P R Ó L O G O

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Dean tomó a la pequeña criatura entre sus brazos y la admiró con ternura. En él despertó el más puro amor que jamás había sentido. Ella era esa chispa de luz que tanto necesitaba, y en cuestión de minutos se había convertido en su pequeño tesoro más preciado. Inevitable era que todo aquello le trajese recuerdos de su vaga niñez, como cuando sostuvo a su hermano, Sam, por primera vez entre sus brazos.

La pequeña se estremecía con calma bajo el agarre de su padre, quién la sostenía como si de una muñeca de porcelana se tratase. Él jamás había pensado que podría llegar a tener una familia y, pese a que todo no había ocurrido como él mismo soñó alguna vez, rebosaba en felicidad.

Los ojos de la chica se abrieron cautelosamente para dar con los de su padre: compartían el mismo tono verdoso que le caracterizaba. No obstante, los de Dean brillaban más que nunca, sintiendo que el alma se le derretía al ver a tal preciosidad: a su pequeña.

-¿Y qué hacemos ahora?-inquirió Sam, a la vez que miraba a la chica con anhelo.

Se debatió aquella pregunta en la mente desde el momento en el que supo que Dean iba a ser padre, pero hasta aquel momento no se atrevió a hacerla. Dean sabía que no podía darle todo lo que ella merecía, que no tendrían una casa en la que vivir con una madre, pero aún así estaba dispuesto a darlo todo por ella, todo cuanto tenía.

-Ahora, Sammy, es hora de acabar con el negocio familiar-respondió.

Estaba decidido a cambiar todo, a poner fin a toda una vida cazando seres sobrenaturales, ayudando personas, teniendo contacto directo con el peligro...todo ello por la pequeña criatura que cobijaba en sus brazos. Bien sabía Dean que salir de aquel mundo era algo difícil, pero lo intentaría por darle a la dulce e inocente Diane Winchester la vida que él nunca tuvo.

✦✦✦

Poco tiempo después del nacimiento de la pequeña Diane, en el cumplimiento de su tercer mes de vida, todo llegó a su fin. Bien pensaban todos que Dean y Sam jamás morirían del todo, y que no había nada a lo que ellos no pudiesen enfrentarse. No obstante Diane se convirtió en su nueva debilidad. La debilidad que les costó la vida.

Sam y Dean, quienes habían luchado toda su vida por salvar a los demás y daban todo el uno por el otro. Dean, que fue al infierno por Sam y este mismo también lo pisó por Dean. Luchadores que perdieron la batalla final y dejaron a un ángel destruido a la intemperie de un mundo tan cruel como peligroso.

Castiel tomó a Dian entre sus brazos con la intención de alejarla de todo peligro, cuidarla y protegerla con su vida. Aquello fue exactamente lo que le prometió a Dean entre sollozos, mientras tocaba su frente repetidas veces con la intención de hacer que se recuperase. Pero ya era demasiado tarde. 

Ahora sólo quedaba un ángel destrozado y una niña que, sin saberlo, llegaría a iluminar sus más oscuros días y darle a Castiel, quién tanto daba y tan poco recibía, la felicidad que merecía.

Él es mi ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora