Dulces

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La luz de las velas era el único testigo.

En medio de las sombras una silueta se dibujó con una gran sonrisa, que transmitía satisfacción ante el horrible suceso. Había un charco de sangre decorando el suelo y gotas carmesí en las paredes junto a cuerpos inertes. Ladeó la cabeza.

En sus dientes brillaba la carne de su deliciosa víctima mientras decía:

—Los niños son tan dulces.

Y así, un rostro más se había añadido a la larga lista de desaparecidos. ¿Qué tal sabría un adulto?





 ¿Qué tal sabría un adulto?

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Cuentos a la Medianoche [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora