Negra recorrieron un par de metros cuando vieron a Preciosa ir con sus amigos. Uno cuentos silbidos a la distancia y un breve viento caliente la acarició, muchas luces se introdujeron dentro del mar y otras al cielo, Amitha ya los había aislado con su barrera y cegó los satélites, una apenas perceptible línea azul a unos cinco pies de distancia los rodeaba. Ahora enteramente todo lo demás estaba en sus manos.
A paso seguro Mirna miró hacia lo profundo de la isla.
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Especiales
Science FictionEllos son especiales. Son sobrenaturales. Lucharán para volver a ser libres. Pero no será fácil y una batalla encarnizada se desatará en cualquier momento.