La ultima vez que te ví, tu ultima visita estabas algo desaliñado; tenias la barba crecida en mi opinión de unos tres días, llevabas el cabello despeinado y rizado y sobre el una gorra, era la primera vez que te veía con una y lo cierto es que te iba perfecto un look que en mi opinión te sienta bastante bien, llevabas unos jeans rotos a las rodillas que te sentaban bastante bien, a la par de una camisa a rayas blanco y negro que hacían juego con tus tenis adidas en los mismos colores, todo parecía una combinación al azar que era perfecta. Recuerdo estabas algo apenado por venir según tu en semejantes fachas, si tan solo hubieras sabido lo que yo pensaba; no importa que tan desarreglado o despeinado pudieras estar o que tan grande fuera la barba que llevaras, para mi tu rostro era mas que perfecto que asemejaba a la divinidad hecha persona. Si tan solo te hubiera dejado saber él placer que me causaba mirarte y la algarabía que me causaba escuchar tu voz, con esas bromas tan peculiares y es que así eres tu tan peculiar y tan perfecto que me parece imposible volver a encontrar otro como tu y lo cierto es que no quiero, no quiero a nadie en tu lugar, no importa quien sea o que tan grandioso pudiera llegar a ser no me importa si no eres tu.
Era un viernes en punto de las cuatro de la tarde el sol caía a plomo aunque no era tan radiante como la luz que emana de tu sonrisa nada podría serlo, recuerdo siempre querías comer algo — o siempre querías que comiera algo —, no lo se. La segunda opción me parecía tierna, después de una breve aunque sustanciosa comida entre tus bromas y tus ocurrencias, la tarde transcurría, se nos iba tan ligera entre besos y caricias solo rogaba al cielo se detuvieran las horas un instante mas a tu lado, un beso mas, un abrazo mas, una mirada mas, nunca estaban de mas. Al acercarse tu partida solo pedía que los días siguientes se hicieran horas y las horas minutos, porque ya no soportaba la distancia entre ambos me asfixiaba.