1. Dientes de león.

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A Aarón siempre le gustó el invierno. Susana no pensaba lo mismo.

Susana pensaba en todas esas caminatas a casa, a pesar de disfrutar y pasar tiempo con su padre, simplemente no le agradaba la idea de que haya tanta gente en la calle. Son un poco nuevos en Rusia, pero Aarón ya habla fluidamente el idioma; incluso si Susana tiene varios errores gramaticales, también se podría decir que tiene un buen uso de las palabras, excluyendo el hecho de que ella nunca habla.

Susana aún entra en el kindergarten de la pequeña comunidad al Sur. Tienen una nueva casa, pequeña y gris, Aarón dice que no será permanente.

Susana sabe que eso es una mentira, pero a Susana no le importa, porqué Susana es una niña simple, Susana es feliz.

Hoy era una mañana muy fría, tuvo que ponerse como tres abrigos y se sentía muy rellenita. Aarón pensó que lucía adorable, Aarón nunca lleva más de un abrigo, dice que arruina su figura; pero a Susana no le importa, porqué sabe que Aarón simplemente ama la forma en la que luce su cuerpo, Susana es feliz sabiendo que Aarón probablemente se ama tanto como ella lo ama.

Pero Susana sabe que eso es imposible. Nadie puede amar a alguien o algo como ella ama a Aarón.

La tarde acabó y la maestra hizo que todos se formasen, preparasen sus cosas y esperasen a sus padres. Aarón fue uno de los primeros en llegar, tenía una sonrisa en el rostro y un leve sonrojo en sus pálidas mejillas por el frío.

Aarón ofreció su mano y Susana la tomó, ella salió dando saltitos de la sala, hablando en su idioma original sobre como su maestra atrapó un pajarito y se los mostró a todos para acariciar. Le contó sobre como dicho pajarito picoteó la mano de un compañero y ella se rio, diciendo suerte de que no haya picoteado sus ojos como en la Cenicienta. Aarón se embriagó en la inocencia de cada una de las palabras que salían de la boca de la niña.

Porqué Aarón amaba el arte, y estaba seguro que la inocencia debía ser la más pura y hermosa de las artes.

Ya habían estado caminando por un buen rato, hacía unos días habían instalado un nuevo parque en una parte de la ciudad y Aarón había planeado en llevar a Susana allí desde hace meses. Cuando eres un nigromante detallista, haces planes con tiempo.

− Susana. - Llamó Aarón, a lo cual ella asintió con un tarareo que Aarón aprendió a entender como un "Sigue hablando, te escucho".

− ¿Te gustaría hacer hombres de nieve? - Dijo y el parque se presentó a sí mismo a la vuelta de la esquina. Susana sonrió enormemente, dio unos pequeños saltitos y corrió a los juegos, inmediatamente deslizándose por el tobogán de un brillante color rojo.

Aarón sonrió y volvió a disfrutar el simple ambiente que ofrecía la compañía de la pequeña niña, era como respirar aire fresco por primera vez; por lo cual Aarón, siendo el fumado que es, simplemente la disfruta como si fuera su primera vez respirando.

Se acercó a una de las blancas bancas y se sentó, observando el escenario en frente de sus ojos. Se sentía en casa.

− ¡Aarón! - Él se levantó al escuchar a Susana gritar su nombre estaba detrás de los columpios, arrodillada en el suelo. Pensando que la niña se había lastimado, se levantó de la banca de un golpe y corrió a socorrerla.

− ¿Qué es esto? −. Preguntó mientras levantaba una pequeña flor entre sus manos: Un diente de león. Aarón rio y Susana tomó un pequeño color rosa en sus mejillas.

− Una flor.

− ¿Qué tipo de flor?

− Del tipo que crecen en la tierra.

Aarón guiñó un ojo y Susana rio, llamándolo payaso, lo cual causó que alguna de las semillas del diente de león salgan volando. Susana se asustó un momento.

− ¿Por qué vuelan?

Ah, esa era una buena pregunta y justo a tiempo. Era la hora en la que Aarón decidía decir tonterías.

− Porqué tienen que esparcirse.

Susana pareció confundida, Aarón rodeó la mirada y buscó una forma de explicarlo más sencillamente. Apuntó a la flor.

− Esta es la madre.

Apuntó a las semillas, en la nieve.

− Esas son sus hijas. Todas juntas son una familia y algún día tendrán que irse para tener sus propias hijas y esas hijas tendrán que irse para tener las suyas.

Susana observó el diente de león, poco convencida y con conflictos internos que Aarón no podía adivinar de qué se trataban.

− Aarón. - Susana llamó, captando su mirada inmediatamente. − ¿Estas flores son cómo nosotros?

− ¿A qué te refieres?

Susana apuntó al tallo, al centro y a las raíces. Su voz sonó suave y un poco tímida, cómo todo niño con miedo a equivocarse - Este eres tú, el papá.

Luego apuntó delicadamente a las semillas, todas juntas armando un blanco pompón.

− Y esta soy yo, tu hija. Y-y nosotros juntos somos una familia.

Ella le miró con ojos de cachorrito, esperando una confirmación, aprobación, algo. Los ojos de Aarón, a diferencia, eran grandes y pensativos, pero antes de que él pudiera dar una respuesta, el tren de pensamiento de Susana ya se había dirigido hacia otro lado.

− Y también parecen colas de conejito. Las familias son cómo las flores conejito, ¿No?

Aarón no tuvo el corazón para decirle que no.

DandelionsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora