Capítulo 3: Tired

2.7K 47 4
  • Dedicado a Mi mamá: Karla
                                    

Es extraño, antes de saber que tenía cáncer no me sentía enferma, pensaba que era cansancio, pero… ahora que lo sé; es como si pudiera sentirlo dentro de mí, creciendo y haciéndome daño.

Por un lado quería saber sobre éste cáncer que me estaba matando, tenía curiosidad; y por el otro, quería dejar de pensar en eso. En realidad, es imposible olvidar algo como esto, no puedes fingir que no existe cuando sabes que existe y no puedes fingir no lo tienes cuando sabes que esta prácticamente pegado a ti. Así que, sólo debía dejar mi cáncer en segundo plano y concentrarme en lo más importante, mi vida y mi intento por recuperarla.

Durante mis diecinueve años de vida, viví al margen: ahorrando y evitando ir a lugares costos, comprarme ropa cara y maquillaje de marca –yo ni siquiera me pongo maquillaje –y ese es mi punto;

Mientras mi padre tuvo cáncer intentamos a toda costa curarlo, pero, él perdió la batalla recuerdo ese día como si hubiera sido ayer, cada vez que cierro mis ojos veo su rostro pálido, sus ojeras y su cabeza calva, veo sus manos temblando mientras las extendía hacía mi pidiéndome un último abrazo, como si él supiera que iba a morir, sueño con eso, lo revivo en mi mente cuando me miro en el espejo cuando pienso en que voy a morir, veo su rostro y la forma en que trataba de sonreír, recuerdo el dolor intenso apretando mi corazón el día que murió. Recuerdo todo, tan vividamente, como una llama que aún no se extingue.

— ¿Mamá? — toque la puerta de su cuarto, hoy tenía el turno de las 4:00 A.m. hasta las 3:00 P.m.

— ¿Qué pasa? — Abrió la puerta con sus ojos adormilados, cubrió su boca para bostezar y sonreí.

— Ya me voy al trabajo, volveré a las 3:00, tal vez, más tarde… ¿quieres que salgamos, hoy?— ella parecía sorprendida de mi pregunta, eso pareció despertarla.

— ¿Salir?, ¿A dónde?— se veía contenta, sonrió. — ¿No querrás presentarme a algún novio tuyo, verdad?

—No— dije mirando hacía el piso. Mi madre siempre había intentado conseguirme un novio, pero primero fue el asunto de mi padre y luego las cuentas que quedaron de su tratamiento y sus medicinas. Yo no tenía tiempo para salir con chicos.

—Claro que no…— suspiro resignada. — Hablaremos cuando vuelvas cariño, si no duermo mis ocho horas me voy a ver todo fea y arrugada— cerró la puerta y yo dije:

—De cualquier modo eres hermosa. — escuché su risa y sonreí. La amo y no quiero que sufra.

Al llegar al trabajo, todo estaba tranquilo, durante de los Jueves siempre lo estaba. Pero sólo eran unas cuantas horas, la verdadera acción se vería venir en poco tiempo la gente rica y elegante despertaba exactamente a las 9:30, como si ellos tuvieran algún tipo de reloj interno que les hiciera levantarse a todos al mismo tiempo. 9:40, 9:50 los teléfonos sonaban y los asistentes como locos para ir  a contestar.

Así que, yo atendía de 10 a 15 cuartos a la vez, por suerte sus puertas eran una después de la otra, así sólo iba haciendo la entrega de sus comidas. Una vez que podía tomarme un descansó –a la hora del almuerzo –siempre venía el gerente, y encontraba alguna excusa para regañarme o bajarme el salario, hasta el momento yo había permanecido callada, por miedo a ser despedida, pero esta vez, creo que no pude controlar todo lo que llevo dentro.

En cuanto entro por la puerta camino directo hacía mí, yo estaba sentada en mi mesa con Taba, y mi mejor amiga Giselle.

— ¿Por qué demonios no vino ayer señorita, Williams? — su arrogante voz llego a mis oídos, no voltee a mirarlo seguí comiendo mi comida, tratando de lucir despreocupada. Giselle, Taba y todas las demás camareras miraban al señor Dense, como si él nunca hubiera estado tan enojado en toda su vida. — ¿Tiene alguna idea del desastre que provoco?

Aún no estaba mirando, pero estaba escuchando, esperando a que me ofendiera sólo una vez, para encenderme como un cerillo.

— Me temo que tendré que bajarle el salario, otra vez…— continuó, se había tranquilizado y ahora caminaba de un lado al otro junto a mí— Y despídase de sus vacaciones de primavera, serán unas vacaciones ocupadas para usted… ¿quién se cree que es está chica? — eso último lo murmuró pero fue tan audible para mi, no como para los demás, ellos sólo escucharon al Sr. Dense mascullar, yo lo escuche insultándome.

— ¿Está preocupado de no poder hacer las cuentas sin mí, Sr. Dense? — él se congelo al escuchar mi voz áspera.

— No sé de que me estas hablando.

Durante los últimos años, yo había llevado la contabilidad y había hecho los inventarios, por dinero extra que compensaba lo de mi salario, de no tener tantas rebajas no necesitaría ese dinero. Pero el Sr. Dense lo estuvo planeando durante mucho tiempo, bajando mi salario para mantenerme amarrada y hacer su trabajo, yo estaba cansada y muriendo.

— OH, ¿no lo sabe? — lo mire con ojos llorosos.

— ¿Oli? — Giselle me miro como si no me reconociera pero no me detuve para mirarla por más de dos segundos, sentí que si no decía esto ahora, nunca lo diría y nunca sería libre, nunca podría dejar ir esa parte de mi que siempre busca complacer a los demás antes de a mi misma. Como mi padre lo hizo, yo no quería ser como él.

— Estoy cansada de escuchar lo mismo, día tras día, tras día. Sr. Dense, ¿usted cree que yo soy alguna clase de idiota? Porque he venido cada día a mi trabajo, durante los últimos tres años, y sólo porque falte una vez; ayer ¿usted se siente con el derecho de gritarme?

— ¿Pero qué está mal contigo? Claro que tengo derecho a gritarte, eres una empleada… tu no eres nadie. — me miro hacía abajo como si él fuera diez metros más alto que yo. Pero la realidad era que yo era cinco centímetros más alta que él.

— Usted Sr. Dense no es nadie— di un paso adelante, levantándome bruscamente de mi lugar mirándolo y dejando que las palabras salieran con todo el dolor y rencor acumulado con los años de abuso— yo hice su trabajo, yo hice lo que se supone usted debería hacer; durante tres años fui como una esclava y ahora… ¿no soy nadie? Merezco un poco de respeto, merezco que por una vez usted de mire a los ojos en lugar de mirar mis piernas…— miro incómodamente alrededor, los cocineros salieron para ver por qué tanto alboroto, y no sólo él. Todos en el comedor de empleados estaban en un silencio de muerte.

— ¿Sabe que podría despedirla por lo que está diciendo?

Antes, me habría asustado su amenaza, me habría sentando en mi lugar y habría retirado lo dicho, pero justo ahora. No.

— No tiene que despedirme—, camine hacía la puerta— ¡RENUNCIO!

Las lágrimas en mis ojos prohibieron que viera por dónde caminaba, cuando mis piernas flaquearon sentí que caería contra el piso, pero alguien me tomo entre sus brazos y me mantuvo en equilibrio. 

Before I DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora