Capítulo 2: Sueños

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Corría por un bosque por la noche. La luna, llena del todo, relucía en lo alto del cielo. Lo malo, es que huía de una sombra similar a un lobo. Me perseguía a toda velocidad, como un misil teledirigido. Me escondí detrás de unos árboles, esperando a que se fuera. Oí sus pasos, su gruñido grave como una tormenta. Después de unos minutos, se fue. Salí de mi escondite y miré alrededor. Vi en el centro del claro un extraño círculo con unos símbolos que no entendía. Cuando puse un pie en el círculo, empezó a brillar con una luz plateada. Me desperté, sudando. Miré alrededor. Estaba en mi habitación, con las luces apagadas. Miré mi reloj, dudoso. Eran las 5 de la mañana. Era sábado, afuera estaba nublado y no paseaba mucha gente por la calle. Me levanté, me puse el pijama y me preparé el desayuno. Después me duché y me vestí para salir a pasear un rato. Salí de casa y cerré con llave. Caminaba por la acera, escuchando música mientras miraba alrededor. Pensé en el sueño. ¿Qué podría significar eso? No tenía mucho sentido, pero los sueños suelen ser así.
Llegué a mi parada de siempre, que era en el parque de la fuente de plata. Me senté en un banco, mirando el cielo. Pensé: "Parece que hoy habrá luna llena. La observaré mientras copio algunos apuntes de matemáticas". Entonces vi que a una chica se le había caído el móvil. Lo recogí y dije:
-Perdona, se te ha caído esto
La chica se dio la vuelta. Me sobresalté un poco. Era la misma chica que había visto en el Instituto. Se acercó, cogió el móvil y dijo:
-Gracias
Se dio la vuelta y siguió su camino. Miré mi reloj, un poco nervioso. Eran las 8 de la tarde. Empezaba a anochecer, así que fui a casa. Miré por la ventana de mi habitación. Se veía la luna, brillante y llena en el cielo. Le saqué una foto y la guardé en mi archivador. Quería seguir mirando la luna, pero el día siguiente tenía cosas que hacer. Cerré la ventana, me metí en la cama y cerré los ojos. Di vueltas en la cama, sin poder dormir. Miré el techo, todavía pensando en el sueño de la otra noche. Me levanté. Miré la luna por la ventana. No quería apartar la mirada de ella. Pero lo que no me esperaba es que, al bajar la mirada hasta mis manos, me sorprendí bastante. Mis manos se estaban cubriendo de pelo negro. Asustado, me miré en el cristal de la ventana. Mis ojos se habían vuelto de color dorado. ¿Qué me estaba pasando?

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