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Wonho


Miré el lugar por última vez, para no olvidarme nunca de la hermosa naturaleza de la que alguna vez estuve rodeado junto a mi familia.

Era un sitio bastante especial, debido a que aquí tuve mis comienzos, es decir, es como mi lugar de origen, donde crecí desde niño hasta hoy en día. Los enormes árboles a los cuales alguna vez escalé para sentarme desde lo alto, observando infinidades de cosas fantásticas, al menos a mi parecer.

No quería irme, pero a la vez me contradecía con la idea de querer probar la vida de ciudad. Tenía una inmensa curiosidad por vivir en un lugar más poblado de personas, no sabía siquiera que era el estar cerca de otros que claramente eran normales, porque yo al lado de ellos sería un monstruo, o un chico de merercer una exhibición por mi condición, supe que sería estresante lo que venía para mí, porque de todos modos iba a ocultar mi gran secreto, o al menos trataría de no revelarlo de manera inconsciente.

Tenía que aprender a controlarme, mamá siempre me lo dijo: "Debes aprender a manejarlo, pero por lo que más quieras, jamás ataques a un ser humano, sé un buen chico". Y eso es lo que haré.

Cuando era pequeño siempre se me hizo un difícil trabajo controlar mis grandes impulsos. Muchas veces, atacaba a pequeños e inofensivos animales que merodeaban por el enorme bosque, y luego me caía ese horrendo sentimiento de culpabilidad, por lo que llegaba a casa llorando, reclamándole a mis padres el hecho de haber nacido siendo así, alguien con la necesidad de beber sangre de otros, odiaba tener que sentir esa sed que muchas veces no tenía un fin para poder saciarme por completo, haciéndome llegar al punto de sentir una ira infinita, la cual desquitaba acudiendo a la violencia, rompiendo objetos dentro de mi habitación, en la que he vivido prácticamente toda mi vida.

Mis padres se dieron cuenta de que estaba estresándome, a pesar de que vivíamos cómodamente en una casa rústica rodeada de naturaleza en todo su esplendor, yo vivía frustrado por no tener una vida donde pudiese relacionarme con otros, a menos que fuese con ellos o mis hermanos, Shinwon, que ya tiene cinco años, y Dahye de diecinueve años, con quien comparto la misma edad, aunque de alguna u otra forma siempre nos verémos así de jóvenes, y eso es lo que jamás se podrá ocultar.

Mis hermanos no tenían esa curiosidad de saber como vivir una vida como la de cualquier otro, o tal vez sí, pero se quejaban menos que yo, o asumieron su naturaleza en menos tiempo de lo que yo viví rechazando la idea de ser una especie de ser mitológico o de leyendas urbanas: un vampiro.

—¡Hoseok!, ¡Trae esas cajas al auto, de prisa! —llamó mi padre, que ordenaba concentrado unas cosas en el maletero del auto. Él era un hombre poco paciente, en verdad siempre le gustaba que todo se hiciera rápido.

—¡Ya voy! —dije rodando mis ojos. Tomé cada una de las cajas que contenían mis pertenencias y las coloqué en algún espacio dentro de aquel casi repleto auto. Cabe decir que el automóvil era enorme, pero si contamos la parte en que somos cinco personas y cada una lleva todas sus cosas, esto termina transformándose en un caos.

—Papá, ya no caen más cosas en el maletero, podrías simplemente subirte al auto e irnos. —dije, mientras le miraba, coloqué mis manos dentro de los bolsillos de mi campera.

—Son sólo unas pocas cosas más. —respondió, metiendo un pequeño mueble que a duras penas entraba. Solté una risa por ello.

—Deja que lo demás se lo lleve el carro de la mudanza, no tienes que ser así de exagerado. —hablé una última vez, para ir a la parte trasera del auto, sentándome junto a Shinwon y Dahye que iban viendo unos dibujos animados en el portátil.

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