Capitulo II

5 0 0
                                    

En el camino solo había desolación, solo quedaban escombros de lo que fue Imperio, el hedor vomitivo se hacía más fuerte al adentrarse más a la isla. Muerte, muros caídos y vegetación, nada más quedaba.

El aire se había tornado frio y la oscuridad abría sus fosas dejándole a penas una visible brecha para llegar a su destino. El rostro del doctor apareció como un flash en su retina, sonrió cortamente. Este era el segundo paso a seguir, inhaló y exhalo. El viento acariciaba sus cabellos, sus pies ya no tocaban el suelo.

Negra sobrevolaba a unos metros de Mirna.

La piel de Mirna se tornó ligeramente rojiza y brillante. Descendió y sus pies tocaron suavemente el suelo dando nacimiento a grietas que rápidamente surcaron por la isla. Hubo un temblor y los árboles se hundían perdiéndose despacio entre las aberturas de la tierra, miles de hojas la tocaron, al instante fueron seccionadas y arrasadas por los vientos centrípetos propios de depresión de la isla.

Negra aleteaba con fuerza, no podía alejarse demasiado pues cuando todo estuviera finalmente seccionado, el propio mar tragaría la maldita isla, debía tomar a Mirna para por fin reunirse con los demás y su amo.

Mirna abrió los ojos, la destrucción masiva la rodeaba, no tenía miedo, ese era su don, despedazar hasta que solo quedara destrucción. Lentamente su cuerpo regresó a la normalidad y Negra se lanzó en caída libre mientras Mirna se aferraba al cuello de la gran águila.

—No cierres los ojos, veo un pequeño islote y ahí te acomodarás en mi lomo, solo aguanta un poco más –llegó a duras penas a oír a la voz de Negra entre la fuerte corriente de aire y su palpitar en el oído.

El frío penetraba sus huesos y el osco viento la golpeaba con rudeza, el tiempo se volvió eterno.

Las piedrecillas bajo su espalda le hicieron saber que estaban en suelo firme. El aire helado la estremeció e inhalar aire fue tan doloroso que olvidó la sed y el cansancio del momento. Intentó darse calor con las manos pero un fuerte dolor la atravesó.

—Cerraste los ojos por un instante –habló Negra –no te sostuve a tiempo y caíste de unos seis metros –Mirna guardó silencio – la herida no es tan profunda, apenas lleguemos seguro te podrán atender como es debido.

Mirna asintió y miró a su alrededor, era una noche sin luna y las estrellas no eran suficientes para alumbrarla, el ruido y la negrura del mar le dejaba un nudo en el estómago, era tan inmenso y ella tan pequeña.

—Vámonos –se acomodó bien en el lomo de Negra para juntarse con los otros.

El contraste de su entumecida espalda por el frío y su pecho cálido por el calor que le transmitía el lomo de Negra era lo único que la mantenía despierta. El chirrido de sus huesos se mezclaba con la voz de aliento de Negra. Las horas pasaron y cuando creyó que caería como un saco de papas en el pavimento o al fondo del mar, el aire se sintió más suave y caliente. Voces ininteligibles llegaron a sus oídos, unos brazos cálidos tan parecidos al roce del sol en primavera, su mente calló entre la mezcla de plumas de águila y el olor del hombre que amaba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 04, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

EspecialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora