Tras la muerte de mi hija creí que jamás volvería a escuchar su voz cantando. Me equivoqué. La oigo todas las noches al otro lado de la puerta.
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Cuentos cortos y microrrelatos de terror y suspenso.
Portada perfecta...
Escuchó un sonido agudo atravesar la habitación. Era de noche y no quiso levantarse para atender.
El estúpido de su vecino siempre tocaba a su ventana en la madrugada pidiendo que le abrieran la puerta, ya que volvía tan ebrio, que ni siquiera reconocía que era la casa equivocada.
Esa noche no se levantaría para indicarle el camino correcto, ya que estaba demasiado cansado luego de un pésimo día. Podía irse al demonio, no tenía porqué resolver sus problemas.
El sonido se repitió. Él bufó.
Después, todo fue silencio. Un aterrador y anormal silencio, donde ni el más mínimo canto de grillo se hacía presente.
Se sintió observado.
Confundido e incapaz de conciliar el sueño, decidió darse la vuelta y mirar por la ventana.
Había una silueta atrás de la ventana, sin cabeza, con una sola mano que descansaba sobre el vidrio.
Entonces escuchó:
—Debiste abrirme.
Había transcurrido casi una semana cuando la policía entró en la casa, bajo el reporte de la desaparición del joven que ahí vivía, así como de un fétido olor proveniente del lugar.
Sobre la cama de la única habitación se encontraba el cuerpo del muchacho. Sin cabeza.
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