Cordero de dios

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Cordero de Dios

La sangre empezó a caer por la esquina opuesta de la mesa explotando alborotadamente contra el suelo viejo y sucio. No era un plato de buen gusto tener que hacer aquello pero era su deber, su trabajo. No hacia preguntas, no cuestionaba nada, solo obedecía. Le encantaba recorrer con sus dedos la línea que había trazado antes con el bisturí sobre la piel del cordero.

Tarareaba una y otra vez la misma melodía. Un cántico oscuro que evocaba a gestas y actos ocurridos mucho tiempo atrás, cuando los días y los años transcurrían anónimamente sin que a la historia le importaran demasiado. Fue después de todo aquello cuando empezamos a contar el tiempo como ahora lo hacemos.

El cordero se removió espasmódicamente. Su pequeño cuerpo se estaba despidiendo de la poca vida que le quedaba mientras se escurría por el alfeizar de la mesa en forma de diminutas gotas de un color granate oscuro casi negro que morían olvidadas en el desagüe oxidado y lleno de pelos que remataba el suelo.

-Duerme pequeño.- Dijo el hombre mientras recortaba el pelo que le recubría el rostro.- Ya no habrá más dolor.

Y efectivamente el dolor cesó. El mundo se apagó definitivamente para la pequeña criatura. Ya no habría más amaneceres y la oscuridad sería para siempre su mundo a partir de aquel mismo instante.

El hombre se frotó la entrepierna y notó como un pequeño bulto crecía entre sus muslos. Era horrible, un monstruo y, aunque fue durante un solo segundo, se sintió culpable por ello. Nadie en su sano juicio podía ponerse cachondo en esa situación. Y menos él, un sirviente de Dios. Pero ver a la pequeña criatura muerta y desnuda encima de la mesa era superior a su capacidad de auto control.

Nadie echaría de menos al niño, nadie lloraría su perdida. Era un huérfano, un bastardo. Fruto de la unión de una prostituta y algún borrachuzo que frecuentaba su alcoba. No era digno de vivir en el reino de nuestro misericordioso señor. No hay lugar para el en los verdes pastos de la creación.

Con cada palabra y cada pensamiento el bulto crecía y su respiración se aceleraba. Sus manos empezaron a recorrer el cuerpo desnudo del chico. El bisturí surcó una vez más la piel del pequeño dibujando una cruz en el tórax que perforó algo más que la carne y provocó que pequeñas esquirlas de hueso se incrustaran en su cara.

-¡Desgraciado! ¿Cómo osas? – Le dijo al cuerpo inerte.

El bisturí dejo paso a la sierra. Esta al taladro y finalmente a la fregona que se encargó de limpiarlo todo.

Se lavó la cara y las manos concienzudamente en el aseo antes de salir por la puerta principal. Alzó la vista y le dio gracias una vez más a su señor.

A su espalda quedó el viejo edificio de ventanas oscuras. Las paredes de piedra, la puerta principal y un cartel pequeño que decía:

<< Orfanato Cordero de Dios. Dónde todos los niños son bien recibidos>>

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2016 ⏰

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